Teresa Ruiz, actriz: “Los migrantes no van a Estados Unidos por el sueño americano, sino por la pesadilla mexicana”

La actriz, nacida en Oaxaca y criada en California, reivindica el cine como una forma de canalizar el miedo y explicar la violencia que afecta a la sociedad

El País, Almudena Barragán, 17-09-2024

La actriz Teresa Ruiz (Santiago Matatlán, 35 años) dice que desde que pisó un escenario supo que iba a ser actriz hasta que fuera “viejita”. Su talento se ha hecho hueco en el panorama nacional e internacional con producciones para cine y televisión en México y Estados Unidos. El éxito de su personaje en Narcos le abrió la puerta del estrellato, aunque su trabajo la respalda desde casi una década antes. Ser una joven mexicana criada en California le permitió trabajar a un lado y a otro de la frontera. También le ofreció una perspectiva diferente de las cosas, a veces, no tan amable. Una sensación de ser “de aquí, de allá y de todas partes” que comparte con muchos migrantes, sin encajar del todo en ningún lado. “Tardé mucho tiempo en dejar de ir con los puños arriba”, cuenta en entrevista con este diario. “Hasta antes de llegar a Estados Unidos yo no sabía que era repudiable”, señala.

Sus últimas actuaciones en Fiesta en la madriguera, de Manolo Caro, y Ruido, de Natalia Beristáin, le han permitido demostrar su gran versatilidad como actriz con un amplio registro dramático. Los que la conocen dicen que la carrera de Ruiz no ha hecho más que empezar y que su talento la avala. Los nuevos proyectos que tiene a las puertas, y de los que todavía no puede hablar abiertamente, lo demostrarán muy pronto.

Teresa Ruiz en mayo de este año.
Teresa Ruiz en mayo de este año.
Iñaki Malvido
Pregunta. Ha trabajado en Narcos, Fiesta en la madriguera, Ruido… que tienen en común el tema de la violencia que atraviesa a México. ¿Cree que el cine mexicano necesita hablar de esa violencia a modo de catarsis?

Respuesta. Claro, lo estamos viviendo y necesitamos sacarlo. Son ejercicios como de exorcismo y de registro, como para tratar de sacar un poco el dolor. Recuerdo que en Ruido, Natalia me dijo que esa película era una especie de conjuro, un amuleto para que nunca le pasara nada a su hija y a tantas otras mujeres. El cine se convierte en algo que nos importa, por eso lo hacemos y lo seguimos haciendo. He ayudado a varios cineastas a contar la historia del narcotráfico en México y creo que cada uno tiene sus distintas visiones. Pienso que mi cara les ha servido y mi voz les ha servido porque vengo de un pueblo, conozco la violencia y también he vivido en muchas fronteras. Contar el narco en México lo he hecho en comunidad y eso ha sido muy bonito. Lo he hecho con gente del cine con la que crecí: los directores, los productores, los actores… Creo que hemos sido una generación que nos tocó este tiempo de México y que juntos estamos retratando este momento de quiénes somos como país.

P. Esa violencia de la que habla, ¿la ha conocido en su vida diaria?

R. Sí, todo el tiempo. Como mexicano lo vives todo el tiempo. Yo nací en Oaxaca, pero a los 12 años trasladaron a mi papá de trabajo y nos fuimos a vivir a Ciudad Juárez. Vivíamos a las afueras, en el desierto y literalmente mi patio de juegos fue un patio de cruces rosas por los feminicidios que había en aquellos años. Sí, el lugar donde jugaba era un cementerio.

P. ¿Y eso, cómo le afectó como adolescente y como mujer después?

R. Las noches eran bastante terroríficas. Recuerdo regresar de la escuela, pasar por las narcofosas y ver los cuerpos de los asesinados. Así que cuando cumplí 13 años me enviaron con mi tía a vivir a Los Ángeles, California. Yo vengo de una familia de migrantes de Oaxaca que se fueron a Estados Unidos por la inseguridad. Cuando llegué a Los Ángeles, mi familia me ayudó a entrar en una escuela de teatro. Cuando me subí al escenario sentí un sentimiento que nunca se me fue. Supongo que había algo que quería expresar y lo encontré ahí. Es como una conexión conmigo misma y que no siento en ningún otro espacio más que rezando.

P. ¿Es una persona religiosa?

R. Sí, bastante. Creo que el tema de la religión está muy confundido con los dogmas católicos y con lo terrible que se ha hecho en las iglesias. Para mí la religión es una elección diaria que me lleva a creer que la vida tiene sentido, a pesar de cualquier circunstancia que estés viviendo.

P. ¿Diría que todo lo que vivió en su infancia, en Ciudad Juárez, la configuró como actriz?

R. Sí, porque el actor aporta su punto de vista sobre las cosas. Lo he comprobado más y más a medida que voy creciendo y voy teniendo una voz en las películas o las series que hago. Tu mirada se vuelve única. Creo que lo mejor para actuar es vivir.

Teresa Ruiz en su departamento.
Teresa Ruiz en su departamento.
Iñaki Malvido
P. ¿Qué proyectos nuevos le gustaría emprender?

R. Ahora que estoy volviendo a explorar la música que tanto me gusta y me gustan las canciones de amor, que acarician al otro con la letra. Pienso que también sería bonito empezar a hacer películas así, que acarician las cosas, que te ayudan a ver la belleza de las cosas. Para mí Fiesta de la madriguera es un poco como una caricia: delicadeza dentro de todo ese entorno híper violento. Es bonito ver eso en el cine. Mi amigo Lázaro Rodríguez, que también es actor, dice algo muy cierto: los actores somos quienes muchas veces enseñamos a la gente qué es besar, qué es coger, qué es pelearse. Todo lo aprendimos en una película.

P. ¿Qué diferencias hay entre la industria del cine en Estados Unidos y en México?

R. La presión. En Estados Unidos hay más espacio, porque hay más dinero. Aquí [en México] aprendemos a chingadazos a hacer las cosas más rápido y cuando llegas allí, eres un crack. Metes todas desde la media cancha porque en México tienes menos tiempo para hacer las cosas bien y más vale no equivocarte. A veces la gente que entra a la actuación y le va bien como muy rápido, lo ve como una cosa glamurosa, pero el cine no es nada glamuroso, es una cosa de esfuerzo. Son muchas horas.

P. ¿Que diría que hace falta en la industria?

R. Justamente no quiero que lo que dije de la presión suene romántico. No está bien, pero así nos toca trabajar. Me preocupa que cada vez más en México se acortan los presupuestos y los creativos tenemos que hacer más con menos y salvar el día. Eso tampoco está chido.

P. ¿Cómo fue su experiencia como mujer migrante en Estados Unidos?

R. Por una parte, tuve mucho privilegio por el lugar al que llegué. Mi tía fue una de las primeras migrantes que caminó el desierto, con los primeros grupos de mexicanos que cruzaron la frontera. Cuando llegué ya había una comunidad que había entendido qué se necesitaba para migrar, aunque la nostalgia de migrar es mucha. Los Ángeles, al final del día, es un desierto y es un lugar en donde hay mucha tristeza, hay mucha nostalgia y sobre todo hay mucho migrante y eso se siente, se palpa.

P. ¿A qué se refiere con tristeza?

R. A que hay mucha tristeza profunda por haber dejado tu tierra, tu familia. Los migrantes no van a Estados Unidos por el sueño americano, sino por la pesadilla mexicana. Conozco a demasiada poquita persona que se quiera ir por voluntad propia, se van por necesidad. Yo tampoco me quería ir. Cuando llegué a mi escuela, mi acento al hablar inglés fue muy castigado, había mucho bullying, había mucho desprecio. Desde muy niña sentí ese desprecio que nunca había sentido en México. No entendía qué estaba mal en mi. Eso a una edad donde empieza la adolescencia, es muy duro. Y empiezas como que a caminar con los puños arriba, todo el tiempo, y eso tarda mucho tiempo en que se te quite.

P. ¿Y cómo fue regresar a vivir a México después de tantos años?

R. Fue rarísimo porque fue un poquito lo mismo, y yo no me lo esperaba. Me decían con mucho desprecio que por qué hablaba inglés si era tan morena. Creo que podría ser un sentimiento de tradición. Hasta perdí amistades de repente. Yo no soy chicana, pero me puedo identificar como chicana. Me siento más mexicana que gringa, pero a la vez, tengo muchas costumbres gringas porque me crié allá. Tiene que ver con tu identidad, la gente que se burla de ti no sabe a todos los camiones a los que te subiste, todas las veces que tuviste miedo, todo el bullying que aguantaste. Nadie sabe eso, que en esa pequeña burlita hay un montón de cosas que te sucedieron.

P. ¿Qué papeles le gustaría interpretar, hacia dónde quiere enfocar su carrera?

R. Llevo un año donde mi tema que estoy preguntándome y explorando tiene que ver con el amor. Amor, desamor… Me interesa y me gustaría hacer más historias sobre el amor. A nuestro cine le faltan historias así: tiernas, bellas y reales sobre el amor.

P. ¿Por qué?

R. Porque vivimos mucha violencia y porque es bonito que nos cuenten cuentos que nos den esperanza, eso es lo que te hace levantarte cada día. Si pudiéramos contar más en ese cuento tal vez pudiera florecer mejor la sociedad. Por lo menos en mi experiencia, el amor es mi fuente de más creatividad.

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