La desigualdad ahoga la democracia

El instituto IDEA constata el declive de los sistemas democráticos por octavo año consecutivo

La Vanguardia, Xavier Mas de Xaxàs, 23-09-2024

El último informe sobre el estado de la democracia en el mundo que elabora el instituto IDEA de Estocolmo confirma lo que salta a la vista en muchos países, que el sistema sigue deteriorándose y que no hay solución fácil para remediarlo. “La creciente desigualdad entre la minoría más rica y la mayoría más pobre está en la raíz de este declive”, apunta Kevin Casas-Zamora, secretario general de IDEA, en una entrevista por Zoom.

La calidad democrática desciende por octavo año consecutivo y afecta tanto a las democracias más débiles como a las, aparentemente, más fuertes. La democracia se debilita en casi en la mitad de los 173 países que se han estudiado y solo se fortalece en el 25%. El declive se nota sobre todo en los derechos y la representación, que son los pilares de cualquier democracia. La ciudadanía se siente menos representada y más acorralada. La consecuencia es que es más receptiva a las propuestas populistas y que también se desvincula con más facilidad. Crecen, por tanto, el voto a los extremos y la abstención. El centro pierde fuerza, el mapa político se fragmenta, y los resultados que arrojan las urnas son más ajustados.

Esta competitividad cada vez más alta dispara las disputas sobre irregularidades en el voto y el recuento. Casi el 20% de los candidatos perdedores en las elecciones que se han celebrado entre el 2020 y el 2024, de Donald Trump en Estados Unidos a Nicolás Maduro en Venezuela, no han aceptado el resultado.

El futuro de la democracia depende de la reforma de la economía de mercado y del Estado de bienestar
“La democracia –explica Casas-Zamora– no satisface las ­expectativas de la ciudadanía porque no está siendo capaz de generar la igualdad de oportunidades”.

“Cada vez hay más personas –añade– que ven la democracia como un instrumento para consolidar los privilegios de un grupo de gente cada vez más pequeño”.

La democracia parece incapaz de resolver las incógnitas que abren los retos tecnológicos, medioambientales y económicos. Los cambios son tan acelerados y profundos que el sistema de gobierno no puede controlarlos. La crisis climática y la eclosión de la inteligencia artificial lo demuestran.

El informe de IDEA señala que atravesamos una época de “incertidumbre radical”, y Casas-Zamora tiene muy claro que “cuando la incertidumbre social se dispara también lo hace el autoritarismo”.

Aumentan las dictaduras, y el castigo que les impone la comunidad internacional por transgredir la democracia es muy pequeño. “Es hoy menor que hace una generación”, confirma Casas-Zamora, que pone a Venezuela como “un ejemplo palmario”.

España es un ejemplo de cómo el discurso político se radicaliza y tergiversa la realidad
La desinformación acelera la polarización. Casas-Zamora opina que “España es un caso clarísimo” de cómo el discurso político se radicaliza y tergiversa la realidad. “Cuando la polarización se dispara –explica– es muy difícil mantener el consenso sobre cómo abordar desafíos sistémicos como el clima, la inmigración o la transición tecnológica”, lo que, a su vez, provoca más polarización, más parálisis y más frustración”.

Esta espiral destructiva afecta de lleno a las democracias más consolidadas, donde los populismos aumentan las dudas sobre las instituciones democráticas. La candidatura de Donald Trump sería el mejor ejemplo de este fenómeno destructivo, de este colapso gradual de los sistemas democráticos. Trump cuestiona la independencia judicial y el proceso electoral. Casas-Zamora denuncia que es una gran irresponsabilidad. “Es lo más tóxico que puede hacerse con una democracia –añade–, la enfermedad más grave que se le puede causar”. El virus de la sospecha que siembra Trump se propaga por otros países. La junta birmana, por ejemplo, utiliza sus mismos argumentos para negar la victoria de la oposición en las urnas y reforzar la represión militar.

El informe del año próximo, como reconoce Casas-Zamora, difícilmente revertirá la tendencia al declive porque el fortalecimiento de la democracia requiere una reforma a fondo de la economía de mercado para reducir la desigualdad que crece desde hace 40 años.

Esta reforma exige extender el Estado de bienestar para que se puedan igualar las oportunidades y las rentas.

De Trump a Maduro, casi el 20% de los candidatos perdedores no admite su derrota
Al tiempo que el Estado refuerza el contrato social para reducir las incertidumbres que genera el progreso, Casas-Zamora considera que debe “protegerse a toda costa la integridad y credibilidad de las instituciones, que son el pilar fundamental de cualquier democracia”. De todas ellas, ninguna es más importante que la justicia. No hay mejor indicador de la salud democrática de un país que la independencia del poder judicial.

La democracia, a pesar de todas las dificultades, sigue siendo el sistema que más poder otorga a los ciudadanos, y estos, aunque no participen tanto como antes, mantienen un alto nivel de compromiso. “La gente participa en el ámbito extraelectoral”, señala Casas-Zamora, y este activismo indica que hay espacio para la mejora democrática.

Cuando un sistema electoral funciona es posible revertir situaciones muy negativas. No lo ha sido en Venezuela, pero sí en Brasil, Guatemala, Polonia, Senegal, Zambia y otros países.

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