La serie ‘Dieciocho’ llena de luz la realidad de los menores inmigrantes

La ficción, que estrena RTVE Play y producen tres televisiones públicas, narra la historia de amor entre dos jóvenes de 17 años. “No usamos la palabra ‘mena’ nunca, es una etiqueta que te deshumaniza”, dice su creador

El País, Natalia Marcos, 23-10-2024

En la serie Dieciocho, que este miércoles 23 estrena la plataforma RTVE Play, no se escucha el acrónimo mena. Uno de sus protagonistas es un menor extranjero no acompañado, es decir, un niño. “Mena te deshumaniza, es una etiqueta. Un mena es un menor y le estás quitando lo más importante de su condición. Puedes decir ‘los menas son malos’, pero si dices ‘los menores son malos’ suena un poco demente, ya se te ve el fascismo”, dice el cineasta barcelonés Hammudi Al-Rahmoun Font. A él le llegó hasta en dos ocasiones este proyecto, una historia con el universo de los menores extranjeros no acompañados de fondo. Pero no quería afrontarlo de cualquier forma.

“Yo soy mestizo, de padre árabe musulmán y de madre catalana católica, y cuando se trata de representar lo racializado, que se representa poco, lo vivo con tanta responsabilidad que me cuesta”, explicaba el viernes pasado en Barcelona poco antes de que la serie se estrenara en Serielizados Fest, el festival internacional de series de Barcelona. La primera intención era hacer un thriller. “Pensaba que, si estábamos hablando de un colectivo que está muy estigmatizado, donde se les relaciona constantemente con delincuencia, tendríamos que hacer lo opuesto, poner luz. Un thriller es una representación artificiosa de la realidad. Nosotros teníamos que ponerle una cara más real para representar la realidad desconocida”, continúa.
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Esa luz, esa verdad, la encontraron en la historia de dos chicos de 17 años, dos menores que descubren el primer amor donde menos lo esperaban, en las cocinas de un comedor social en Valencia. Cèlia, que quiere cursar estudios de Ciencias del Mar en Canarias, tiene que cumplir ahí las horas de servicio a la comunidad impuestas por una jueza. Para Moha, marroquí que vive en un centro de menores tutelados, este trabajo es un paso fundamental para conseguir los papeles. La serie de seis capítulos de media hora cada uno escrita por Pau Escribano y Damià Serra Cauchetiez, y que ha recibido una mención especial en los premios Prix Europa, que concede el Parlamento Europeo, es también una historia que hace frente a los prejuicios. Cuando Cèlia se cruza en la calle con Moha por primera vez y piensa que la está siguiendo, simula que ha llegado a su casa para despistar al joven marroquí que, minutos después, descubrirá que es algo parecido a su jefe en la cocina.

Poco a poco verán que les unen más cosas de las que les separan. “Como joven te sientes identificado con él porque tiene los mismos miedos y deseos que cualquier joven: ¿tengo un lugar en este mundo?, ¿le gusto a esa chica?, ¿mis papás estarán orgullosos de mí?”, añade Al-Rahmoun, que ejerce de máximo responsable de la serie, además de dirigirla junto a Serra Cauchetiez.
Maël Rouin-Berrandou y Alicia Falcó, los protagonistas de la serie ‘Dieciocho’.
Maël Rouin-Berrandou y Alicia Falcó, los protagonistas de la serie ‘Dieciocho’.

Dieciocho nace de la unión de tres televisiones públicas: RTVE, À Punt e IB3, las televisiones públicas de Valencia y Baleares. “Lo bueno de haber trabajado con tres teles públicas es que todos queremos entretener y eso lo tenemos claro, pero intentan ver dónde hay que poner luz como sociedad, qué necesitamos ver”, reflexiona el creador.

¿Por qué apenas hay personas inmigrantes en las series españolas? “Y yo diría más, ¿por qué no hay personajes racializados que no sean migrantes, como yo, o como mi padre, que es médico? Me encantaría que, en un personaje racializado, su trama no tenga que ver con que es racializado, que simplemente le pasen cosas como a un personaje blanco. Cuando buscábamos actores y recibíamos las pruebas o lo que habían hecho, todo eran papeles de terrorista, y me dolía. No sé cómo se puede romper eso. Es algo que envidio de la industria francesa, donde la presencia racial es muy distinta: tienes un poli árabe y no explican nada más, es así y ya”, reflexiona.

Una de las claves en esta serie era dar con los actores adecuados. Para el realismo que buscaba, Al-Rahmoun quería dos intérpretes de la edad de sus personajes. Especialmente complicado fue dar con el protagonista masculino. “Tenía que ser un chaval de origen marroquí que hablara español pero que no lo hablara bien, que lo hablara como si acabara de llegar. Encontramos chavales sin experiencia como actores pero con mucho potencial, pero tenían acento de Vallecas porque habían nacido ahí”, recuerda el director. El seleccionado fue Maël Rouin-Berrandou, actor francés de 17 años con experiencia en el cine que había aprendido español gracias a su padre, que vivió en Chile. La réplica se la da Alicia Falcó, con una amplia carrera actoral que incluye una nominación como mejor interpretación revelación en los premios Gaudí por Las buenas compañías. “Alicia tiene una profundidad en su mirada, llena de nostalgia, matices… Le da muchas capas siendo muy joven”, alaba el director.
Maël Rouin-Berrandou y Alicia Falcó, en la serie ‘Dieciocho’.
Maël Rouin-Berrandou y Alicia Falcó, en la serie ‘Dieciocho’.

Para alcanzar la verdad que transpira la serie, el equipo visitó centros de menores, ONG que trabajan con ellos e incluso el centro en el que vive el protagonista es un centro real de migrantes. También hicieron pruebas a varios jóvenes que pasaron por esa situación, pero que ya no tenían la edad apropiada para interpretar a Moha. “Nos fue enriqueciendo en cuanto a investigación y a romper tópicos. Me acuerdo de que uno decía que su familia era de clase media”, relata Al-Rahmoun.

Para su creador, era importante contar esta historia utilizando un tono intimista, con atención a los detalles, y al mismo tiempo huir del drama social “y la compasión paternalista” para evitar clichés. “Cuando hablábamos de la serie al principio, hablábamos de Romeo y Julieta, pero yo no buscaba una tragedia épica donde todo es artificial e intenso para convertirlo en algo impactante. Yo quería algo pequeñito, como es la vida. Porque al final, cuando te vas a la cama, recuerdas aquella sonrisa con el colega, el abrazo con papá… El objetivo era acercar una realidad al espectador, y cuanto más real fuera, más cumplíamos ese objetivo. Era decirles, ‘este mundo, del que no sabes nada, es así’. Y para poder decir eso sin ser soberbio había que ser muy naturalista incluso en las cosas que pasan. Podía haber sido la historia de amor donde uno salva la vida del otro, pero eso pasa pocas veces. Lo que pasa en el primer capítulo es que uno salva al otro de una bronca en la cocina, y esa cosa pequeñita te puede crear un vínculo muy profundo”, completa.

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