Música Israel Fernández: "Claro que he sentido racismo. Como gitano es algo que siempre está ahí, y en las dos direcciones"
El cantaor manchego publica 'Por amor al cante', un disco esencial grabado en varias peñas donde vuelve a confirmar que es uno de los referentes fundamentales de este arte
El Mundo, , 20-09-2024Israel Fernández quería echar la vista atrás, volver a la esencia que le gusta, cantar con la promiscuidad de quien no tiene prisa. Regresar a las peñas flamencas y ahí, junto a Antonio el Relojero, hacer asombro. No buscaba más que eso, la guitarra de el Relojero (con ecos de Niño Ricardo, Ramón Montoya, Sabicas…) y un buen repertorio de cantes con los que descender a la raíz del flamenco y afianzar mejor el sitio y ganar independencia. Esto es Por amor al cante (UMusic), el viaje de Israel Fernández y el Relojero por peñas de Madrid, Córdoba, Almería, Málaga, Sevilla, Jerez, Granada… Un disco formidable, una hoja de ruta, una antología íntima por los palos fuertes que son biblia del cantaor manchego: granaínas, fandangos, mineras, malagueñas, soleá, tarantas, seguiriyas.
Israel Fernández tiene 35 años, una anatomía fina, desgarbada para bien, y la melena a conciencia. En cada dedo de la mano derecha un anillo de oro. Algunos con su piedra engarzada a lo rubí. Lleva la otra mano, la izquierda, bajo un vendaje grueso por el que asoman sólo tres dedos: “La culpa es del cierre de una maleta”, informa. “Pero queda mejor si decimos que fue esquiando”. En el Corral de la Morería, el mítico tablao madrileño fundado por la bailaora Blanca del Rey, ha presentado el disco. La gente flotaba. El flamenco es su razón de ser y lo contagia. De los cantaores de ahora mantiene la pureza (qué será la pureza) como blasón y como norma. Y, sin embargo, su cante de tan esencial que tiene mucho de rareza, de insólito.
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- ¿Ser clásico ahora es una manera de ser radical?
- No lo comparto, pero lo respeto. Ser clásico hoy no es ningún ejercicio de radicalidad, sino de buscar lo que perdura y lo que hace que otros puedan continuar. Si no existiese lo clásico no habría frescura. Y este disco hemos querido que sea así, reivindicando lo que nos llena, lo que nos gusta. Tenemos esa forma de sentir los cantes y cantaores de la época dorada del flamenco, de los años 10 a los 60 del siglo pasado, y es lo que hemos hecho.
A su lado, Antonio el Relojero asiente. Quince años esperó Israel Fernández a hacer con él este disco. Se conocieron cuando el cantaor era adolescente y unos amigos lo empujaron hasta un concurso de cante en Colmenar de Oreja, pueblo del guitarrista. Mientras esperaba turno detrás del escenario escuchó una guitarra que sonaba distinta, de otra manera, en otro tiempo. Aquel gitano de Corral de Almaguer, aún por hacer, le preguntó si podía acompañarlo cuando lo llamasen. Salieron, cantó Israel, tocó el Relojero y ganaron el primer premio. “Desde entonces quería yo hacer esto con Antonio”.
Se conocen perfectamente cuando uno canta y el otro toca. Están en la misma frecuencia de emoción. Les gusta ir a las peñas y a los tablaos. “Es ahí donde nacen los artistas, en esa primera línea”, dice Fernández. “El conocimiento se coge ahí. Y después ya se pasa al festival o al teatro. Pero la autenticidad está en esos lugares donde la afición es sabia”. El flamenco es gigante, por eso la vanguardia y lo clásico se encuentran tantas veces, se juntan un rato y cada cual sigue después su ruta. Del lado de los flamencos que pertenecen a la aristocracia de época está Israel Fernández. Quizá algo solo en el camino. “Puede ser. El flamenco tiene una salud muy buena. Ahora mismo es así. Eso me hace feliz: el ver a mucha gente distinta yendo hacia el mismo puerto. En eso voy acompañado. Pero sí me siento algo más solo en la amistad con gente de mi edad que tenga una afición grande y la quiera compartir. Con Antonio puedo tirarme dos días hablando de flamenco, de música y riendo, pero en mi generación no encuentro eso”. Lo dice sin asomo de lamento. Tan sólo testifica.
Por amor al cante, el título, es irrevocable. «No podía ser de otra manera», ataja Fernández. El próximo domingo lo presenta en la Bienal de Sevilla. El Relojero invoca a la providencia que los juntó aquel día en Colmenar de Oreja. Entre medias pasaron otros discos del cantaor manchego: Universo Pastora, Amor, Pura sangre… Pero en este ha querido dar cuenta del magisterio recibido. Pero no es un trabajo arqueológico, sino un ejercicio de proverbial sencillez, de elegancia natural, de artista dejando muesca. No arrincona la vanguardia, ni la experimentación, sino que él ejerce a su modo. “Para cantar a gusto necesito estar bien psicológicamente, sentimentalmente… y físicamente un poquito. Estar en paz es importante. Y después, una compañía leal y un público de oído presto”. No es poco.
En los 12 palos de Por amor al cante, Fernández no va de prestao, no quiere asemejarse a los maestros. No va de pretendío. Canta desde este tiempo, pero con un metal gitano personalísimo, casi fuera del tiempo. Y además lo siente. “Tengo claro a dónde quiero ir. Y por eso me exijo toda la autenticidad. A mí al primero. En asuntos de pureza, humildemente, no me la dan”. Defiende el cante gitano, por vocación y por destino, pero sin soflama. Acepta que hay muchas formas de sonar. “El cante no tiene dueño, pero es verdad que se nota un sentir distinto en lo gitano. Ni mejor ni peor, sólo distinto. Algunos payos que escucho cantar tienen esa misma forma de sentir, ese concepto. Y aunque no les suene pellizcan el sitio. También hay gitanos que no tienen esa particularidad nuestra… Pero al final tira más la raza que la enseñanza”.
- ¿Has sufrido racismo?
- Claro. Entre los míos, quién no. Como gitano, siempre está ahí. Lo he sentido en el colegio y una vez en una farmacia, donde me obligaban a pagar unas pastillas cuando sólo quería leer en la caja la composición. Es verdad que ya no es como en otras épocas… Pero cuidao, que el racismo también se da a la inversa.
Este, insiste, es un disco de necesidad. “Y Dios ha querido que así sea”. Algunas de las letras de este disco acumulan una sabiduría, un instinto, una verdad tremenda. “Porque en flamenco también importa decir bien las cosas. En cuatro versos de un fandango se pueden explicar más cosas que en un libro de 100 hojas”.
- ¿Han cambiado tus referentes?
- Son los que son: La Niña de los Peines (la tradición), Paco de Lucía (donde se juntan todos los guitarristas) y Camarón (el universo). ¿Lo he explicao bien?
(Puede haber caducado)