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El primer ministro británico, Keir Starmer, aseguró a los miembros del Partido Laborista, reunidos en su asamblea anual, que igual que se descartaba que fuese capaz de transformar la organización o de ganar las elecciones, logrará guiar al Reino Unido a una «renovación nacional». El cambio que ya ha comenzado, según él, será una tarea colectiva, con colaboración del sector público y del privado.

Starmer es acusado de no haber preparado, durante cinco años en la oposición, un plan detallado sobre la formación de su Gobierno y de sus acciones políticas en el inicio de su Ejecutivo. Las consecuencias del desorden han sido divisiones en Downing Street y en el Gabinete, y distracciones dañinas sobre las donaciones de ropa por un millonario laborista.
Enumeró una veintena de iniciativas, desde leyes que protegen a los alquilados o diseñan la nacionalización del transporte ferroviario, a la elaboración de planes estratégicos para el Servicio Público de Salud o la creación de una empresa pública de energía, cuya sede estará en la ciudad escocesa de Aberdeen, capital de la región vinculada económicamente a los pozos de petróleo y gas en el Mar del Norte.

El líder laborista prometió una nueva ley, la de Deber de Honestidad, que castigaría a agentes del Estado que actuasen como los funcionarios que causaron tragedias como las de Hillsborough o Grenfell, o graves injusticias, como Horizon en el Post Office, infección de la sangre de pacientes, o la expulsión de inmigrantes caribeños, Windrush. También prometió viviendas a los veteranos sin techo.

Reconoció que «este país está hastiado de la política», pero puso en pie a la audiencia en sus referencias a los disturbios del verano. «El racismo es vil», proclamó, y lo diferenció con la preocupación por la inmigración descontrolada. Se abrigó con el eslogan del Brexit para decir que «recuperar el control es un argumento laborista».

Armonías contables
El mandatario afirmó la importancia de las artes, de la música fue un flautista prometedor en su juventud y de los libros. Y expuso sus valores afirmando que le gustaría vivir en un país en el que su hermana, que trabaja como asistenta social, fuese tratada con el mismo respeto que el primer ministro. A esa sociedad armoniosa se llegará antes si se hacen los sacrificios para mantener ahora el balance presupuestario.

El optimismo sobre el futuro ha sido avalado en esta conferencia por un giro de la ministra de Economía y Hacienda, Rachel Reeves, que ha aceptado el consejo en una carta al director del ‘Financial Times’ de un grupo de destacados economistas. Criticaban su seguimiento de los planes de eliminación de inversiones públicas en la infraestructura del país por el Gobierno conservador.

Reeves aceptó el lunes, en su discurso a la conferencia, que la falta de inversión es la principal causante del estancamiento de la economía. Su compromiso con la reducción de la deuda pública en el cuarto y quinto año de su mandato puede realizarse, en la nueva visión, por una nueva contabilidad por el Tesoro de las inversiones como coste, pero también como generación de activos.