EDITORIAL

La Catalunya pobre crece

El Periodico, 26-08-2006

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posiciones personales.
Más de 1,2 millones de personas viven en Catalunya en una situación de riesgo de pobreza o son pobres, de acuerdo con un estudio elaborado por el sindicato UGT. Estos ciudadanos, que representan el 17,7% de la población, disponen de una renta neta anual por debajo de los 7.569 euros, límite establecido por el Institut d’Estadística de Catalunya para marcar el umbral de pobreza, casi 1.500 euros inferior – – el 40% – – a la renta media neta anual. Las familias monoparentales, quienes viven solos, los extranjeros, los ciudadanos con estudios básicos, ancianos, viudas y mujeres constituyen los colectivos más afectados.
Se trata de una bolsa de pobreza que supera apreciaciones anteriores: hasta la fecha, se había estimado que englobaba a poco más del 15% de la población. Con el agravante de que esta corrección al alza coincide con cinco años de crecimiento económico ininterrumpido, que han permitido a Catalunya rebasar con cuatro años de anticipación los objetivos de Lisboa, establecidos por la UE para el 2010. Dicho de otro modo: superar una tasa de ocupación del 70% y situar el crecimiento del PIB del primer trimestre de este año en el 3,6%, una décima más que la tasa española, no ha contenido el avance de las desigualdades.
La edad y la soledad, los flujos de emigración clandestina y los déficits en infraestructuras se encuentran en el origen del avance de la pobreza en una sociedad del primer mundo. Con los riesgos añadidos de fractura social, desestructuración familiar y crecimiento de guetos a pocas manzanas de la prosperidad. Unos riesgos que, en el caso de las mujeres, tienen características muy particulares, de tal manera que ellas superan en más de 100.000 a los hombres. Y, mucho más, entre la población inmigrante: el 37,8% – – más de 300.000 personas – – se encuadra en la franja de población pobre.
Del mismo estudio se desprende que, con intervenciones concretas y programadas de la Administración, se podrían corregir algunos de los factores que inducen a la pobreza y, en última instancia, a la marginación. Por ejemplo, mediante el aumento de plazas de residencias para ancianos y en los hogares y guarderías infantiles, un número considerable de mujeres podrían aspirar a tener un trabajo remunerado, y mediante la ampliación de la red de transportes en la periferia de Barcelona sería posible el acceso a determinados empleos a quienes, por vivir en el centro de la ciudad y carecer de vehículo propio, ahora no pueden hacerlo. Ni se trata de soluciones milagrosas ni de bajo coste, pero ningún esfuerzo presupuestario está más justificado que el que se dirige a combatir la exclusión.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)