La sociedad vasca es empática con las personas refugiadas

Diario de noticias de Gipuzkoa, Hilaria Vianeke, 20-06-2024

El 20 de junio de cada año, el mundo recuerda a todas las personas forzadas a pedir refugio y asilo por motivos de guerra, cambio climático, persecuciones políticas, motivos étnicos, o motivos de género, entre otros.

España fue un país de donde las personas salían a otras partes del mundo pidiendo refugio, especialmente durante el franquismo. Hoy España es la puerta de entrada a Europa a aquellas personas que por varias razones son obligadas a llegar a estas tierras en búsqueda de solidaridad, empatía y acogida.
A Euskadi llegan diariamente varias personas buscando una oportunidad para empezar de cero. Los vascos y las vascas, a nivel genérico, son un pueblo acogedor, solidario y cercano. Las situaciones jurídicas de las personas refugiadas/migradas o solicitantes de asilo están mermando estos valores de convivencia y buena acogida. La falta de documentación para poder acceder al mercado de trabajo entorpece la inclusión de las personas que llegan a estas tierras y provoca que se construya en el imaginario colectivo una imagen de las personas refugiadas muy alejada de su realidad y su idiosincrasia, que es la de personas trabajadoras y valientes. Porque no hay que olvidar que para escaparse hay que ser valiente. Por ende, la idea de que las personas refugiadas/migradas vienen a vivir bajo la sombra del Estado y de las organizaciones sociales porque no quieren trabajar es equivoca.

Lo que no trasluce son las trabas jurídico-legales que las personas que llegan refugiadas a estas tierras se encuentran en su día a día. No salen a la luz los largos meses de espera a los que están sometidas las personas refugiadas solicitantes de asilo en este país, especialmente, a las que proceden de los países no europeos. Para estas personas, la media de espera para poder obtener una primera cita en la policía es de 6 a 12 meses, y durante el tiempo de espera, estas personas viven en la completa y absoluta incertidumbre. No pueden trabajar, no pueden volver a sus países de origen y, en muchos casos, tampoco se pueden marchar a otros países del entorno, al haber iniciado su proceso en la CAV o en España, por el temor a que se les aplique lo pactado en el convenio de Dublín.

Las situaciones de desempleo, de dependencia de las instituciones, provocan sentimientos de rechazo social, xenofobia y racismo. Tanto es así, que muchos partidos políticos, especialmente los de ideología de derechas, toman las llegadas de personas refugiadas como invasión, criminalidad… Asimismo, por otro lado, están los grupos de Izquierdas, quienes no han tenido en más de 5 años de gobierno la valentía de cambiar las leyes de extranjería y asilo y mejorar de esta forma los procesos de inclusión social de las personas que solicitan refugio y asilo en estas tierras.

Es importante trabajar en eliminar las diferenciaciones entre personas, dejar de categorizar a una persona refugiada de la otra, basándose en el país de procedencia. Todas las personas que tienen que salir de su casa, de su tierra, dejar atrás su cultura, su familia, sus amigos, sus sabores, olores… no lo hacen por gusto, sino por una necesidad extrema. Por ello, al llegar al país de acogida, la visión de acogida, tratamiento e inclusión debería ser igualitaria, humana, empática, solidaria y de altruismo.
Pese a todo lo que queda por hacer en materia de asilo y refugio, en la lucha contra el racismo, la xenofobia… hay que realzar que, como vascos y vascas, debemos estar orgullosos del modelo de sociedad de acogida que tenemos. Todo el tejido social, las instituciones, las personas hacen que Euskadi sea una sociedad que recibe de buen grado al que llega sin aliento, pidiendo socorro.

Las vascas y vascos no han olvidado que algún día también han tenido que marchar y esperan nunca más tener que hacerlo, sea por el motivo que sea. Trabajadora social, doctorada en Administración y Política Pública por la UPV/EHU y activista por los Derechos Humanos

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