LA ROTONDA

A ninguna parte

Diario Sur, 24-08-2006

JOSÉ JUAN RUIZ/jjruiz@diariosur.es
SU viaje es fruto de la desesperanza. Cargan su necesidad en pateras y cayucos que pierden la línea de flotación bajo el agua. Viajan en grupos de cuarenta, setenta todos los que caben en barcas con la fragilidad del papel. Su horizonte es la supervivencia. Se arriesgan a no llegar y muchos no llegan. Quienes alcanzan la costa lo hacen agotados, con la única satisfacción de haber logrado huir del camino a ninguna parte.

Una vez aquí, hechos polvo, cuentan con unos bocadillos y una estancia en un centro de inmigrantes a la espera de que la burocracia los devuelva a la desesperación desde la que partieron. Los más afortunados formarán parte de un pasaje aéreo oculto en la noche para trasladar a los que nadie quiere más allá de las islas con centros de inmigrantes saturados. Y al bajar del avión, al cabo de las horas conocerán las carreteras españolas a bordo de un autocar camino de tierras desconocidas. Llegarán a una ciudad con una orden de expulsión que los incapacita para encontrar un trabajo reglado. Se convierten en carne de abuso laboral que les ofrece trabajo a cambio de casi nada, incluso a cambio de nada más que el silencio para que no los larguen más lejos de la nada.

Son un trozo de historia que nadie quiere, ni la tierra suya, que los expulsa, ni la otra tierra a la que acuden sin nada más que las ansias por sobrevivir. Buscan la igualdad pregonada por el mismo mundo que los presiona. Viven la explotación laboral. Y se quedan. Porque no tienen adónde ir.

Amanece. Otro día. Desayuno y periódico. Y en los titulares, más noticias de pateras. ¿Cómo se arregla esto?

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