«Soy migrante, ertzaina y me siento mujer»
El primer agente de la Ertzaintza en cambiar de sexo no busca «ningún beneficio», pero lamenta que tuvo que ponerse el uniforme «7 meses en un váter»
Diario Vasco, , 30-09-2024Otavio de Paula es el primer agente de la Ertzaintza que se ha cambiado de sexo en el registro civil. Lo hizo en abril de 2023, nada más aprobarse la ‘Ley trans’. La noticia saltó a la luz pública cuando le obligaron a ponerse el uniforme en el vestuario femenino de la comisaría de Irun donde estaba destinado como patrullero, lo que despertó las suspicacias de sus compañeros, especialmente de ellas. «Me siento una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, algo que he aprendido a aceptar», explica. «No tengo disforia de género. Me acepto gordo, feo, bajo, y pobre», proclama, pese a que luce un físico musculado gracias a su otra pasión, además del trabajo, el deporte, concretamente las artes marciales. «Entrenar es mi vida. He ganado ocho campeonatos del mundo de Jiu-Jitsu brasileño, Combat Jiu-Jitsu, Kenpo y Grapling», una disciplina que consiste en derribar al rival sin golpes.
– ¿Cómo debo de tratarle?
– Como quiera, mientras no me falte al respeto. Con que lo haga con educación, me conformo. No tengo ningún problema porque sé que hay un choque con lo visual. No me molesta que me traten de hombre. A veces hago una pequeña corrección, pero no quiero que la otra persona se sienta incómoda.
– ¿Qué le llevó a cambiarse de género en el registro?
– Lo hice porque quería y podía. Es un derecho de cualquier ciudadano. Llevaba ya años declarándome mujer en el trabajo. Y no me arrepiento, estoy a gusto con lo que he hecho. Ya me he peleado bastante conmigo para aceptarme. Algunos creen que es una broma contra el sistema. Soy una persona bastante diferente a los demás. Todo el mundo quiere un porqué y si no se lo das, hacen conjeturas. Yo estoy para vivir mi vida, no para los demás.
– Pero no ha cambiado ni su aspecto ni su nombre.
– No creo que haga falta. Si aceptamos todas las formas que hay de autopercibirse, no hay por qué cambiar. No me gustan las etiquetas. En el registro te puedes presentar como ‘x’, es decir, de género fluido, ahora soy hombre y luego mujer. Me gustaría haber nacido mujer, pero me acepto con los defectos que tengo y cómo soy. Hubiera preferido ser guapa, rubia y bien definida. Soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, que he aceptado. No me siento disconforme.
– Pero, ¿entiende que haya gente a la que le cueste comprenderlo?
– Sí, pero estamos en una época de fuera estereotipos y etiquetas. Doy por hecho que tienes que ser como yo te veo, pero puedes ser lo que tú quieras. Estos prejuicios son un poco contradictorios con la sociedad en que vivimos.
– ¿Se ha sentido mal tratado desde que comunicó su decisión?
– Por mi círculo de amistad, no, pero por la empresa, sí. Creo que no he recibido un trato digno. Me han tenido siete meses en un váter. Ninguna de las medidas que ha adoptado el Departamento (de Seguridad) me ha ayudado, sino que todas han puesto a los compañeros en mi contra. Han servido para que me cojan manía. Y eso que nosotros como policías estamos obligados a hacer cumplir la Ley. Somos el garante de las leyes, pero en mi caso no se me está respetando ni tratando como dice la Ley.
– ¿Qué le parece que haya personas que utilicen el cambio de género para obtener mejoras, por ejemplo, para que no se les aplique la Ley de violencia género y enfrentarse a una pena menor?
– Me parece fatal. Soy la primera mujer en renunciar a todos los posibles beneficios. No me he acogido a ninguno. No quiero. Sólo quiero sentirme mujer y que se me reconozca. A los beneficios renuncio. He sido la primera mujer en ganar un campeonato masculino a principios de año. No lo necesito. Tampoco lo he utilizado para un ascenso. Estoy felizmente casado. Mi mujer y yo nos queremos. Me enamoré de la persona. Tenemos nuestras discusiones y diferencias como cualquier pareja, pero nos llevamos divinamente. Si algún día me denunciara, aunque fuera mentira, anuncio aquí que yo me voy a autopercibir como hombre porque no quiero ningún beneficio.
Hijo y nieto de policía
Otavio Óscar Luz de Paula nació hace 46 años en Río de Janeiro (Brasil), una metrópoli con tasas récord de criminalidad y violencia. Desde pequeño, se ha preguntado cada día «¿qué soy hombre o mujer?». Hijo de maestra de educación especial, su madre «traía a casa a los niños que necesitaban ayuda y yo les cuidaba. Me encargaba de las labores del hogar, de fregar, de cocinar… mientras mi madre trabajaba». Su padre y su abuelo ejercieron como policías. Su abuelo murió en acto de servicio, «durante un atraco. Mató a los atracadores, pero ellos también le dispararon y murió después en el hospital». Sus padres se divorciaron y su madrastra también fue abatida por arma de fuego. «La mataron en la puerta de casa. Iban buscando a mi padre y dispararon contra la primera persona que salió por la puerta. Yo la vi muerta», recuerda.
A los 23 años, decidió emigrar y viajó a España. En Brasil trabajaba como profesor de secundaria. Eligió la ciudad de Salamanca, donde estudió criminología mientras trabajaba «de portero de discoteca y limpiando bares». «La primera vez que vi un control policial y que los agentes no apuntaban con el arma, sino que ponían el cañón mirando al suelo, me pareció increíble. Pensaba que estaban locos, que les podían matar», recuerda. Cuando descubrió que podía formar parte de los cuerpos de seguridad sin haber nacido en España, decidió nacionalizarse y opositar a la Ertzaintza. A los cuatro años, logró una plaza, a la primera pese a no saber euskera. Entró en la promoción número 19º y le destinaron en Donostia. Después, pasó por Errenteria, por la academia de Arkaute como instructor de técnica de defensa y tiro, y por Vitoria, antes de recalar en Irun, donde lleva 12 años. Ha recibido dos medallas al mérito policial, por salvar a un hombre en pleno oleaje y por atrapar a dos ladrones de un locutorio. Vive en Francia. Se trajo también a su madre, que «me quiere y apoya sea como sea».
«No salgo de fiesta»
En abril del año pasado, se inscribió en el registro civil como mujer, un paso que ha desatado una tormenta en su tranquila vida. «No bebo. No fumo. No salgo de fiesta. No me gusta bailar», enumera. Seguidamente, se lo comunicó a los mandos de su comisaría. Uno de ellos le anunció que tendría que cambiarse en el vestuario femenino. «Me coloqué en una taquilla nada más entrar por la puerta y puse una cortinilla para no molestar». Pero se montó un gran lío. Sus compañeras desconfiaban porque seguía vistiendo y actuando como un hombre.
Se ofreció a ir vestida desde casa y pidió salir de paisano para evitar la confrontación. Finalmente, habilitaron unos baños como vestuario. «Han quitado veinte plazas a los compañeros, que creen que me han hecho un vestuario exclusivo», lamenta. Propone «uno mixto con cabinas individuales, como hay en muchos gimnasios». Piensa que ha habido una «dejadez total». «Han intentado crear un protocolo de acompañamiento a personas trans, pero no me han escuchado, ni a mí ni a mi representante sindical, de Euspel». Ahora, se plantea llevar el caso a la Fiscalía, por si hubiera alguna ilegalidad.
Para colmo, el pasado mes de agosto, cuando se supo que otro ertzaina detenido por intentar matar a su mujer en San Sebastián, se había cambiado de genero unos meses antes, «mucha gente creyó que era yo. Hasta se ha llegado a publicar la noticia con mi foto en un digital». También han pedido que Asuntos Internos le investigue por impartir cursos a policías a través de Desokupa, un grupo que se dedica a sacar a okupas de viviendas y a los que se relaciona con la ultraderecha. «Soy inmigrante, funcionario del Gobierno Vasco, mujer trans y estoy casado con una búlgara. Para nada soy ultraderechista. La ideología política no me interesa».
«Soy voluntario de una federación de lucha. No cobro los cursos»
El Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco ha informado de que la DIG, unidad de Asuntos Internos de la Ertzaintza, ha abierto una investigación interna a Otavio de Paula ante la posibilidad de que se haya podido saltar el régimen de incompatibilidades como funcionario público por impartir cursos de Grapling y otras técnicas a otros policías a través de Desokupa. «Ya me han investigado antes, pero soy voluntario de la Federación valenciana de lucha y no cobro por los cursos, sólo cobro dietas, el hotel, kilómetros y competiciones. No han podido hacer nada, no hay incompatibilidad», entiende. «Las clases para las asociaciones policiales no me las pagan», dice
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