Lo importante
Recelemos de quienes dicen tener la razón y estar en posesión de la verdad; la verdad no existe, solo depende de la forma de mirarla
Diario Vasco, , 30-09-2024Quizás porque durante la pasada semana Gasteiz, mi ciudad, ha estado llena de magia y de magos, me ha venido a la memoria Arturo Ascanio, ya fallecido, al que tuve la suerte de conocer en persona pudiendo así disfrutar, siquiera una mínima parte, de su sabiduría. Pilar básico en la evolución de la magia moderna, convertidor del ilusionismo en arte, erudito, didáctico, maestro y referente ineludible de magos, recuerdo ahora una de sus frases, tan sublime como su persona, que ha quedado en mi catálogo de eslóganes: ‘Mas importante que la magia es la vida’.
En efecto, la vida es siempre más importante que todo. Pero ¿qué tipo de alquimia proporciona lo que importa? ¿No puede ser, entre otras cosas, tener una afición excelsa –como la magia– y adoptar una manera de ser y de vivir de acuerdo a la propia sustancia? «Atrapar hasta las menores ocasiones de disfrute y de placer, pues no hay ciencia tan ardua como saber vivir esta vida bien y naturalmente», que diría Montaigne.
Los filósofos se han esforzado a través de los tiempos en elaborar teorías que concreten lo importante, que suele ser, paradójicamente, algo básico en esencia: el placer, el ‘carpe diem’, según los hedonistas; la fe según los monoteístas; el hombre, la razón, según los humanistas.
El discurso populista de derechas ha situado a la inmigración en el centro del debate político y la relaciona con asuntos graves como la delincuencia
Algunos artistas han definido la vida de manera catastrofista: «Vivir es pasar de un espacio a otro sin golpearse» (George Perec). «No hay amor a la vida sin desesperación de vivir» (Albert Camus). O absurda: «No entiendo por qué el público espera que el arte tenga sentido cuando acepta que la vida no lo tiene» (David Linch). Pero hay otras voces que han simplificado los conceptos: «…poseer una casa y poca hacienda/ y memoria ninguna. No leer,/ no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,/ y vivir como un noble arruinado/ entre las ruinas de mi inteligencia» (Gil de Biedma).
Cuentan las crónicas que en una iglesia de Florencia Dante Alighieri vio por primera vez a Beatriz cuando él estaba al final de su noveno año, y ella a punto de cumplirlo. Esto sucedió en siglo XIII. Según palabras de Dante, aquel día Beatriz se convirtió en el motor de su vida y de su arte. En lo importante.
Quizás porque ni soy poeta ni pertenezco al siglo XIII me cuesta entenderlo. Aunque tampoco entiendo desde el aquí y el ahora que lo que más preocupe actualmente a un sector amplio de la población española –y aquí quería llegar– sea la inmigración, según la última encuesta del CIS, por encima del paro, la sanidad o la vivienda, olvidando a los muchos que estamos favorecidos por ella. Esto es novedad; nunca antes, en el torbellino sociopolítico, se habían dado estos valores y hay quien opina que la forma de plantear la pregunta pertinente en la encuesta ha condicionado esta respuesta.
El problema no es la inmigración. La inmigración provee a nuestros campos de temporeros, a nuestros hogares de asistentes, a nuestros bares y comercios de trabajadores, a nuestros ancianos de cuidadores, a nuestra sociedad envejecida de niños que soporten en el futuro el decrépito sistema de pensiones. El verdadero problema –uno de ellos– está en las condiciones de desplazamiento, que hacen de ciertas rutas, como la canaria, la más mortífera del mundo. ¿El culpable del giro ideológico? Sin duda, el discurso populista de la derecha que ha colocado a la inmigración en el centro del debate político y la relaciona con asuntos tan graves como la delincuencia o la sobrecarga sanitaria. Discurso lleno de clichés que, por envilecido, nada honrado, vehemente y centralizado, está reduciendo el número de librepensadores y calando en la población como un sirimiri de primavera. Recelemos de quienes dicen tener razón y estar en posesión de la verdad. La verdad no existe, solo depende de la forma de mirarla.
Me pregunto qué será lo importante para los miles de migrantes que dejan su allá para buscar una vida mejor en el acá. Congéneres que ven cómo la oposición hacia ellos crece y son recibidos, más que como una solución, como un estorbo.
Trato de hallar en el día a día, en los medios de comunicación, en las lecturas de los ‘magister vitae’ qué es aquello que hace la vida importante, que decía Ascanio. ¿El bienestar, la prosperidad, la ética, la familia, las ilusiones, el poder, el control, la religión, el arte? (La felicidad no entra en la lista, es una utopía. Ni el amor, que en un sentido nuclear nunca funciona). Pero cuando creo que lo he hallado encuentro algo diferente que también considero importante y me hace olvidar la propuesta anterior.
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