Editorial
Aviso ultra en Austria
Las democracias liberales tienen que ofrecer resultados inmediatos y tangibles para no quedar a merced del nihilismo populista
Diario Vasco, , 01-10-2024La victoria del FPÖ en las elecciones de Austria del domingo ha vuelto a situar a todos los europeos y a la propia Unión ante el desafío que el auge de la ultraderecha supone para las democracias más avanzadas. De nuevo, con el riesgo de que el debate político y la reflexión institucional se reduzcan a la consigna de establecer el consabido ‘cordón sanitario’ para impedirle gobernar, como con toda probabilidad ocurrirá en este caso, sin detenerse a analizar hasta qué punto y en qué sentido ese extremismo iliberal refleja una insatisfacción social que los partidos tradicionales continúan soslayando precisamente con esa medida defensiva. No es ahora cuando el populismo de ese signo irrumpe de forma sorpresiva. Eso ocurrió hace ya dos décadas. Lo que ocurre ahora es que incluso modestos aumentos de voto en parlamentos muy fragmentados está permitiéndole alzarse con el primer puesto. El del ultra Herbert Kickl con un programa radical de control de las fronteras, contrario a las políticas medioambientales y al apoyo a Ucrania fue tan significativo –creció casi 13 puntos y consiguió el mejor resultado en la historia del FPÖ– como el desplome de los democristianos en el poder.
Las expectativas de éxito extremista inducen comportamientos electorales reactivos: hay formaciones convencionales que no solo no se resienten del auge de esos grupos, sino que el temor que ellos suscita les permite sumar apoyos. Lo que a su vez, y paradójicamente, contribuye a naturalizar el ascenso de la ultraderecha como estímulo gratificante de la pugna partidista. Pero lo que a Kickl le ha permitido ganar no ha sido tanto su acción como el vacío, propicio a la incertidumbre, dejado por el desgastado Gobierno de centro-derecha en alianza con los verdes y por la oposición socialdemócrata en materias tan sensibles como la inmigración o la defensa de Ucrania. Sin olvidar la recesión económica que sacude Austria, que ha penalizado a las fuerzas en el poder y la izquierda moderada no ha sabido rentabilizar.
Las democracias liberales no pueden depender del mero enunciado de políticas supuestamente solidarias y de convivencia. Tienen que mostrarse decididas a ofrecer resultados inmediatos y tangibles. Porque de lo contrario quedarán a merced del nihilismo populista en sus distintas variantes. Sobre todo, si no queda claro que la UE tiene una política migratoria eficaz y distinta a las de las extremas derechas o que quiere que Putin pierda su guerra.
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