EL RETO DE LA INMIGRACIÓN Los números

Los cuatro pequeños

La Vanguardia, 22-08-2006

XAVIER BRU DE SALA

DURAN SIEMPRE ha resistido las tentaciones, como el mismo san Antonio en el desierto
No sé por qué, pero Joan Saura me recuerda a Josep Miquel Abad. No es que le vea pasándose al capitalismo, ni de mano derecha de los más grandes o, viento en popa, presidiendo empresas innovadoras. Nada de eso. Las ideas son las ideas, y cuando uno las ha representado, diría encarnado, no puede por menos que ser consecuente el resto de su vida. Aun así, Saura, de no ser líder, podría abrir una consultoría de mercadotecnia política. Seguro que todos acudirían a él en busca de un encaje perfecto entre los mensajes emitidos por los partidos y su electorado potencial. Su manera de estar siempre donde más se le ve pero menos se le malvé, cómo guarda la compostura, reparte consejos, ordena lo esencial en los temporales, la cara de póquer con la que encajó la rebaja estatutaria; todo ello indica que Saura podría encabezar un proyecto de mayor envergadura. Pero ahí está, en Iniciativa, a la que confiere buenas perspectivas electorales (además de las que el azar otorga a los rojiverdes, ahora en forma de voto refugio contra una eventual entente sociovergente).

ERC, por su parte, presenta la segunda novedad del panorama político. Si Montilla es la primera, la determinante, Puigcercós, le va a la zaga. La idea que vende Esquerra, a los suyos en primer lugar pero también a la sociedad en general, es la de un doble liderazgo: Carod-Rovira al frente, con su oratoria, el argumentario y las grandes líneas de fondo, y Puigcercós en el Govern, en caso de tripartito compitiendo con Saura por el premio a la cabeza ordenada con cara de buen chico. De conseller primer al que, según se supone, nada escapa en éste y en cualquier otro escenario. Tras la experiencia de Madrid, Puigcercós se apresta a gobernar – con Montilla de president si no hay vuelco en las urnas-. Luego, cuando se le pueda evaluar como número dos de la Generalitat, ya veremos. Puede que el reparto de papeles con Carod funcione, de modo que no haya necesidad de un cambio de liderazgo. Puigcercós tiene fuerza, pero lo que menos le conviene es forzar las cosas.

Vayamos ahora por Unió. Si el pasado martes repartimos el espacio entre Mas y Montilla, hoy toca dividirlo entre los restantes líderes, pero como Duran Lleida es mi preferido (si no lo habían notado, vuelvan a leer mi artículo

“Como volverse tonto”, publicado el 8 de julio), queda para Piqué menos espacio del que le concedería esa Junta Electoral que obliga a los medios públicos al minutaje. Tampoco tiene de qué quejarse el ex hombre de Aznar, pues no hay novedad en su frente. Está al pairo, ni fa ni deixa fer,esperando que el viento reinante no le eche mucho para atrás.

Lo mejor que puede predicarse de Duran es que siempre ha resistido las tentaciones, y eso que las ha tenido tan fuertes como el mismísimo san Antonio en el desierto. Si se fijan, Maragall se equivocó al no tomar las riendas de la negociación estatutaria con Madrid, dejación de liderazgo que le ha costado el puesto. Carod se equivocó acudiendo a la entrevista-encerrona, y tuvo que dejar el cargo. Antes, Pujol se equivocó de medio a medio al no divorciarse a tiempo y con escándalo público de Aznar. Por eso, CiU perdió el poder. Antes, Roca se había equivocado al enfrentarse a Pujol, por lo que salió despedido de la política. Tal vez porque lo tiene mucho más difícil que los mencionados, Duran Lleida no ha cometido ningún error de semejante calibre. Anacoreta de sus principios y equilibrista, los militantes de Unió bien pueden decir que si su partido existe y tiene su peso es porque Duran lo ha levantado y mantenido en la mejor situación posible, contra opas en apariencia amigas o declaradamente hostiles. Después de muchos años de cábalas sobre las posibles maniobras de Unió, ha quedado claro que, mientras Convergència no desfallezca, Unió seguirá a su vera, ayudando desde la diferencia, soportando las mil y una, absteniéndose de restar un vo

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