Editorial

Son personas, no números

Diario de noticias de Alava, 22-08-2006

FUERON más de un centenar las personas que ayer arribaron a las costas canarias, supervivientes de la arriesgada travesía a bordo del cayuco, o la patera, o cualquiera que sea el artilugio que flote y les acerque a su única posibilidad de supervivencia, huir de la miseria. El problema de la inmigración, grave problema para los países receptores, por supuesto, no debe ser afrontado exclusivamente desde el punto de vista de la desestabilización y el control, sino que precisa del componente humano, afectivo incluso, del que carecen todos los planes estratégicos proyectados desde las distintas administraciones. Está bien, muy bien, que el ministro Rubalcaba viaje a Senegal y a Mauritania para que aquellos países colaboren. De alguna manera hay que evitar que miles de desesperados dejen sus ahorros en un incierto pasaje al mar abierto que lo mismo puede acabar en reclusión provisional, en regreso obligado o en el fondo del mar.Está muy bien cualquier iniciativa que prevenga la ruleta rusa del cayuco. Pero, mientras tanto, mientras llegan como llegan, exhaustos, aterrorizados, medio muertos, es necesario un esfuerzo por parte de las instituciones y los medios de comunicación para evitar que los que llegan y, sobre todo, los que no llegan, sean tratados como mera estadística, como cifra cotidiana, como mercancía subsahariana perfectamente prescindible, administrativamente contingentada, cifra de ida y vuelta y, si hubo mala suerte, un número sobre el nicho desconocido.Cada pasajero del cayuco, cada superviviente de la patera, cada interno en el centro de acogida, tiene un nombre, una familia entre la que nació, creció y penó.Cada uno de los miles de inmigrantes que sumaron la cifra que hoy suman, quienes se lo jugaron todo por salir del hambre y la desesperación, cada uno de ellos, tiene su memoria, recuerda sus cuentos infantiles, canta sus canciones, añora a sus amigos, sueña con sus cosas y llora sus ausencias. Cuando les vemos, extenuados, arropados con la manta y confortados con la taza de leche reglamentaria, no son parte del cupo negociable con sus países de origen. Son personas de apariencia variopinta, con otro color de piel, de quienes tenemos conocimiento sólo porque huyen de la miseria. Pero no son números.

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