Deconstruyendo la AfD alemana

La Vanguardia, Lorenzo Bernaldo de Quirós, 30-09-2024

Desde su fundación en el 2013, Alternativa por Alemania (AfD) ha tenido una progresión significativa en el escenario político germano tanto a escala federal como regional, sobre todo en los territorios de la antigua RDA. Esta dinámica de crecimiento se ha visto reforzada en los recientes comicios celebrados en Sajonia, Turingia y Brandemburgo, lo que, a priori, hace presumir un aumento significativo de su representación en el Bundestag cuando se celebren las próximas elecciones legislativas.

Para unos, el ascenso de la AfD es la consecuencia de la incapacidad de los partidos tradicionales y, en especial, de la actual coalición de Gobierno para hacer frente a los problemas del país. Para otros, es un movimiento radical que constituye una amenaza para la democracia alemana. ¿Cuál es la realidad?

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La AfD surgió como una formación liberal conservadora en respuesta a la estrategia desplegada por Merkel para abordar la crisis de deuda en la eurozona. La nueva fuerza se declaró partidaria de la permanencia de Alemania en la UE, pero era contraria a la deriva centralizadora e intervencionista adoptada por la Comisión Europea y ponía en cuestión las ventajas y la conveniencia de la unión monetaria.

En el plano interno, su ideario era una mezcla del ordoliberalismo, la corriente intelectual inspiradora del milagro económico alemán, y de la tradición política simbolizada por el Partido Nacional-Liberalgermano entre 1879 y 1918. Este enfoque era muy diferente, y así lo hicieron explícito sus fundadores, al de los euroescépticos o nacionalistas duros como el Frente Nacional de Le Pen.

Muy pronto, ese posicionamiento ideológico y político fue impugnado en la declaración de Erfurt (marzo del 2015) por un sector, entonces minoritario, liderado por Björn Höcke. Este explicitó cuál debía ser la doctrina que seguir: defensa de la identidad germana (el Volk ); revisionismo histórico (banalización del III Reich); definición de los oponentes políticos como “corruptores del pueblo” (volksverdeber ); rechazo del liberalismo y del capitalismo en pro de una comunidad socioeconómica patriótica que permita a Alemania combatir la globalización, y acercamiento a Rusia.

El este alemán, olvidado por las élites de Berlín, es un caldo de cultivo para opciones como la AfD
Esta ala de la AfD se articuló alrededor del colectivo denominado Dër Flügel, declarado por la Oficina Federal para la Protección de la Constitución un “movimiento extremista contrario a un orden democrático libre”.

Ante ese pronunciamiento, la cúpula dirigente de la AfD exigió la disolución de Der Flügel. Höcke pidió a sus camaradas que “cesaran en sus actividades”, pero no perdieron la militancia. El resultado final fue la toma de control de la organización por su sector radical y la salida de quienes simbolizaban su espíritu fundacional: Bernd Lucke primero y Frauke Petry después. De plantear una alternativa liberal conservadora y nacional conservadora al consenso socialdemócrata, la AfD se ha transformado en una opción etnonacionalista, que –guste o no– evoca o, al menos, recuerda credos pretéritos, eso sí, en versión 2.0.

Con frecuencia se atribuye al incremento de la población inmigrante y a la brutal afluencia de refugiados el auge de la AfD. Esto es o parece relevante desde un análisis intuitivo pero superficial. Tiende a olvidarse algo esencial: la extrema derecha germana cosecha sus mejores resultados en la antigua Alemania del Este, donde el volumen absoluto y relativo de extranjeros es irrelevante o, para ser precisos, hipermarginal. Sin embargo, su presencia es mediocre, y sus expectativas no presentan una tendencia alcista en los estados de la ex RFA, donde aquellos se concentran en su casi totalidad.

¿Esta situación puede cambiar? Tal vez, pero hasta ahora no lo ha hecho. El éxito de la AfD en los estados de la ex RDA obedece a razones muy diferentes, explotadas con habilidad por los dirigentes del partido en esa área geográfica. De entrada, el proceso de convergencia real entre el este y el oeste de Alemania ha sido lento y prácticamente se ha estancado en los últimos años. El PIB per cápita en lo que fue la RFA es un 57% superior al de la que fue la Alemania Oriental 34 años después de la reunificación. El paro es más alto en la antigua RDA.

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La emigración al oeste ha sido muy fuerte, y el envejecimiento de la población es superior al ya elevado del oeste. Este declive ha generado frustración y resentimiento en amplios sectores de la sociedad y ha proporcionado un importante caldo de cultivo para opciones como la AfD y, en la izquierda, el BSW de Sahra Wagenknecht. El este alemán ha sido olvidado por las élites de Berlín.

Por otra parte, la AFD ha apelado a un factor con una poderosa atracción emocional para sus destinatarios; a saber, la Alemania oriental es la esencia de la verdadera Germania, del Volk , porque no está contaminada por la decadencia de la moral y de los valores nacionales que se ha producido en su parte occidental. Los germanos orientales son más puros, porque se han resistido al multiculturalismo y a todas las ideas foráneas que han pervertido el clima político, social y cultural de Alemania occidental. De esta forma se introduce un mensaje claro: a pesar de la brecha existente entre el nivel de vida del este y del oeste, el primero es la reserva espiritual y la esperanza de la regeneración nacional.

¿Cuál será el devenir de Alemania? Nadie puede saberlo. La actual coalición gubernamental SPD-Verdes y Liberales está agotada, y la nación de Goethe está inmersa en una profunda crisis, no únicamente económica. Dicho esto, la AfD no solo no es la solución, sino un grave problema.

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