Milicias disparando a migrantes, la nueva rutina en las fronteras de Europa

La violencia contra las personas migrantes alcanza niveles inéditos con la colaboración de Frontex y el Gobierno de Italia. Organizaciones como Sea-Watch trabajan con escasos recursos frente a milicianos libios con equipamiento europeo.

Público, José Bautista, 30-09-2024

El sábado 21 de septiembre, a las 11.37 GMT, al menos dos milicianos libios abrieron fuego contra una embarcación precaria y llena de migrantes que trataba de llegar a la isla italiana de Lampedusa. La agresión armada tuvo lugar en aguas internacionales. El ataque fue presenciado en directo por una avioneta de Sea-Watch en la que había cuatro personas, incluido el periodista que firma esta información. Este no es un episodio violento aislado sino la nueva normalidad en las fronteras marítimas de la Unión Europea.

Los disparos fueron efectuados por dos individuos vestidos de paisano a bordo de una embarcación militar en cuya cubierta podía leerse, en inglés y árabe, “Guardia Costera Libia”. Los sujetos que dirigen estas embarcaciones no son profesionales del salvamento y la seguridad marítima, sino milicianos armados que reciben financiación, entrenamiento y tecnología punta de la Unión Europea y de gobiernos como el de la italiana Giorgia Meloni. La patrullera rápida Corrubia Class, desde la que se realizaron los disparos, es idéntica a las que Italia regaló a Libia en 2023. “Esta violencia extrema contra la gente en movimiento y contra las ONG es cada vez más frecuente”, afirma Laura Meschede, de Sea-Watch.
A bordo de la avioneta de Sea-Watch viajaban el piloto, el copiloto, el documentalista Víctor Luengo con su cámara y el autor de este artículo, equipado con prismáticos y con acceso a un mapa aéreo con información en tiempo real. Antes, durante y tras el tiroteo, el piloto de Sea-Watch advirtió la presencia de una aeronave no identificada –es decir, con sus sistemas de identificación apagados– volando en la misma zona a una altura aproximada de 9.000 pies.

Nada más producirse los primeros disparos, el copiloto de Sea-Watch emitió varios mensajes de radio dirigidos a los milicianos libios. “¡Dejen de disparar! ¡Dejen de disparar! ¡Estamos grabando!”. Esas fueron sus palabras exactas. Los disparos cesaron de inmediato. La patrullera italiana bajo control de los libios detuvo sus motores y lanzó al agua una zodiac rápida con la que unos minutos después los milicianos interceptaron la embarcación cargada de migrantes.

La patrullera lanzó al agua una zodiac rápida con la que interceptaron la embarcación cargada de migrantes
Libia es un país sumido en el caos en el que gobiernan dos facciones de milicias armadas, conocidas coloquialmente por los nombres de las ciudades en las que sitúan sus bases: Trípoli y Bengasi. En Libia impera la ley del más fuerte. Los migrantes que son apresados en el mar con la complicidad de la Unión Europea sufren torturas, esclavitud y encarcelamiento en centros financiados con fondos europeos y definidos por el ex director adjunto de Frontex, Gil Arias, como “pocilgas”. De estas y otras violaciones dan cuenta los migrantes que sobreviven para contarlo y numerosos informes de organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Las milicias libias infligen un trato inhumano también a mujeres, niños y ancianos.

Aquel sábado, la avioneta de Sea-Watch avistó cuatro embarcaciones con migrantes rumbo a Italia. La primera apareció como un pequeño punto en la inmensidad del mar, justo cuando se encontraba relativamente cerca de Lampedusa. La segunda fue interceptada por los libios en la zona de rescate bajo responsabilidad de Malta, donde no tienen competencia. Los tripulantes de la avioneta de Sea-Watch vieron cómo los libios apresaban a todo el mundo y, tras robar los motores de la embarcación, trataron de prenderle fuego con el uso de bengalas náuticas. La tercera embarcación fue la que recibió los disparos de las milicias libias, que después detuvieron a los migrantes. La cuarta y última sí logró llegar a la isla italiana.
Sea-Watch tiene por objetivo salvar vidas en el mar y obtener pruebas de las violaciones que sistemáticamente cometen Frontex y gobiernos como el de Italia en coordinación con los grupos violentos bajo las órdenes de Túnez y Libia. Esta organización dispone de recursos limitados en sus barcos y avionetas para acometer ambos objetivos. El avión que aquí se describe es un pequeño Beechcraft Baron 58 sin radares, por lo que el avistamiento de náufragos depende de la capacidad visual de los tripulantes, las condiciones meteorológicas y del pulso de los tripulantes con los prismáticos.

Las operaciones aéreas de Sea-Watch pueden durar más de ocho horas en las que la tripulación no cuenta siquiera con un cuarto de baño debido al reducido tamaño del avión. Mientras tanto, las milicias libias, los agentes tunecinos y las fuerzas de Italia y Frontex cuentan con barcos rápidos y bien equipados, así como con aviones con cámaras optrónicas, radares de última generación y sistemas de comunicación satelital con los que mejoran la eficiencia de su cometido: impedir a toda costa que ningún migrante llegue a Europa. A diferencia de las cámaras optrónicas automáticas, los voluntarios de Sea-Watch intentan grabar con cámaras convencionales. Las maniobras constantes de estos vuelos hacen difícil mantener el pulso y la concentración. “Solo contamos con prismáticos para encontrar a gente en peligro en el mar y monitorear violaciones de derechos humanos, mientras que Frontex tiene tecnología punta pero su objetivo no es hacer rescates, sino impedir que la gente llegue a Europa y pueda ejercer su derecho a pedir asilo”, explica Meschede, de Sea-Watch.

“Frontex tiene tecnología punta pero su objetivo no es hacer rescates, sino impedir que la gente llegue a Europa”, apunta Meschede
Frontex asegura que ninguna de sus aeronaves estaba presente en la zona en la que se produjo el tiroteo. También afirma que su avión más cercano estaba a 50 millas náuticas y que ese día localizó 25 embarcaciones con migrantes en peligro en el Mediterráneo central. Esta agencia, la primera de la UE que cuenta con un ejército de agentes armados, matiza que ellos no se comunican directamente con los milicianos camuflados como guardacostas libios, sino con el Centro de Coordinación de Rescates de Libia y con sus pares de Italia y Malta, algo que aseguran también hicieron aquel día. Por su parte, Meschede apunta: “Italia, un Estado miembro de la Unión Europea, compra los barcos, y Frontex, una agencia europea, entrega la información sobre dónde está la gente, por lo que son totalmente responsables de lo que está pasando”.

Un bote en Lesbos (Grecia).
Frontex pide a Grecia que explique lo que hizo en dos actuaciones con migrantes
En ocasiones anteriores, Frontex negó otros hechos graves, entre ellos numerosas devoluciones en caliente en el mar. “Hay muchas pruebas de que Frontex entrega información sobre la ubicación de los barcos de refugiados a los llamados guardacostas libios”, afirma Meschede. Diversos vídeos, documentos confidenciales y testimonios acreditaron la implicación directa de Frontex en estas violaciones de derechos humanos. El último director de Frontex, Fabrice Leggeri, es actualmente eurodiputado del partido ultra francés comandado por Marine Le Pen.

En el pasado las autoridades europeas trabajaban codo con codo con Sea-Watch y otras organizaciones para rescatar a personas en el mar. “Ahora las autoridades europeas nos ven como enemigos, detienen nuestros barcos, este año la autoridad aérea civil de Italia intentó parar nuestros vuelos”, explica Meschede. Frontex no accedió a dar una entrevista a este medio en Lampedusa pero aseguró, por escrito, que ese mismo fin de semana trabajó con las autoridades italianas para rescatar a más de 300 personas.

Misión antimigratoria cumplida
La avioneta de Sea-Watch regresó al aeropuerto de Lampedusa una hora después de que los milicianos libios dispararan contra el barco de migrantes. Apenas 20 minutos más tarde aterrizaron y estacionaron justo al lado dos aviones, un Hawker 750 y un Diamond DA62. Estas aeronaves, equipadas con tecnología punta, pertenecen a la empresa británica DEA Aviation, una subcontrata de Frontex que monitoriza la presencia de barcos con migrantes en el Mediterráneo central. Nada más salir del avión, uno de los dos pilotos de esta aeronave admitió que eran ellos quienes estaban volando a 9.000 pies de altura en la zona en la que las milicias libias dispararon contra los migrantes. ¿Fue esta la aeronave que puso bajo aviso a los milicianos libios que dispararon a los migrantes? Frontex lo niega. El mismo tripulante, un joven británico, explicó que todo lo que van viendo en el mar lo reportan directamente a la sede de Frontex en Varsovia (Polonia) para que desde allí la información fluya en tiempo real hacia los socios antimigratorios de Europa, en este caso las milicias armadas libias.

Tras bajar de los dos aviones, los empleados de la subcontrata de Frontex se fundieron en un abrazo. Un día más, habían cumplido con éxito su misión antimigratoria: lograron que un número indeterminado de personas desesperadas no llegaran hasta Europa y que todo, desde su complicidad con grupos armados hasta quienes apretaron el gatillo, quedara impune. No hay información sobre la identidad de las víctimas de esos disparos ni las razones por las que se jugaron la vida en el mar.

Uno de los pilotos admitió que era su aeronave la que volaba sobre la zona donde se produjeron los disparos
Dos días antes de este episodio violento, el líder de la oposición española, Alberto Núñez Feijóo, se reunió con Giorgia Meloni y pidió a Pedro Sánchez que siga los pasos de la primera ministra italiana para impedir la llegada de migrantes. No obstante, el Gobierno de España es pionero en la externalización del control migratorio y mantiene acuerdos con Marruecos, Mauritania, Senegal y otros países africanos a los que subcontrata para reprimir los flujos migratorios. Las autoridades de estos países usan el equipamiento que les entrega España para detener, encarcelar y abandonar a los migrantes en zonas remotas del desierto. “La Unión Europea está externalizando la violencia y no quiere asumir su responsabilidad”, concluye Laura Meschede.

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