Hogar, amargo hogar
Diario de Noticias, , 01-08-2024En uno de sus poemas, la poetisa somalí Warsan Shire escribe que nadie abandona su hogar a no ser que éste sea la boca de un tiburón. En el mismo poema, unos versos más adelante explican que solo se deja el hogar cuando éste ya no permite permanecer en él. No es difícil estar de acuerdo con la escritora y seguro que la inmensa mayoría de sus lectores dibujan en la mente las situaciones de necesidad que muchas personas presentan para huir de su entorno más cercano y adentrarse en una turbulenta aventura de incierto devenir.
El fenómeno migratorio que viene produciéndose desde hace unos cuantos años nos presenta casi a diario estampas de personas, muchas de ellas menores, que llegan a las costas europeas en unas condiciones tan indignas, que algunas de ellas lo hacen ya fallecidas como consecuencia de no haber superado las extremas condiciones que el implacable mar brinda, otras se han quedado para siempre en el fondo marino. Innegablemente, el panorama es desolador y descorazonador para cualquiera.
Al llegar a tierra firme, estas personas son acogidas por personal de ONGs y/o miembros de las Fuerzas de Seguridad pública que realizan una labor humanitaria ejemplar. Recogen a los desvalidos usuarios de las pateras y, con cuidado y humanidad, los dirigen a lugares donde sus necesidades básicas son atendidas.No hay felicitaciones, ni palabras suficientes para agradecer esta labor. Sin embargo, el amargor que todavía sienten tras la huída, vuelve a hacerse presente cuando desde las altas instancias, aquellos que deben trabajar para mejorar la vida de los ciudadanos y hacer cumplir y respetar los derechos humanos, instrumentalizan y frivolizan con la miseria ajena para beneficio propio, lo que viene a ser racismo en forma de aporofobia.
¿En qué medida el bienestar de occidente se alimenta del subdesarrollo social, democrático y económico de los lugares de origen de quienes se ven obligados a abandonar su hogar? ¿Es viable un nivel de bienestar adecuado en todos los lugares del mundo? ¿A qué precio? ¿Lo soportaría el planeta? ¿Cómo articular la hospitalidad cosmopolita por la que tanto aboga Adela Cortina?
(Puede haber caducado)