En esencia

Esencialismos

Diario de noticias de Gipuzkoa, Javier Armentia, 07-10-2024

Una de las características de esta sociedad tan polarizada es que se ha incrementado un cierto gusto por el esencialismo. Ya saben, remarcar esos valores que se consideran genuinos y despreciar todo aquello que se pueda añadir. Por contingente, porque hace ruido, porque molesta y despista a lo nuclear, afirman. Por ejemplo, las gentes estas que ahora claman por la mujer-mujer (repetido con énfasis, que suena un poco como dicho por una folklórica de las de antes) como sujeto político o biológico ante la realidad trans, que convierten a personas que se identifican como mujeres en invasoras de un espacio esencial y propio. En biología los esencialismos siempre provocaron odio: racismo, misoginia, lgtbifobia… Solo por eso deberíamos sospechar de quienes lo venden en otros órdenes de la vida por fundamentalistas. Leo que la Unión Europea ha dicho que el esencialismo en esto de las carnes procesadas tampoco vale: que ya puestos a admitir como hamburguesa una que tiene pavo o salmón, igualmente podemos denominar así a una donde la proteína es heura, soja o garbanzo. Y pasa lo mismo con una salchicha. Ya empezamos a ver por aquí otros productos que fueron cárnicos pero ahora pueden tener parecida forma o sabor con componentes vegetales o procesados que no vienen de seres vivos. No es que pretendan engañar siendo lo que no son, simplemente reclaman su espacio dentro del supermercado. Los de la carne-carne temen que la razonable tendencia del consumidor a buscar alternativas vegetarianas hiciera daño al negocio. Que es en el fondo lo que ha pasado en el largo debate sobre el tema con los lobbies del sector cárnico. Los esencialistas suelen ser muy de grupos de presión, de alianzas y manejos de poder: al fin y al cabo lo que quieren es defender su conventillo. Y el negocio asociado.

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