El húngaro Viktor Orban, que además ocupa la presidencia rotatoria del Consejo Europeo hasta final de año, es un firme defensor de centros de acogida de migrantes fuera de la Unión Europea. También en Eslovaquia lo hace Robert Fico, y en Austria o Países Bajos, los partidos más votados están a favor de controlar la inmigración y defienden que es necesario establecerlos. El Gobierno italiano de Giorgia Meloni, de hecho, ya ha puesto en marcha este sistema mediante un acuerdo con Albania enviando en las últimas horas a 16 inmigrantes a este país balcánico.

Pero es que además de todos estos ejecutivos radicales o extremistas, fuentes de la Comisión Europea recuerdan que ya el pasado mes de mayo la presidenta Ursula von der Leyen recibió la petición inicial de 15 países, dato que añaden que luego subió hasta 17, para que se comiencen a estudiar los puntos de control más allá de la UE. Y entre esas naciones también están países con gobiernos tan dispares como los de Dinamarca, Finlandia, Polonia, República Checa, Bulgaria, Estonia o Grecia.

“Hay claramente una mayoría de estados miembros que pidan que se considere y se debata esta opción”, prosiguen en Bruselas, después de que Von der Leyen haya remitido una carta a los países miembros en la que, efectivamente, se plantea trabajar en “soluciones innovadoras para contener la inmigración ilegal” y “explorar posibles vías para avanzar en la idea de desarrollar centros de retorno fuera de la UE”. “La migración seguirá siendo uno de los problemas más acuciantes que requieren nuestra atención”, incide el texto de la alemana.

El documento de mayo al que hacen referencia en la Comisión se publicó apenas unos días después de que el Pacto Europeo de Migración y Asilo fuese aprobado, y se planteó para los migrantes rescatados en alta mar. España fue el único país de primera fila marítima que no lo secundó. Tras la carta de Von der Leyen, la ministra Pilar Alegría, portavoz del Gobierno español, ha explicado en su comparecencia que “España ha manifestado su posición en contra”, informa Raúl Piña.

“Deberíamos seguir explorando vías”
“Deberíamos seguir explorando posibles vías para avanzar en la idea de desarrollar centros de retorno fuera de la UE, especialmente con vistas a una nueva propuesta legislativa sobre el retorno”, es la reflexión que Von der Leyen traslada a sus socios, en la víspera de la celebración de un nuevo Consejo Europeo esta semana en Bruselas.

En la Comisión subrayan que la política de retorno “no está funcionando” y que es necesario actuar. El debate y las posibles medidas a tomar están en una fase muy temprana, no está en absoluto claro cómo se desarrollarían esos centros para inmigrantes fuera de las fronteras de la Unión Europea y lo que explican en Bruselas es que se aplicaría para inmigrantes que ya han recibido la negativa para permanecer en el país miembro correspondiente.

Von der Leyen apunta en su carta que el mencionado sistema Italia-Albania implantado por Meloni permitirá " extraer lecciones prácticas", y sin duda el Consejo que esta semana se celebra en la capital comunitaria, con la inmigración, la situación en Oriente Próximo y Ucrania como principales cuestiones, será clave.

Las conclusiones del documento se antojan muy interesantes, o incluso las no conclusiones si se produce algún veto ante el intento de introducir la necesidad de los centros de acogida o si, por otra parte, hay países para los que lo acordado es insuficiente. Pero en la Comisión insisten en que hay una “amplia mayoría” que quiere abordar el debate en esta dirección y es lo que la presidenta de la Comisión va a hacer ya sólo en los próximos días sino meses e incluso años.

Además, hace apenas unos días otros 17 países le pidieron un “cambio de paradigma” en el modelo de inmigración. “Las personas sin derecho a estar en territorio comunitario tienen que rendir cuentas”, incidían en este texto en el que, de nuevo, estaban Dinamarca e Italia, pero también Francia y Alemania, que no estaban en el documento inicial al que se refieren en la Comisión.

Una vez más, una mezcla muy relevante de países, sensibilidades y orientaciones políticas. Y una nueva muestra evidente de que en Europa está muy extendida la convicción de que es necesario controlar los movimientos migratorios.