Horario continuo para reducir las colas en la brigada de Extranjería
Interior refuerza con más funcionarios las dependencias de Carabanchel
El País, 25-08-2006 Un olor insoportable
Funcionarios de refuerzo y un horario ininterrumpido de atención a los inmigrantes. Son las dos medidas que el Ministerio de Interior ha activado para que las colas en la Brigada Provincial de Documentación y Extranjería, en Carabanchel, disminuyan. La espera se ha reducido considerablemente, pero los soportales de la antigua cárcel siguen presentando un aspecto bochornoso donde los restos de basura se acumulan cada día.
Una de las numerosas penurias por las que tiene que pasar un inmigrante que se establece en Madrid es la burocrática cola interminable en los soportales de la antigua cárcel de Carabanchel. Allí, cada mañana, la espera llega a las cuatro horas. Los 2.300 extranjeros que acuden diariamente, desde hace un año, a las nuevas oficinas de la avenida de los Poblados esperan sin mayor protección que los soportales de la antigua prisión para hacer sus trámites.
El punto álgido de la tortuosa fila de espera estuvo en el pasado mes de julio. La “falta de personal y de tecnificación del edificio”, según denunció el sindicato UGT, provocaron una situación insostenible que el Ministerio de Interior no ha conseguido parar completamente. Las colas interminables que colapsaban el edificio durante las ocho horas que permanecía abierto han aligerado. La hora punta se ha reducido al primer turno de la mañana, cuando el colapso sigue latente.
Una de las responsables de coordinar los trámites del centro admitía hace un mes estar “desbordada”. Esa misma empleada respiraba ayer más aliviada. “Con las vacaciones, el número de inmigrantes en verano en Madrid también disminuye”, asegura. Hace 30 días su aspecto era el de una trabajadora estresada, al borde de la baja laboral. “Esto no se puede soportar. Necesitamos más personal ahora cuando los funcionarios se van de vacaciones”, reclamaba.
El Ministerio de Interior, encargado de gestionar las instalaciones, prometió entonces un refuerzo de 80 funcionarios para sustituir a los trabajadores. Una remesa algo exagerada, teniendo en cuenta que la plantilla que atiende las reclamaciones legales de los inmigrantes no superan la treintena.
Pero el auxilio llegó en forma de 26 nuevos trabajadores. Los puestos de atención al público han sido cubiertos por personal temporal. “No son funcionarios. Nos ayudan sólo durante unos meses”, afirma uno de los encargados de atender las dudas de los extranjeros que acuden para tramitar asuntos relacionados con la tarjeta de residencia.
Los policías nacionales que custodian la entrada al moderno establecimiento no dudan cuando se les pregunta por el motivo de la disminución de las colas. “Es el horario ininterrumpido”, explica uno de los agentes. Durante el mes de agosto, la Brigada de Extranjería no cierra al mediodía y el horario se ha ampliado de siete de la mañana a ocho de la tarde.
Ha desaparecido una escena habitual. El momento en el que la hilera humana se paralizaba dos horas a las dos de la tarde. El horario partido, que tenían los funcionarios de las oficinas, obligaba a muchos inmigrantes a soportar 120 minutos bajo el sol para guardar el turno hasta la reapertura del centro a las cuatro de la tarde.
Carpa de protección
La pausa del mediodía era aprovechada por muchos inmigrantes para sacar la comida de sus mochilas. Con sigilo, varios extranjeros deambulaban entre los exasperados componentes de la espera para ofrecer bebida y comida. En alguna ocasión tuvieron que acudir los efectivos del Samur para atender a los intoxicados. Esas escenas se han acabado. Ahora, durante la pausa de la comida, las colas no superan a los 30 inmigrantes.
Una vez en el interior del recinto, una carpa de plástico protege a los niños y las embarazadas. No pertenece a la brigada. Es un préstamo de la vecina comisaría del distrito de Latina. La sombra es un bien preciado y escaso en el patio de entrada de la antigua prisión.
“Peor es en invierno, cuando el frío te corta las manos”, compara un policía nacional bajo la protección de una sombrilla de playa instalada en la puerta de acceso al recinto.
La inversión económica del Ministerio de Interior en las oficinas de Carabanchel parece escasa observando las cartulinas que los agentes han instalado en las ventanas de su garita para impedir la entrada de los rayos de sol.
Un olor insoportable
“Es vergonzoso que sólo haya dos letrinas de plástico para atender a la cantidad de gente que viene cada día”, lamenta un policía nacional encargado de la seguridad del patio. En su máximo apogeo, la cola de la Brigada de Extranjería llega a acumular inmigrantes hasta la avenida de los Poblados, fuera del recinto.
Los soportales de la antigua cárcel de Carabanchel son un depósito de periódicos usados y restos de comida. El olor es insoportable. Las papeleras del antiguo recinto están rebosantes de basura.
La esquina que acoge las letrinas provisionales, iguales a las que se instalan en las fiestas populares, desprende un aroma irrespirable a lonja de pescado. “El otro día llamamos la atención a un hombre que estaba orinando en pleno muro. Pero claro, dónde lo iba a hacer, eso es asqueroso”, asegura el agente señalando a los urinarios. La higiene es nula en un lugar donde esperan miles de personas a diario.
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