Donde nace el viento
Presente
Dicen que hay muchos migrantes en nuestra sociedad. Donde algunos ven extranjeros, otros ven a gente que sirve en las cafeterías, que hace repartos a domicilio, que cuida de sus hijos...
Diario Vasco, , 14-10-2024icen que la vista es, entre todos los sentidos, el más preciso, el más fiable. El conocimiento se apoya, muchas veces, en la visión. Quien ha visto puede contarlo; quien no, está condenado muchas veces al silencio. Todavía, en estos tiempos tan convulsos, no se concibe un viaje, si no es para contarlo después. «¿Qué habéis visto?», es la pregunta que se hace a quienes han viajado, sea por vacaciones, por necesidad o por otra cuestión. Es más importante el saber qué se ha visto antes que dónde se haya estado. Quien más y quien menos cuenta su experiencia; se convierte en narrador, en fabulador, a su pesar. Lo cuenta, además, con los instrumentos y medios que posee. Antes de internet y de los teléfonos móviles, el álbum de fotografías suplía al libro. En las fotos estaba expuesta la cronología del viaje, la intrahistoria, el detalle. Lo demás era habilidad del viajero, el arte que tuviera para describir lo visto, para exponer lo sucedido, para sacar consecuencias de tal hecho. Antes de la fotografía, se erigía, en primer lugar, la memoria como fiel guardiana de la realidad, como testigo del tiempo transcurrido en la travesía, en el presente derrochado entre la ida y la venida.
El presente es el más frugal y frágil de los tiempos. De ningún lado viene y a ningún lado va. Es como otras muchas cosas, una construcción social, una manera de limitar el instante que transcurre en eso que se llama «vida», que no es más una vela que se va consumiendo poco a poco, dejando sentir, eso sí, la intensidad de la luz, su brillo, su declive, su extinción. Fuera de eso, poco sabemos de qué materiales está hecho el presente; pero sabemos que cada cual lo interpreta a su manera.
Dicen que hay muchos inmigrantes en nuestra sociedad. Donde algunos ven extranjeros, otros, sin embargo, reconocen a gente que sirve en las cafeterías, que hace repartos a domicilio, que cuida de sus hijos, que desempeña oficios diversos, que va al lugar de trabajo en autobús o en el topo, como los de aquí. El regreso al lugar del que se ha partido da, en alguna manera, sentido a cualquier viaje; le confiere valor. Viaje sin retorno no sería viaje, sino exilio. Viaje sin punto de llegada, tampoco sería viaje, sino condena. Y como en todo viaje, el encuentro con el otro, con el extraño, es inevitable. Lo que vemos es consecuencia de la manera del mirar, que va cambiando, como el presente, que, si no fuera lo que es, sería inasumible, porque significaría la eternidad.
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