En Springfield las mascotas están a salvo mientras los haitianos tienen miedo

“Mi negocio se ha resentido mucho”, confiesa una empresaria de Haití. En la ciudad se respira tranquilidad, pero la batalla electoral sigue polarizando las posiciones

La Razón, Amador Guallar, 30-09-2024

En Springfield las mascotas están a salvo mientras los haitianos “Se están comiendo a los perros, a los gatos y a las mascotas de la gente que vive allí”. Estas palabras de Donald Trump, pronunciadas durante el debate presidencial del pasado 10 de septiembre sobre los migrantes haitianos en la ciudad de Springfield, en Ohio, pasarán a la historia de la política norteamericana como uno de los bulos más absurdos y dañinos del expresidente.

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Alrededor del mundo han causado una sentida risotada con todo tipo de memes y canciones, pero para los ciudadanos que huyeron de Haití en busca de una vida mejor ha significado un calvario que ensombrece sus vidas y negocios en esta pequeña ciudad del medio oeste llano, industrial, pero rodeado de inmensos campos de trigo.

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“Antes de las mentiras, mi restaurante estaba lleno durante los desayunos y las comidas. Mira como está ahora”, explica Keket, quien llegó a la ciudad en 2019 y es dueña del Bon Gout Caribbean Restaurant, mientras se encoge de hombros sentada en una de las mesas de su establecimiento vacío. “Mi negocio se ha resentido mucho. Hace casi dos semanas que no hago nada de caja y no sé cómo voy a pagar las facturas. Todo lo que han dicho los políticos es mentira”, afirma, refiriéndose a Trump y su aspirante a vicepresidente, el senador de Ohio J.D. Vance. “Incluso me han llegado a llamar por teléfono para preguntarme si tengo gato o perro en el menú. Y, por la calle, hay gente que me lanza maullidos o borda como un perro. Tengo miedo”, dice, con la cara compungida. Por ello, asegura que “votaré por Kamala. Es buena con la gente”.

Actualmente, está demostrado que las afirmaciones del expresidente están basadas en informaciones falsas. La oficina del administrador de la ciudad de Springfield, Bryan Heck, emitió un comunicado desmintiendo las acusaciones. “En respuesta a los recientes rumores que alegan actividad criminal por parte de la población inmigrante, deseamos aclarar que no ha habido informes creíbles ni reclamos específicos de mascotas que hayan sido lastimadas, heridas o maltratadas por individuos de la comunidad inmigrante”.

Por su parte, la policía de Springfield informó que no habían recibido informes de mascotas robadas o comidas. Sin embargo, el daño ya está hecho y el miedo de Keket está más que fundado, tal y como han demostrado los acontecimientos posteriores.

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Desde la emisión del debate la ciudad ha recibido más de 30 amenazas de bomba contra escuelas, donde varias unidades de la policía tuvieron que desplegarse para proteger a los estudiantes, edificios gubernamentales y las casas de los funcionarios locales. “Es normal, la gente que ha nacido o vivido toda la vida aquí está harta de perder el control sobre su ciudad. El domingo iré a la sesión municipal y seguiré contando la verdad. Tenemos un grave problema de inmigración y lo de los perros y gatos ha atraído la atención necesaria, aunque no sea cierto”, admite Danielle, vestida con una sudadera donde se lee America First (América Primero), uno de los lemas de Trump. “La inmigración nos está ahogando y hay que acabar con este problema como sea. Si hace falta luchar, pues adelante. Estoy dispuesta a morir por ello”, dice, con orgullo.

Con una población de alrededor de 60.000 personas, en pocos años Springfield ha visto crecer exponencialmente su población inmigrante, y eso no ha sentado bien a los residentes. Las autoridades municipales estiman la cifra de nuevos residentes haitianos en unos 15.000 a 20.000, todos ellos legalizados en agosto pasado junto a otros 300.000 conciudadanos por la administración Biden, dada la imposibilidad de volver a su país. “Yo trabajo todo el día para comprar lo que necesito. A mí nadie me da ayudas económicas, pero ellos no paran de recibirlas”, se queja Danielle.

Lo cierto es que, pasados unos días desde las declaraciones de Trump, en la calle no se observa ninguna beligerancia, aunque, en la comunidad haitiana, la tensión sigue muy presente. “La mayoría de los haitianos de Springfield no vinieron aquí porque necesitasen un trabajo. Muchos ya tenían empleos en Haití, pero las condiciones de seguridad en el país son insostenibles debido a las bandas, la criminalidad y los secuestros”, explica Viles Dorsainvil, director del Centro de Ayuda y Apoyo Comunitario de Haití, situado en uno de los barrios más pobres de Springfield. La organización se encarga de ayudar los recién llegados a asentarse en la zona y buscarles un trabajo según sus capacidades.

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Durante las dos últimas semanas, el miedo que dejaron atrás en la isla ha vuelto a sus casas por un bulo y la irresponsabilidad de ciertos “líderes políticos que pueden verificar al cien por cien si las noticias son ciertas, pero no ha sido así”, dice Viles, en referencia a Vance y Trump. “Incluso el alcalde desmintió la noticia, pero la narrativa en las redes sociales continuó”, se lamenta. La aprensión por lo que pueda pasar ha tenido la consecuencia que muchos trumpistas querían.

“Algunos haitianos ya se han marchado, otros se lo están pensando. Las acusaciones vertidas han dejado a la comunidad con un miedo y una ansiedad que todavía no se han disipado”. Además, Viles asegura que “el bulo ha tenido un impacto en la economía local. Si no navegamos estas aguas turbias con sabiduría la gente seguirá marchándose. Nosotros estamos aquí para ayudarnos, para convivir, trabajar y continuar viviendo con tranquilidad”, concluye.

La noticia sobre el consumo de mascotas se fraguó en la red social X cuando el 6 de septiembre apareció una publicación que aseguraba que un vecino había visto a un gato colgando de un árbol para ser sacrificado y comido por un grupo de haitianos. Era un bulo con una fotografía falsa de un hombre sujetando un ganso. Sin embargo, se viralizó. El origen real parece ser un incidente que ocurrió el mes pasado en Canton, Ohio. El 26 de agosto, la policía de esa ciudad acusó a una mujer de 27 años de crueldad animal y alteración del orden público por “torturar, matar y comerse a un gato”, según el atestado policial. No obstante, la detenida, Allexis Ferrell, no es haitiana. Nació en Ohio y se graduó en la escuela McKinley, en 2015, según informó la prensa local.

Aunque en la ciudad la presencia policial se ha reducido, recientemente, el ayuntamiento tuvo que cancelar su celebración anual de la diversidad, las artes y la cultura en respuesta a las amenazas de bomba que, tras una investigación criminal, el gobernador de Ohio, el republicano Mike DeWine, aseguró que fueron realizadas “por vía telefónica desde el extranjero”. Sin embargo, este no proporcionó más información al respecto, ni determinó de qué país o países provenían. Mientras tanto, la policía ha instalado cámaras de seguridad en puntos estratégicos, las cuales son visibles en las principales avenidas como la Main Street o en el centro histórico.

Por su parte, el alcalde de Springfield, Rob Rue, pidió a los líderes nacionales que “moderen sus palabras y digan la verdad”. Algo que, teniendo en cuenta el estilo de Trump, no resultará fácil. De hecho, el expresidente ya afirmó con anterioridad que no entendía “por qué Estados Unidos acepta a personas de países de mierda”, dijo, literalmente, “como Haití”.

En su campaña, la retórica es la misma y sigue centrándose en el odio hacia los inmigrantes, a los que acusa de ser “criminales, violadores, locos que han escapado de manicomios y drogadictos” que quitan los recursos a los ciudadanos estadounidenses que han perdido sus trabajos en las fábricas. Muchas de las que había en Springfield hace tiempo que cerraron.

Los acontecimientos en Springfield vuelven a demostrar que, en el mundo de las redes sociales un bulo puede desencadenar la furia sobre una comunidad inocente. Electoralmente, la importancia de la ciudad de Springfield no debe ser desestimada, quizás por eso se difundió la mentira sobre el consumo de perros y gatos. Trump sigue nueve puntos por delante, su victoria es casi segura.

Harris espera reconquistar el apoyo de las áreas suburbanas y urbanas, mientras que los votantes rurales y de la clase trabajadora continúan siendo la base republicana de Trump. Ambos les prometen cumplir sus sueños, solo que de mundos cada vez más polarizados.

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