Filosofía zombi para sobrevivir en tiempos de caos: "Vivimos en un mundo donde se hace una gestión de la muerte constante y normalizada"

Hablamos con Eurídice Cabañes, una de los 12 filósofos que conforman la última antología de la Fundación Santander 'Doce filosofías para un nuevo mundo'

El Mundo, Lourdes Leblebidjian, 03-09-2024

En un mundo que a veces imita al fin del mundo, el interés académico y editorial por la filosofía es un fenómeno bien documentado. La palabra filosofía parece un faro que nos ayuda a mirar, entender y cuestionar, cimentando un autoconocimiento que nos guía incluso cuando todo se vuelve incierto y confuso, cuando las guerras suceden a las inundaciones que suceden a las sequías que suceden al colapso. Los humanos llegan a naturalizar las tragedias y se vuelven ignorantes de las implicaciones de muchas de las transformaciones que rodean su mundo. "Nos despojamos del futuro, y la sensación de emergencia en la que vivimos nos desactiva la posibilidad de acción colectiva. Poco a poco nos convertimos en zombis, en seres que caminan sonámbulos y sin propósito, muertos en vida ", cuenta por videollamada Eurídice Cabañes, filósofa especializada en la tecnología.

Cabañes (Valencia, 40 años) nos invita a reflexionar sobre esta sensación de orfandad colectiva en el ensayo Filosofía Zombi para Habitar el Colapso (Fundación Santander), donde describe cómo hemos llegado a convertirnos en zombis y nos insta a reimaginar y rehacer nuestro futuro. La autora propone una forma de habitar el colapso de manera colectiva y crítica, buscando nuevas formas de pensamiento y organización social. En lugar de sucumbir a la desesperanza, nos llama a la acción y a la resistencia.

Cabañes forma parte de los 12 filósofos que conforman la nueva antología de la Fundación Santander Doce filosofías para un nuevo mundo, obra que se enmarca en su Colección Obra Fundamental, y que cierra la trilogía ¿Hacia dónde camina el ser humano?. “Esta época de cambios vertiginosos va a pedir nuevos pronunciamientos éticos no sólo a instituciones, políticos y emprendedores, sino también a cada uno de nosotros en las grandes decisiones de hacia dónde caminamos, y por eso es tan importante la reflexión y el cuestionamiento para abrir caminos posibles”, explicaba Francisco Javier Expósito Lorenzo, responsable de la Fundación Banco Santander, en la presentación del libro.

Para responder la pregunta, Cabañes comienza contextualizando al humano en un siglo devastado. “Mientras la modernidad centraba su mirada en el progreso, en una promesa de futuro siempre brillante, la posmodernidad se encargó de desenmascarar la trampa del progreso y reivindicar el presente, un presente infinito, constante, de constantes posibilidades. Ahora, la actualidad nos sitúa más allá del umbral, en un tiempo de descuento”, escribe en su ensayo. Lo que explica la filósofa a EL MUNDO es que en los tiempos que corren la cuestión pasa por otro lado: ya no es qué vamos a hacer o cómo vamos a hacerlo, sino hasta cuándo: ¿hasta cuándo durarán los recursos naturales? ¿Hasta cuándo será el aire respirable? ¿Hasta cuándo tendré trabajo?.

“El sentimiento póstumo”, es el nombre que la filósofa le pone a la sensación que identifica que predomina en la actualidad. Un término que retoma de María Gálvez para explicar que el humano camina y vive con la presión de un tiempo de descuento, que en este caso, es tiempo de vida. “Estamos pensando, simplemente, en cuánto nos queda para ese final inminente o para que todo sea más horrible”, narra.

Esto de ser muertos en vida se intensifica con los discursos de lo que Cabañes llama la necropolítica, una forma de política que predica desposesión, muerte, suicidio, esclavitud, destrucción de hábitats y organización y administración general de la violencia. Esta política, explica Cabañes, construye “un mundo donde hay muerte constante, aceptada como parte de la política normal: los feminicidios, las muertes de migrantes en el Mediterráneo… Hay un montón de muertes que hemos normalizado y hemos integrado en el flujo de la vida. Es una gestión de la muerte, constante y normalizada”, dice.

Frente a las prácticas necropolíticas, la autora propone una filosofía zombi en la que nos reconozcamos como tales, nos empoderemos como horda y nos rebelemos contra los discursos que buscan enfrentarnos. “Los zombis, en lugar de inspirar animadversión, nos generan simpatía: mientras huimos de los humanos que nos persiguen para matarnos, comenzamos a empatizar progresivamente con ellos, simulando ser uno más, controlándolos y, finalmente, fusionándonos con ellos, convirtiéndonos en comunidad”, concluye.

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