Esos incompetentes
ABC, 25-08-2006Por ALFONSO ROJO
Una de las pocas excusas que no puede esgrimir un gobernante para justificar sus fallos, retrasos, dudas e inoperancias, es que el problema es complejo y de difícil solución.
Si se les ha elegido y disfrutan de las prebendas que el cargo suele llevar aparejadas, es para resolver los asuntos complicados. De los fáciles nos encargamos los simples mortales.
Digo esto a propósito de las flotillas de cayucos, cargados de subsaharianos, que arriban cotidianamente a las playas canarias, pero podría ser aplicable a la huelga salvaje de El Prat, al incendio de Galicia o a la delincuencia callejera.
Rara es la ocasión en que el ministro de turno no apela al carácter enrevesado de la cuestión para camuflar su incompetencia. A eso, se suma lo que los expertos en despiste denominan «técnica de la ensalada», y que no es otra cosa que atribuir la responsabilidad a la UE, a la ONU o a las diferencias de renta entre continentes. Todo ello, poniendo el énfasis en el drama humanitario y sin citar a las mafias negreras, que se hacen multimillonarias gracias al tráfico de carne humana.
Amanecí decidido a dedicar mi artículo a las mentiras e incompetencias que rodean la tragedia de la inmigración ilegal pero, cruzando las agostadas planicies de Castilla la Vieja, escuché por la radio a Máximo Cajal y me quedé de piedra.
Desde hace 26 años, cuando era embajador en Guatemala y estuvo a punto de ser quemado vivo con muchos de los que trabajaban a sus órdenes, he sentido cierto afecto por el veterano diplomático, a quien Zapatero ha nombrado su representante personal para la Alianza de Civilizaciones.
Lo conocí en momentos terribles y me pareció un hombre sensato y dolorido. Su imagen se resintió bastante hace tres años, cuando publicó un libro en el que propugna la entrega a Marruecos de Ceuta y Melilla, como camino para recuperar el Peñón de Gibraltar.
La puntilla llegó ayer, cuando le escuché defender a capa y espada el derecho de Irán a dotarse de la bomba nuclear.
En sintonía con los pacifistas de salón y con muchos analistas de periódico o tertulia radiofónica, Máximo Cajal sostiene que, si EE.UU. tiene la bomba e Israel también, hay que dejar que los ayatolás se hagan con la suya.
Quizá habría que recordar a todos ellos – incluido el representante de Zapatero – , que hace sólo veinte años promovían el desarme unilateral de Occidente y se manifestaban contra el despliegue de los «pershing», argumentando, con razón, que la energía nuclear alimenta armas nucleares, y las armas nucleares alimentan más armas nucleares. Y que eso conlleva el riesgo de que la bomba acabe en manos de un facineroso dispuesto a utilizarla. Y no estoy hablando sólo del presidente Mahmud Ahmadineyad.
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