El Bafle

Esmeralda Rancapino y José del Tomate sobreponiéndose a los nervios

Los dos jóvenes y verdes artistas gitanos agotaron las entradas y dieron un concierto creciente en los Viernes Flamencos del Teatro Barakaldo

El Correo, Óscar Cubillo, 08-10-2024

Segunda jornada del 28º ciclo Viernes Flamencos del Teatro Barakaldo. Se agotaron las entradas diez minutos antes de la hora, en la cola, justo delante de nosotros se despachó la última de las 157 butacas de la sala sótano. ¡Menos mal que teníamos reservadas las nuestras! Había bastantes espectadores jóvenes en la cola de entrada, quizá atraídos por la edad de los dos actuantes, que juntos lo hacían por primera vez: la cantaora Esmeralda Rancapino (Esmeralda Torres Núñez, nacida hace 18 años en El Puerto de Santa María, Cádiz, hija del percusionista Ramón Torres Núñez y de la cantaora Ana Núñez Fernández, nieta de Alonso Núñez ‘Rancapino’, y descendiente de Orillo del Puerto) y el tocaor José del Tomate (nacido en Almería hace 26-27 años, hijo de la estrella mundial de la guitarra Tomatito, y bisnieto de Miguel El Tomate).

Los dos cachorros gitanos ofrecieron un concierto irregular pero a Dios gracias creciente. Se les notó verdes, pero cuando calentaron y olvidaron los nervios evidentes (tragaban saliva, se quedaban paralizados, se echaban miradas de apoyo…), la cita subió un escalón y el flamenco brotó con la prestancia que se le supone. En 70 minutos de velada sonaron 9 temas. La primera mitad fue inquietante, con unas alegrías iniciales que nos hicieron pensar que debíamos haber ido a otro concierto: ella cantaba demasiado suavito, no vocalizaba, los dos palmeros la acompañaban también a lo bajini, la guitarra no acababa de romper porque siempre debe ir por debajo del cante… Extrañamente, qué ovación recibieron, se ignora si para animarles o porque el público en su mayoría andaba despistado. Y a la segunda, por mineras, una luz de esperanza se atisbó en el dúo de los dos chavales, los dos melenudos, ella con uñas Rosalía y él con mocasines de fieltro, ella entonando ancestral incluso, con temple, y él brillando sólo de vez en cuando.

En cuarteto, con los dos palmeros enfáticos
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En cuarteto, con los dos palmeros enfáticos Óscar Cine
Entonces José del Tomate se echó el concierto a sus espaldas durante tres instrumentales, sin Esmeralda en escena: uno de su bisabuelo que resolvió con seguridad e incluso rotundidad, unas bulerías también crecientes, menos mal, y una suerte de ‘Ojos verdes’ con mucha carga melódica. Reapareció Esmeralda, en los tangos se quedó a medias de todo, y en la terna final, con algún palo más serio y más difícil, todo se templó, la voz de Esmeralda que ya parecía de más edad, la guitarra de Tomate que tuvo ráfagas de maestrillo, y los eficacísimos palmeros siguieron bien aunque no fueron necesarios para disimular ninguna carencia: la soleá de Cádiz fue lo mejor de la cita, por severa y con duende, en las bulerías cantadas ella se animó a ponerse en pie y a cantar sin micrófono, y a modo de fin de fiesta o más bien de bis los dos chavales regalaron un sentidísimo e inspirado fandango, sin amplificar ni la sonanta ni la garganta, ambos al borde del tablao, dejando buena impresión, quizá ya más tranquilos porque habían salvado el compromiso.

Y es que el flamenco es muy difícil, oigan.

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