El voto y el coto

La Vanguardia, 23-08-2006

FRANCESC-MARC ÁLVARO
Hablar del derecho a voto de los inmigrantes a la luz de la llegada de los cayucos repletos de personas desesperadas (y movidas por mafias) es una trampa en la que no deberían caer nuestros políticos. Sobre todo porque el mayor número de inmigrantes ilegales sigue llegando por los aeropuertos y las fronteras terrestres y porque no hay alcalde – sea de la ciudad y del partido que sea- que no esté preocupado por la creciente incapacidad del Estado para ordenar y equilibrar los flujos migratorios más allá de las buenas palabras y las acciones humanitarias. Y siempre son los ayuntamientos los que, finalmente, deben acoger y convertir a los inmigrantes en ciudadanos de hecho.

El álbum de los tópicos dice que la derecha observa la extensión del derecho a voto de los inmigrantes con recelo y que la izquierda lo hace con apertura. Nada de eso. Derecha e izquierda se alternan en discursos defensivos y/ o paternalistas que contribuyen poco a esclarecer las cosas. Además, cierta derecha y cierta izquierda piensan únicamente en términos de rentabilidad electoral por barrios. Dirigentes del PP suponen que muchos latinoamericanos pueden ser votantes seguros de su partido mediante el anclaje de tipo confesional explícito. Mientras, dirigentes del PSOE y de IU confían en que muchos marroquíes y subsaharianos engrosen su electorado mediante el anclaje de tipo socialasistencial. Los catalanistas de CiU y de ERC acusan la perversidad de un sistema (en el viejo y el nuevo Estatut) que cede al Govern la gestión del fenómeno (escuela, sanidad, vivienda, familia) a la vez que le niega poder decidir (siquiera influir) sobre el número de inmigrantes que pueden acogerse con garantías.

En todo caso, los dos grandes partidos españoles observan este debate desde dos planos. En las sedes centrales se piensa – sin que se admita en público- en cotos cerrados de caza de nuevos y frescos sufragios que llegan en grupo, subvirtiendo el principio clásico de una persona, un voto. ¿Qué jefe de campaña electoral no sueña con este tipo de aportación? Entre los alcaldes, en cambio, la complejidad vivida a pie de calle introduce elementos de cautela, que enlazan, por suerte, con el sentido común antes que con gestos para el escaparate.

El derecho a voto no es algo aislado. Plantear una extensión de derechos sin vincularlo a una extensión de deberes resulta, cuando menos, engañoso; para los inmigrantes que aspiran a la ciudadanía y para todos. Y, para empezar, abandonemos ya el peligroso multiculturalismo de postal y tenderete, que destaca más los valores que separan que los puntos de confluencia con nuestra sociedad.

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