El Frente Atlético avergüenza al Metropolitano
Los radicales proyectan una avalancha de objetos sobre Courtois y provocan la suspensión del derbi durante un cuarto de hora
La Vanguardia, , 30-09-2024En los prolegómenos del derbi hablábamos de racismo y antirracismo.
Al cierre, la vergüenza la traen los fanáticos que dan rienda suelta al absurdo: dan rienda suelta al instinto primario y convierten un deporte mágico en un espectáculo decepcionante.
Tertulianos y cronistas debatirán en los próximos días acerca del desastre que el fútbol desplegó anoche. Prepárense los oyentes de los programas deportivos. No se hablará de otra cosa.
Militão marca en el minuto 64 y el derbi, que ha ido avanzand de un modo civilizado –no saltan los racistas ni los antirracistas, Vinícius se ha limitado a jugar y callar–, se traviste.
Ahora es un dislate sonrojante, una lluvia de objetos se proyecta sobre Thibaut Courtois, el guardameta blanco, una avalancha que destapa las vergüenzas del Metropolitano, del fútbol en general.
Caen mecheros y bolsas de comida.
Courtois avanza hacia el centro del campo, le muestra los objetos al colegiado. Busquets Ferrer le escucha y los analiza. La megafonía entra en escena. Desde los altavoces, se le pide a los radicales del Frente Metropolitano que depongan su actitud. Koke, el capitán rojiblanco, da un paso al frente. Se acerca a ellos, se pone a los pies de la grada, no se corta.
Les vocea:
–Pero, ¿qué hacéis?
(“Han sido momentos de mucha tensión, pero somos profesionales y sabemos dónde estamos y también sabemos ser inteligentes. Por cuatro no podemos perjudicar a tanta gente y en el túnel hemos estado hablando de qué íbamos a hacer si volvía a suceder algo así; por suerte no se ha repetido”, diría el capitán rojiblanco más tarde, tras el derbi).
Simeone consuela a Courtois, que fue discípulo suyo en el Atleti entre el 2011 y el 2014 y está algo asustado y descompuesto por lo que ahora está viviendo. La megafonía insiste:
–No tiren objetos.
Y Busquets Ferrer, el colegiado, no duda por un instante: detiene el partido.
Jugadores a los vestuarios y desfile de padres que han llevado a los niños al estadio. La noche ha caído hace rato. Las familias se dispersan en los vomitorios y los pequeños se van confundidos y los padres se los llevan avergonzados, ya casi son las once de la noche y mañana es lunes y hay colegio y este espectáculo no es para niños.
Jugadores a los vestuarios y la megafonía va lanzando avisos temporales.
–El partido se reanudará dentro de ocho minutos.
–El partido se reanudará dentro de cinco minutos.
Y en las tertulias radiofónicas y en los comentarios televisivos se especula, desde ya, con hipotéticas sanciones.
–¿Qué viene ahora, cuál es el castigo que merecen estos radicales, cuál merece el club rojiblanco?
Hay respuestas de todo calado. Acaso un cierre parcial de la grada fanática del Metropolitano, acaso un cierre total del estadio; sin duda, sanciones económicas que el club deberá pagar en su momento.
LaLiga reacciona con celeridad diplomática. Emite un comunicado inmediato: “Tolerancia cero para la violencia de todo tipo”.
Es un mensaje muy bonito, pero es la nada.
Y al fin vuelve el fútbol al Metropolitano, lo hace un cuarto de hora después de la interrupción, ya casi estamos a las once de la noche, pero la vergüenza se ha extendido sobre todo el estadio, sobre el fútbol en general, y el mal ya está hecho y Ancelotti, en los últimos minutos, no se la juega más.
Retira a Vinícius, no vaya a ser que el brasileño, durmiente hasta ahora, se caliente y las cosas se compliquen aún más.
Y Enrique Cerezo, el presidente colchonero que también es productor de cine y en la víspera había soltado un mensaje confuso –“no somos racistas ni antirracistas ni de ningún tipo (sic)”–, ya tiene ahora un guion para una película absurda.
Sería un producto de serie B que fascinaría a los amantes del cine vulgar, de mal gusto, un insulto al sentido común y el espíritu que, se supone, debería subyacer en el alma de este deporte.
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