«No necesito ayuda aquí en la calle, sino salir de ella»
Tres personas sin hogar que viven en Donostia narran las dificultades de la vida en la calle y piden más ayuda
Diario Vasco, , 17-10-2024La demanda de atención por parte de personas en situación de exclusión social, la mayoría de ellas inmigrantes, ha ido en aumento en los últimos años y es en la capital guipuzcoana donde recae la mayor parte de la «presión», según afirma el Ayuntamiento de Donostia, que reclama «corresponsabilidad» y «solidaridad» al resto de municipios en el reparto de los recursos destinados a este fin, como pueden ser pisos de acogida, servicios de atención diurna o centros para pasar la noche.
Algunos ejemplos de personas sin hogar que residen en Gipuzkoa como Miki, húngaro de 38 años; Triana, 27 años y de Sevilla; y Mary, un alemán que a sus 54 años se ha visto obligado a vivir en la calle, cuentan a este periódico las dificultades de la vida en la calle.
Miki, 38 años Hungría
«No necesito ayuda aquí en la calle, sino salir de ella»
Miki, junto a su perra ‘Mami’ en una de las aceras de la Avenida de la Libertad, en Donostia.
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Miki, junto a su perra ‘Mami’ en una de las aceras de la Avenida de la Libertad, en Donostia. Iñigo Royo
En plena Avenida de la Libertad encontramos a Miki junto a su perra ‘Mami’. «Llevo ya tres años en las calles de Donostia», recuerda antes de relatar su periplo por toda Europa. «Soy húngaro pero hace más de diez años comencé a viajar. Pasé por Italia, viví varios años en Barcelona, estuve en la Costa del Sol, en Andalucía y al final acabé aquí, en Donostia».
Recibe ayudas de varias asociaciones, pero no es suficiente. «No necesito ayuda en la calle, necesito ayuda para salir de ella». En este sentido, los procesos son «mucho más lentos». Miki tiene un deseo firme. Quiere dejar la calle, y para ello intenta integrarse al máximo. «Estoy haciendo cursos de castellano y alguno de Lanbide. Quiero encontrar trabajo y reconstruir mi vida aquí en Donostia».
La vida en la calle es muy complicada, «y más con un perro», añade Miki. Hace tres años llegó a Donostia acompañado de dos canes. Ahora sólo tiene uno. «Tuve que dar en adopción el otro porque era insostenible. Es difícil para mí, imagina si tengo que alimentar también a dos perros». Aun y todo, su perra ‘Mami’ significa un gran apoyo. «Estoy muy agradecido de que esté conmigo, me ayuda mucho».
Triana pide limosna en la entrada de un supermercado cercano a la Plaza Gipuzkoa.
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Triana pide limosna en la entrada de un supermercado cercano a la Plaza Gipuzkoa.
Triana, 27 años Sevilla
«Me da vergüenza tener que pedir, pero no me queda otra»
Cerca de la Plaza Gipuzkoa, Triana pide dinero «para sus dos hijos». Esta sevillana de 27 años lleva mes y medio viviendo en la calle. «Perdí mi trabajo en Sevilla y el cuerpo me pedía cambiar de aires». Se trasladó a Donostia con los dos pequeños, pero las cosas no han ido como esperaban. «Me quedé sin dinero y no he podido encontrar trabajo aquí. Ahora vivo en una tienda de campaña cerca de Gros y he mandado a mis hijos de vuelta a Sevilla, con mi familia».
Su situación actual complica la búsqueda de trabajo. «He dejado mi currículum en muchísimos sitios pero no me llaman. Vivir en la calle influye. Es muy difícil encontrar trabajo viviendo en la calle», reconoce. «Quiero trabajar de lo que sea, ojalá encontrar algo, porque esta situación es insostenible y más aún si tengo que mantener a dos niños. No puedo estar más tiempo sin hacer nada».
Ahora quiere recaudar el dinero necesario para volver a Sevilla con sus hijos. «Me queda poco para volver, quiero ver a mis hijos y estar con ellos», asegura emocionada. «Me da vergüenza tener que pedir en la calle, pero no me queda otra si quiero darle la vuelta a esta situación».
Mary, sentado junto a uno de los comercios del Boulevard de Donostia.
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Mary, sentado junto a uno de los comercios del Boulevard de Donostia.
Mary, 54 años Alemania
«Me robaron el DNI y el colchón que utilizo como cama»
En la acera del Boulevard donostiarra, Mary, ciudadano alemán de 54 años, pide limosna junto a un supermercado. «Llevo ya un año viviendo en las calles de Donostia». Su historia es rocambolesca. «Vine a trabajar a Irun con mi marido, pero nos quedamos en la calle y él se fue a Bilbao sin dar explicaciones. No he vuelto a saber nada de él». Desde entonces, su vida se ha transformado. «Estuve viviendo en la calle en París, pero volví porque la vida allí era muy peligrosa». Ahora en Donostia, parece haber encontrado «su lugar en el mundo». «Esta es mi ciudad, quiero quedarme aquí. Lo primero que hago al despertarme es ir a mirar el mar. No quiero irme».
La belleza de la capital guipuzcoana contrasta con la crudeza de vivir en la calle. «Las noches son duras. Me robaron el DNI y el colchón que utilizaba como cama. Ahora duermo en un cartón en el suelo». Con el invierno a la vuelta de la esquina, la situación se recrudece. «Paso mucho frío, vivo con lo puesto, no tengo nada con que abrigarme».
Mary recibe la ayuda de los trabajadores de un supermercado. «De vez en cuando me dan comida para que pueda alimentarme. Estoy muy agradecido».
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