«Aquí en Ceuta se puede liar en cualquier momento»

España y Marruecos rastrean TikTok en busca de pistas de la próxima convocatoria del 'movimiento Harraga' (migrante sin papeles) para cruzar la frontera

Diario Vasco, Juan Cano Enviado especial Ceuta, 18-09-2024

El penúltimo espigón de la playa del Tarajal está a escasos 50 metros del paso fronterizo al sureste de Ceuta. Para algunos, es un lugar ideal para pasar la tarde pescando. Para otros, es la línea de meta. Ese montículo de roca, que entra en el mar como un dedo que señala a la Península, es el punto de España más cercano a la ciudad marroquí de Castillejos (77.000 habitantes), uno de los embudos de la migración africana hacia Europa. Por él pasan a diario miles de personas que vienen a la ciudad autónoma a trabajar muchas de ellas son mujeres que se dedican al servicio doméstico o a estudiar. El movimiento de entrada es a primera hora de la mañana y el de salida, un goteo constante durante toda la tarde hasta que cae el sol.

Apenas han pasado 24 horas del 15-9, el día D marcado en el calendario del fenómeno ‘Harraga’, que en dariya, el dialecto que se habla en Castillejos, vendría a ser migrante sin papeles, aunque su traducción más literal sería quemar frontera (no en el sentido estricto), de ahí que en sus publicaciones en TikTok muchos de los vídeos publicados con el hastag #harraga vayan acompañados de llamas, uno de los símbolos de un movimiento que ha empujado a miles de jóvenes, muchos de ellos menores, al último intento masivo de entrada en Ceuta, que obligó a realizar cierres intermitentes de la frontera y que, esta vez, fue bloqueado de forma contundente por el Ejército y la Gendarmería Real. España y Marruecos vigilan la red social mientras se preparan para la siguiente convocatoria.

En el paso fronterizo del Tarajal, y casi en toda Ceuta en general, se respira una sensación extraña, entre la calma tensa que percibe el visitante y una especie de día de la marmota que viven una y otra vez los residentes en la ciudad. «Aquí no te puedes relajar», expresa sin perder la postura un fornido agente de metro noventa que forma parte de un pequeño retén que mantiene día y noche la Guardia Civil en el puesto fronterizo y que vienen de refuerzo desde la Península. Cada pocos minutos se acerca a la verja y mira al otro lado. «Hoy está tranquilo, pero se puede liar en cualquier momento, ya sabemos de qué va esto», añade.

Imagen de la frontera en Ceuta.
Imagen de la frontera en Ceuta. EFE
En el paseo marítimo, el trasiego de gente haciendo deporte es constante. Están acostumbrados a las cámaras y a los furgones, por lo que el decorado se vive con una sorprendente normalidad. En el penúltimo espigón del Tarajal, un grupo de amigos comparten birras y cigarrillos frente al mar con un par de cañas como excusa que ceban a cada rato con pan duro. Hay una leve brisa y el agua está en calma, un tanto turbia por el levante de estos días. No han pescado nada, aunque aseguran que de vez en cuando cae «alguna lisa, un sargo o, con suerte, una dorada», enumera el más locuaz de los cuatro. La conversación la interrumpe el sonido lejano de las sirenas en el lado de Castillejos. «No te alarmes, es así todo el tiempo», expresa, acostumbrado a la banda sonora de la frontera.

En la explanada de la mezquita más próxima a España, grupos de jóvenes aguardan el más mínimo descuido de los militares para saltar las vallas, pisar la arena y recorrer los pocos metros de playa que desembocan en el mar. El despliegue en el lado marroquí tiene pocos precedentes, por no decir ninguno. Los militares y la Gendarmería Real sofocan el más mínimo amago de entrada con detenciones e interrogatorios. Anoche, decenas de chavales probaron suerte descendiendo el monte más próximo a la frontera de Benzú, la que está situada al norte, pero las fuerzas policiales marroquíes los interceptaron antes de llegar a Ceuta.

Fuerzas policiales marroquíes.
Fuerzas policiales marroquíes. EFE
Ali lo intentó por última vez hace seis meses. Corrió hasta el agua desde la explanada de la mezquita acompañado por un amigo y se pusieron a nadar como desesperados para hacer lo que él llama el «4-3-4». Con las dificultades del idioma, explica que para alcanzar la meta, el penúltimo espigón del Tarajal, hay que hacer cuatro kilómetros nadando en línea recta, mar adentro, desde Castillejos; luego hay que hacer otros dos o tres kilómetros en paralelo a la costa para sortear con holgura las fuerzas policiales de los respectivos pasos fronterizos (también muy vigilados desde el agua, con varias patrulleras apostadas a ambos lados del paso fronterizo); y por último, otros cuatro kilómetros hacia la playa del Tarajal.

A la tercera fue la vencida para Ali. Hizo la travesía acompañado por un amigo y los dos lograron llegar a la meta. Ahora curra de pintor las gotas en el pelo y en la camiseta dan fe de ello y duerme en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) del Jaral, que hace un mes había aliviado la presión acercándose a las 512 plazas estipuladas, pero que tras la última oleada de llegadas vuelve a estar hasta las costuras. En estos momentos aloja a unas 800 personas. La mayoría se queja de la comida y, sobre todo, de las peleas entre norteafricanos y subsaharianos, como cuenta Ali mientras comparte la cuesta por la serpenteante subida al centro, que está en lo alto de un monte salpicado de chozas y basura. En los costados del camino que llevan al CETI se puede encontrar todo lo que sobra cuando se viaja ligero de equipaje: ropa, calzoncillos, zapatos sueltos, restos de comida, botellas. Es un auténtico estercolero, completamente insalubre. Y está en Europa.

La música se escucha a todo volumen. Los chavales están en las puertas de sus habitaciones mientras fuman y conversan. Dos de ellos cortan el pelo por turnos al aire libre. Se apañan entre ellos. La verja que rodea el edificio es un improvisado tendedero. Ali, un joven educado de 30 años al que no se le despega la sonrisa de la cara, se despide amablemente a las puertas del CETI mientras chatea con su familia, que está feliz de que tenga una oportunidad. Luego mirará TikTok.

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