“Fui violentada de todas las formas. Por eso vine a España”. Esta es la realidad de Patricia, quien vive en Madrid desde hace dos años. Colombiana, madre de dos hijos, tuvo que huir de su país para escapar de la violencia machista que sufría. Llegó a Europa con un visado de turista y el sueño de poder, finalmente, vivir libre de su agresor y trabajar.

Nada fue tan sencillo como parecía. Después de meses de trámites burocráticos, Patricia finalmente consiguió asilo en España por haber sufrido violencia de género. Pero los desafíos no terminan ahí. A pesar de no haber barrera idiomática, tuvo que lidiar con los traumas vividos y el estigma de ser una refugiada, lo que implica, entre otras cosas, no conseguir un empleo en su área de formación.

El caso de Patricia no es aislado. Según Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), a finales de 2022, España había recibido cerca de 118.000 solicitudes de asilo. Sin embargo, el aumento del flujo migratorio no ocurrió solo aquí. Los conflictos armados, las guerras, las luchas territoriales y las violencias contra grupos minoritarios aumentan cada año, obligando a más personas a abandonar sus países de origen como refugiados.

Para dar visibilidad a esta realidad, hoy se celebra el Día Internacional del Refugiado. Para conmemorarlo, la ONG Rescate, con sede en Madrid, ha abierto las puertas de su oficina para una dinámica diferente. “Lo que estamos intentando es que las personas se pongan en la piel de un refugiado que acaba de llegar a nuestro país”, cuenta el director general de la Organización, Carlos Echánove.

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Para ello, la ONG ha realizado una actividad inmersiva donde el público pudo vivir todas las etapas que atraviesa una persona que busca asilo en España: el primer contacto con la policía; la ayuda social, psicológica y jurídica; el soporte para buscar un empleo; las clases para aprender el idioma y la última etapa llamada befriending en la que los refugiados, con la ayuda de voluntarios de la organización, crean vínculos con personas que residen en España y que pueden presentarles la ciudad y la cultura local.

Para que la simulación sea aún más realista, ha sido realizada por voluntarios que ya trabajan en cada una de estas áreas. Migdalia, venezolana que ayuda a estas personas a conseguir empleo, cuenta que no es tarea fácil para un refugiado o inmigrante insertarse en el mercado laboral. “Hay mucho prejuicio y, también, para aquellos que no son hispanohablantes, la barrera lingüística.”, dice. “A veces ya vienen muy cualificados de sus países de origen, pero como las homologaciones de títulos suelen demorarse, hacen otros cursos de especialización para conseguir un empleo rápidamente”.

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España acoge no solo a personas que huyen de sus países a causa de guerras, sino también a ciudadanos que corren riesgo por pertenecer a la comunidad LGBTIQ+, mujeres que sufren violencia de género, personas que enfrentan persecución por su credo o que necesitan abandonar su región debido a cambios climáticos.

Carlos Echánove cree que cuanto más entiendan los ciudadanos lo que atraviesa un refugiado al abandonar su país, más aceptados serán en el territorio donde van a vivir. “El desconocimiento hace que las personas tengan miedo, y eso forma parte de la naturaleza humana. España no tuvo, durante muchos años, una inmigración que fuera diferente de su cultura”. “Entiendo que la inmigración de otras regiones es aún reciente, pero forma parte de nuestro trabajo acercar a la sociedad civil a los refugiados, para que estas personas se conozcan y no sean más extrañas entre sí”, concluye.