Santiago Alba Rico Filósofo y escritor “El genocidio de Israel al pueblo palestino tiene repercusiones sobre el mundo entero y sobre la democracia”

Este pensador avisa de que en la actual “desdemocratización global” permitir la impunidad de Israel en Oriente Medio “hace un flaco favor a la democracia” y “nos está amenazando a todos”

Diario de Noticias, Jesús Barcos, 21-10-2024

Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) fue el encargado de abrir esta semana el nuevo curso de la Escuela de Ciudadanía de Villava, con una charla que llevó por título ‘Complejidad, cinismo y democracia: los peligros de un mundo en crisis’. El filósofo, residente desde hace 26 años en Túnez, lamenta que este país haya celebrado unas elecciones “fraudulentas” hace dos semanas, y haya quedado “completamente derrotada la denominada primavera árabe”, y constata que el “genocidio” que sufre Palestina “contribuye a minar el sistema democrático, que “ya estaba muy erosionado en todas partes”.

Hace año y medio visitó la UPNA y también habló sobre la democracia. Desde entonces han pasado muchas cosas.

–Pensaba en esto. Esa charla fue antes de las matanzas de Hamás del 7 de octubre y el posterior genocidio de Israel que dura ya un año. Más allá de la dureza criminal que está padeciendo el pueblo palestino eso tiene repercusiones sobre el mundo entero y sobre la democracia. Una democracia es un sistema estable de hipocresía en el cual no se puede decir todo y hay que reprimirse.

De una cierta autocontención…

–Sí, en ese sentido la democracia es un ejercicio de hipocresía institucional duradera. Pero creo que hemos llegado a un momento dentro de un deterioro lento, en el que hemos pasado de la hipocresía al cinismo.

¿En qué sentido?

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–De pronto se puede decir en voz alta algo así como que no nos podemos permitir los derechos humanos, y un Estado como Israel viola toda la legalidad internacional contra el sentir íntimo de la mayor parte de la población mundial que se siente impotente. Hay excepciones. Alemania dentro de Europa es una. La ultraderecha está utilizando este tema en una paradoja muy grande. Un intelectual sirio, exiliado en Berlín, que había sufrido la represión del régimen de Bashar al-Assad, me dijo algo terrible al comenzar la campaña de exterminio de los palestinos: que es tremendo descubrir que buena parte de los alemanes vuelven a ser nazis pero ahora en defensa de Israel. Islamófobos notorios que en otros tiempos hubiesen sido antisemitas hoy están apoyando a Israel sin condiciones. Mientras, el sentir mayoritario de la población está chocando contra unas políticas oficiales, sobre todo la de Estados Unidos, de sostén incondicional a Israel, que están provocando algo muy inquietante: el desapego creciente del llamado sur global a la democracia en general y a las democracias occidentales.

Una sacudida en toda regla.

–Lo está aprovechando incluso Putin…

Ucrania, otra sacudida a nuestras conciencias, y va para el tercer año.

–Pero de pronto los mismos que están defendiendo con absoluta legitimidad y fundamento la legalidad internacional a los ucranianos, ocupados e invadidos por el imperialismo ruso, están abandonando a los palestinos, que según las Naciones Unidas están ocupados desde hace décadas por el Estado de Israel. Y esto hace mucho daño, porque en un proceso de desdemocratización global, donde los índices de calidad democrática en el mundo van descendiendo en picado, volverle la espalda a las Naciones Unidas y permitir que se viole la legalidad internacional como Israel, hace un flaco favor a la democracia. Nos está amenazando de alguna manera a todos. No podemos vivir sin las Naciones Unidas. Nunca ha sido una institución realmente garantista; nació de un orden mundial periclitado, pero que ha durado décadas, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto del enfrentamiento de bloques. Pero necesitamos a la ONU y que se respete la legalidad, porque en este contexto de crecimiento de las ultraderechas el coste es que gane Trump en EEUU, y con ello Putin en Rusia logre el favor de mucha gente de ese sur global.

También se refiere en su análisis a la complejidad. ¿Cómo incide en estos momentos?

–Tiene que ver con la dificultad creciente de la población para responder a tres preguntas básicas: Quién tiene el poder, qué significan las cosas y cuánto tiempo nos queda, por ejemplo ante una crisis climática que hace que mucha gente mire al futuro con pocas esperanzas. Bauman lo llama retrotropía. Si el futuro es un muro, buscas refugio en el pasado, que además es más fácil de manipular.

¿Y quién tiene el poder?

–Ya no lo sabemos.

¿Estados Unidos?

–Pues tampoco. Ahora mismo se mueve en un contexto global en el que ha perdido claramente la hegemonía. De hecho creo que una de las intenciones de Israel con esta escalada es la de provocar el retorno de Estados Unidos a Oriente Medio, que había abandonado desde Obama. En términos geoestratégicos ahora mismo hay claramente un litigio global, un nuevo reparto binario del poder entre China y EEUU, pero luego hay un montón de semipotencias que tienen mucho margen de maniobra, que no habían tenido antes. Para empezar Rusia, que vuelve a la escena pública en Siria, pero tiene a Irán y Arabia Saudí. Esa zona es un verdadero avispero precisamente porque ya no la controla nadie. Y nadie puede, como antaño hacía EEUU, dar algo así como una orden, y determinar qué va a ocurrir. Hay muchos conflictos cruzados, por lo tanto una complejidad geoestratégica. Como dijo en una ocasión Pablo Bustinduy, es una geopolítica del desastre o del caos, que hace muy difícil entender lo que está pasando. Desde luego, con los viejos esquemas de la Guerra Fría ya no lo entendemos. Esta fue atroz, pero proporcionaba esquemas de comprensión del mundo muy sencillos. Alguno los intenta seguir aplicando, por ejemplo desde cierta izquierda todo se interpreta como si EEUU tuviera todo el poder y entonces cualquiera que se oponga, ya sea Putin o los ayatolás en Irán, serían antiimperialistas. Ese esquema no nos sirve ya para explicar nada. Por tanto, geopolíticamente no sabemos quién tiene el poder. Pero tampoco en términos económicos. Hay un litigio entre el capital financiero y el capital industrial. Frente a esa complejidad las respuestas sencillas tienen todas las de ganar. Por eso en parte la ultraderecha gana terreno.

Von der Leyen otorga reconocimiento a la política migratoria de Meloni. La corriente va empapando a la Europa salida de junio.

–Eso es muy significativo y muy preocupante. Lo esperábamos, porque el PP, sobre todo a través de Weber, ya había hecho gestos que indicaban que quería naturalizar la integración de la ultraderecha en el Grupo Popular o que los partidos populares negociasen acuerdos con formaciones de este tipo. Volvemos a quién tiene el poder, y puedes responder con algo de razón que EEUU o que lo tienen los bancos o el Ibex, pero mucho más sencillo es que alguien diga que lo tiene el lobby homosexual o el feminazismo o los inmigrantes, y que hay una especie de conspiración para un ‘gran reemplazo’. Eso funciona. El Partido Popular Europeo y el español sin duda están cediendo a una presión pública –diría que previamente manipulada– que de pronto concibe el problema de la inmigración como un asunto de supervivencia. Eso es muy inquietante, porque una vez más nos encontramos con que so pretexto de proteger a la población local en nombre de la seguridad, se están minando muchos derechos adquiridos y parte del bagaje del derecho internacional que nunca se ha cumplido, pero que garantiza, digamos, el derecho al movimiento y a la protección.

Eugenio Pino, excomisario de la mal llamada ‘política patriótica’ ha hablado en el Congreso y ha dicho que haría “todo por España”. “Todo es todo”, ha apostillado. ¿Esa falta de límites es una cascada por la que el ser humano se va perdiendo?

–No le quepa la menor duda. Qué bonito sería escuchar a un policía decir que estaría dispuesto a hacer todo por los derechos humanos, salvo violarlos. Cuando se introduce ahí la patria, una España parcial, sectaria, la que has elegido, la que te han contado, que otros sectores de la población no conciben de la misma manera, estás introduciendo donde tu misión es defender los derechos humanos una noción no solo ideológica, sino que tiene una carga histórica bastante amenazadora. A mí cuando un policía dice eso, yo me siento amenazado, no me siento tranquilo. A mí la policía me debería producir tranquilidad. Creo que cuando se acepta que puedes traspasar un límite en nombre de una causa, cualquiera que sea esta, acabas traspasándolos todos, y es el principio de una deriva que nos puede llevar muy lejos en un mundo armado, muy polarizado, en el que hay terrorismo, invasiones y ocupaciones, y en el que el único asidero que tenemos es precisamente la defensa de los derechos humanos, y por estos deberíamos hacer todo salvo violarlos.

Ese pilar tan básico está pinchando. ¿Cómo se recupera?

–Históricamente ningún avance ha estado definitivamente asentado. La democracia ha sido una excepción en la historia de la humanidad. En realidad en Europa y en el mundo es muy reciente, y si no se cuida y no se protege, se pierde. Deberíamos tener conciencia de eso. Son muchos los factores de esta pérdida…

Los medios de comunicación han perdido capacidad de penetración y la audiencia se ha fragmentado.

–Los medios siempre han jugado un papel pedagógico, que han perdido por al menos dos motivos: porque detrás hay también intereses y están muy ideologizados en todo el mundo, en España creo que particularmente, y acaban a veces perdiendo la perspectiva informativa. También por una pérdida radical de credibilidad asociada al crecimiento de las redes sociales y de las nuevas tecnologías. La mayor parte de los jóvenes, contaba El País, se informan a través de un amigo o de las redes sociales. Eso no es informarse. Los medios de comunicación surgieron durante la Ilustración, donde se configura la llamada opinión pública, que exige distanciamientos, escritura y reflexión. Eso se está perdiendo. Las redes sociales, por ejemplo, solo sirven para informarte si tú previamente te has informado. Si no, te crees cualquier cosa. La máxima incredulidad es siempre el umbral de la máxima credulidad. Cuando has dejado de creer en nada, puedes creer cualquier cosa. Y estamos en ese punto. De ahí el aumento de los terraplanistas, los antivacunas, los magufos, los que creen en los ovnis, que además piensan que están siendo muy antisistemas y muy rebeldes. Fíjese en el acercamiento que existe entre antivacunas e incluso terraplanistas y las ultraderechas. Todas las teorías conspiratorias que son claramente alimentadas en las redes y de las que los más jóvenes, que no han tenido una previa experiencia analógica, son víctimas favorables.

Hace año y medio la presentaron en la UPNA como un filósofo marxista. ¿Qué vigencia tiene el marxismo en el siglo XXI?

–Yo no sé si me definiría así, el marxismo forma parte de mi formación, pero cada vez me gustan menos las etiquetas, aquellas que tratan de definirte como una única cosa. Soy freudiano y chestertoniano y darwiniano, soy muchas más cosas. En todo caso sí creo que para entender el conflicto, y la economía es fundamentalmente conflicto, y la economía capitalista es conflicto, resulta necesario el marxismo. Uno no puede ser un buen historiador, un buen sociólogo o economista si no ha leído a Marx, si no ha pasado por ahí, eso no me ofrece la menor duda. Mario Bunge, el epistemólogo argentino, que venía del marxismo, decía que era muy útil para entender el conflicto pero no para hacer política. Creo que es verdad, hay que ser marxistas en el análisis y luego mantener siempre la vista en toda la tradición socialista, republicana, e incluso liberal, la verdadera, no la neoliberal asociada a la economía, sino a la defensa de los derechos civiles. Eso forma parte de nuestro patrimonio, y ojalá esas tradiciones llegaran a algún tipo de acuerdo para defender la democracia, que no es solo derechos civiles y parlamentos, sino también derechos sociales e igualdad económica.

¿Residir en Túnez, antes lo hizo en El Cairo es una ventaja para analizar con perspectiva?

–Puede, en el sentido de que siempre he vuelto a una España desconocida, lo hago muy a menudo a dar charlas, ahora con más frecuencia, pero cuando espaciaba más mis regresos, siempre tenía la sensación de que en mi ausencia habían ocurrido cosas importantes, decisivas, y eso me obligaba a hacerme preguntas, mientras que uno en su país lo acepta todo con una cierta normalidad. He hecho lo que he podido. Creo que esto me ha dado una mirada cercana al mundo árabe, por un lado, que hemos visto muy turbulento, y me ha hecho con estos regresos esporádicos reencontrarme con un país del que yo de alguna manera había huido, y ha conseguido interesarme mucho.

“Ayuso debería pensar más en Navarra y menos en Trump y en Orbán”
Santiago Alba Rico, hijo de Lolo Rico, participó en su día en La bola de cristal, programa del que se cumplen 40 años de su nacimiento. Pretexto para hablar de la evolución sociológica y política en estas décadas.

Le confieso que venía a la entrevista tarareando la melodía de ‘La bola de cristal’. Debe ser una satisfacción como hijo y copartícipe que el programa se recuerde.

Para mí más que nada es una sorpresa, y lleva a preguntarme -mi campo es la reflexión por qué un programa que en su tiempo fue tan chapucero y tan improvisado, y por otro lado tan subversivo y tan provocativo, y sin quererlo a veces, porque lo hacíamos con muchísima naturalidad, se recuerda 40 años después de esta manera un poco excesiva a mi juicio. Yo creo que tiene que ver con lo que ha pasado en España en estos 40 años, no hay que olvidar que ‘La bola de cristal’ deja de emitirse justo cuando se aprueba la ley de la televisión privada. Hubo un choque de modelos, y lo que ocurrió por desgracia es que la televisión pública adoptó el modelo tanto estético como de programación de la privada, ya no tenía cabida La bola de cristal y menos los electroduendes, que son los guiones que yo hacía, que eran claramente subversivos. Yo era un irresponsable que tenía 24 o 25 años en ese momento. Más bien me sorprende mucho este fervor por La bola 40 años después, y a veces incluso le confieso que me irrita, porque yo doy muchas conferencias, he escrito como 30 libros, y siempre me ocurre que alguien se me acerca al final para decirme por ejemplo que se hizo de izquierdas gracias a mis guiones de los electroduendes.

Ahora coincide con un aniversario muy redondo y comentado.

-Pero a veces incluso gente que no había nacido ha interiorizado ‘la bola de cristal’ en su imaginario como algo particularmente excepcional y que dejó una semilla inolvidable. Yo no me lo explico. Era un programa muy chapucero, con cosas muy interesantes, y en todo caso creo que la razón de su éxito es que mi madre supo hacer confluir ahí la protesta política de mucha gente que venía de la lucha antifranquista con ese movimiento de renovación estética y cultural que fue La Movida. Esa convergencia de dos corrientes que estaban luego destinadas a separarse en ese momento concreto de la historia de España, primera legislatura del PSOE, hizo que ese programa quedara en la memoria.

¿Cree que Pedro Sánchez dejará una huella? Bien por hacer de la necesidad virtud, forzado por las circunstancias o por oportunismo ha girado al PSOE a la izquierda y provocado crujidos en la vieja guardia.

-En efecto, a mí al principio me importaba, ahora me da un poco igual si es por oportunismo o se lo cree sinceramente. Pascal decía que para creer basta con ponerse de rodillas. Uno se pone así por obligación y de pronto crees en lo que haces en cuanto empiezas a hacerlo. Me parece que psicológicamente a Pedro Sánchez le ha pasado eso. Que empezó por oportunismo, por sobrevivir, y que ahora realmente se lo cree. En todo caso ha conseguido girar hacia la izquierda, también presionado por Podemos primero y por Sumar después, que están perdiendo mucha fuerza, y creo que eso es el peligro para el futuro, no tener una verdadera izquierda a la izquierda del PSOE capaz de obligar a Sánchez a seguir en esa línea. Si no fuera por estas circunstancias en las que Sánchez se ha convertido en un paladín de la vieja socialdemocracia, no habría un empate entre la derecha y la izquierda, y probablemente tendríamos un Gobierno de coalición entre Vox y el PP, lo que para mí sería verdaderamente trágico para España y para los españoles.

Su hermano reside en Pamplona. Supongo que usted conoce Navarra como para ponerla en contraste con el clima o el imaginario de Madrid, por ejemplo.

-Vengo con mucha frecuencia, no solo a ver a mi hermano Nicolás o a dar charlas. Me gusta muchísimo el Pirineo navarro, la Selva del Irati, Elizondo, el valle de Roncal… Me gusta mirar España desde Navarra porque me parece que sería muy bueno que Ayuso, cuando habla de Madrid, y del proyecto para Madrid, pensase más en Navarra y en el País Vasco y no en Estados Unidos y Trump o en la Hungría de Orbán. Esto de conciliar tradición, calidad de vida, bienestar, es una cosa muy propia de Navarra. Madrid es un estado fallido. Yo lo llamo a veces en broma Ayusistán.

Ahora se habla de Madrid DF.

-En efecto, cualquiera que haya viajado a México DF puede entender hasta qué punto no es un lugar que se caracterice por la igualdad social y la prestación de servicios públicos.

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