Jóvenes, machotes y ultras
La Vanguardia, , 23-09-2024Antes de ser apartado por sus proclamas filonazis, el candidato de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) en las últimas elecciones europeas, Maximilian Krah, inundaba TikTok –la red social preferida de la nueva extrema derecha europea– de vídeos con mensajes tendenciosos en busca del voto de los jóvenes. Entre sus perlas, destacaba uno dirigido a excitar la hombría rancia de su auditorio masculino: “Uno de cada tres jóvenes nunca ha tenido novia. ¿Es también tu caso? No mires vídeos porno. No votes por los Verdes (…) Y, sobre todo, no te dejes engañar por aquellos que dicen que hay que ser amable, blando, débil y de izquierdas. Los verdaderos hombres son de derechas. Los verdaderos hombres tienen ideales. Los verdaderos hombres son patriotas. ¡Así tendrás novia!”.
No es una caricatura, es real. Los políticos de extrema derecha, en Europa y en Estados Unidos, llevan tiempo tratando de atraerse a los chicos jóvenes desconcertados por el avance de las tesis feministas sobre la igualdad de género con mensajes simplistas que buscan excitar un vago sentimiento de humillación y victimización ante lo que perciben como una presunta discriminación positiva en favor de las mujeres –cuando si hay discriminación es, y ha sido históricamente, a la inversa– y la proliferación de ciertos discursos reduccionistas y culpabilizadores. Frente a esto, la ultraderecha ofrece el retorno a un pasado de hombres viriles y dominantes, en el que la mujer regresaría a su añejo papel de madre y ama de casa.
La extrema derecha blande el estandarte de una supuesta masculinidad herida
Por descontado, el ascenso electoral de la ultraderecha en Europa no se explica únicamente por la explotación del malestar de género en ciertos sectores masculinos. Hay muchos otros factores en la ecuación: el sentimiento de desclasamiento, las desigualdades sociales y territoriales, la falta de perspectivas personales, la dificultad de acceso a la vivienda, la inmigración y la angustia identitaria… Pero el estandarte ultra sobre la supuesta masculinidad herida se ha convertido en uno de los ejes centrales de la batalla cultural que libra la derecha radical contra la izquierda. Y está detrás de la progresiva fractura política que se está abriendo entre los hombres y las mujeres jóvenes. Cada vez más a la derecha ellos, más a la izquierda ellas.
En las elecciones regionales del pasado 1 de septiembre en los länder de Turingia y Sajonia, en la antigua Alemania del Este, la Afd quedó en primer y segundo lugar respectivamente, con un apoyo creciente de los jóvenes. Y de los hombres en general: en ambos territorios el voto masculino ultra estuvo entre 9 y 11 puntos por encima del voto femenino. Es algo común en otros países. En España, por ejemplo, los votantes de Vox son mayoritariamente hombres (el 66%) y todavía más en el caso del partido de Alvise Pérez, donde llegan al 70%. Las mujeres, en cambio, son mayoritarias entre los votantes de PSOE y Podemos (63%)
27 May 2018,Germany, Berlin: A woman has ‘No Sex with Nazis’ written across her chest at a counter-protest against an ongoing demonstration of the party Alternative for Germany (AfD). Photo: Britta Pedersen/dpa (Photo by Britta Pedersen/picture alliance via Getty Images)
Una manifestante alemana anti AfD en Berlín, con el lema “Nada de sexo con nazis” en su pechopicture alliance / Getty
Francia es la excepción a esta regla. Entre los votantes del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, convertido en el partido más votado entre los más jóvenes (18-24 años), hay una práctica igualdad entre hombres y mujeres. Quizá porque el RN se ha distanciado del discurso más carpetovetónico en materia de género –eso se lo deja al machista militante Éric Zemmour, líder del partido Reconquista– y se ha cuidado de alinearse con la defensa de los derechos de las mujeres, como en el caso del aborto, votando a favor de su inclusión en la Constitución francesa. Con todo, en el otro lado del espectro político el voto joven a la izquierda radical es más femenino que masculino. En las pasadas elecciones legislativas, las mujeres jóvenes votaron a La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon en mayor proporción que sus coetáneos masculinos: 49% a 37%.
En un artículo publicado el pasado mes de mayo, los politólogos Elaine Kamarck y Jordan Muchnick, del think tank norteamericano Brookings, constataban igualmente una progresiva separación de género en la tendencia de voto entre los más jóvenes (de 18 a 29 años) en Estados Unidos, con las mujeres más decididamente demócratas que los hombres. Una tendencia que no es sino el reflejo de una divergencia de valores.
Las mujeres jóvenes han adoptado valores ‘antipatriarcales’, los hombres siguen igual
Un análisis realizado por la agencia de investigación internacional Glocalities entre 2014 y 2023 destacó la creciente división en la Generación Z (nacidos entre finales de la década de 1990 y finales de la de los 2000). “El análisis –explican en su artículo– reveló que las mujeres jóvenes se han vuelto significativamente más liberales y han adoptado valores ‘antipatriarcales’ durante la última década, mientras que los hombres jóvenes se han mantenido relativamente igual (…) El análisis vincula además ‘los sentimientos de desesperación y desilusión social, el enfoque en los valores patriarcales y la rebelión contra los valores liberales cosmopolitas’ de los hombres con el creciente ascenso de la derecha radical”.
La semana pasada, en este diario, nuestra compañera Mayte Rius hacía un excelente retrato de la situación. A partir de un estudio de la socióloga Maike van Damme advertía que “encontrar pareja es cada vez más difícil para las mujeres españolas heterosexuales con estudios superiores y convicciones feministas que desean un hombre afín a ellas”. Y cifraba en un 34% la proporción de mujeres afectadas por este “déficit masculino”. Un dato fundamental que desmiente rotundamente las recetas baratas de los machotes filonazis como Maximilian Krah.
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