Problemas de distribución

El Correo, 24-08-2006

El reparto de los inmigrantes tiene disgustadas a las autonomías que, como es lógico aunque no sea ejemplar, reservan su sentido de la hospitalidad para los nativos. ¿Dónde mandar a los que llegan, hambrientos y tiritando, a Canarias? No se les puede enviar a su país de origen contra reembolso y tampoco estaría bien visto instalar metralletas en las playas para impedirlo, junto a las hamacas y los toldos de los bañistas. Sería de muy mal efecto que las municiones se mezclaran con las cremas bronceadoras. La solución hallada hasta ahora no es eficiente: desperdigar a los inmigrantes.

Cataluña advierte de que no aceptará a más ‘sin papeles’ procedentes de la innumerable flotilla de cayucos. No pueden comprobar que Barcelona es buena cuando la bolsa suene porque no tienen bolsa. Llegan con lo puesto, o sea, con el hambre y además no hablan la hermosa lengua catalana. ¿Qué tardaría un senegalés en aprenderla para poder colocarse allí en algo? Es de suponer que le costaría el mismo tiempo que a un catalán para llegar a dominar el lenguaje de los senegaleses. De momento, el Gobierno de Maragall exige al desbordado Gobierno de Zapatero que no les envíe más aviones cargados de ‘ilegales’.

Hay que entender que sólo los problemas graves son realmente difíciles de resolver. Los que tienen una fácil solución no son problemas. Estamos ante uno gordísimo y no acabamos de darnos cuenta de que, por muy ilimitada que sea nuestra piedad ante la invasión de desvalidos, España tiene unos límites y aquí no caben todos. Canarias pide socorro a la Unicef para repatriar a los menores inmigrantes, pero con los mayores parece que se utiliza otra táctica: mandar grandes contingentes de subsaharianos a las comunidades donde gobierna el PP. Las dos ciudades donde alternativamente resido han resultado agraciadas.

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