CINE

Green Border: la herida fascista de Europa según Agnieszka Holland (****)

La directora polaca insiste en su cine frontal para denunciar el auge y pervivencia del fascismo en la guerra contra la inmigración

El Mundo, Raquel Villaécija, 13-06-2024

El cine empezó en una fábrica. No en un palacio ni un boulevard burgués ni un bosque debidamente bucólico. Los hermanos Lumière colocaron su cámara delante del edificio que ocupaba la firma fotográfica de su familia en Lyon y esperaron. Se abrió la puerta y no salieron vaqueros a caballo ni príncipes ni dinosaurios ni barbies. Salieron obreros. Es un plano frontal cuya virtud es ésa, la de la literalidad. En realidad, se trata de una toma de postura. La idea no es tanto denunciar nada como colocarse en el sitio correcto. Hay cineastas (pensemos en Ken Loach como paradigma) que aprendieron la lección y llevan una vida entera provocando picores a los estetas de medio mundo o, peor, obligando a los cínicos a arrugar el morro. Su cine está ahí porque sabe, como los Lumière, que ocupar el lugar adecuado es importante.

Agnieszka Holland pertenece a este grupo de, digamos, ‘situacionistas’. Y para demostrarlo, ahí está ‘Green Border’,su último y más inspirado -además de descarnado- trabajo en mucho tiempo. La directora de ‘Europa, Europa’ (1990) o ‘In Darkness’ (2011), viaja hacia atrás, pero no tanto. Se diría que antes que del pasado reciente habla de un presente continuo. Estamos en la frontera entre Polonia y Bielorrusia y los inmigrantes acuden allí atraídos por la propaganda de Alexander Lukashenko que promete un paso seguro a Europa. Cuando lleguen allí, se darán cuenta (y de qué manera) de que son simplemente peones en una brutal pelea geopolítica. Son solo carne en el mercado que defiende los privilegios de unos pocos. El ejército de un lado les facilita el paso al otro lado para que acto seguido la policía del supuesto país de acogida les devuelva al punto de partida. Y así, una y otra vez.
PUBLICIDAD

Dice la directora que en tiempos de redes sociales hemos olvidado mirar a los sitios que el algoritmo o la masa siempre enfurecida han dejado ya de mirar. Y que, quizá, es obligación del cine hacerlo. Se trata por tanto de colocar la cámara justo ahí, delante, y ver qué pasa. Lo que sucede es una de las vergüenzas de Europa peor contadas. Cuando, pasado el tiempo, los refugiados que recorran ese mismo camino sean los que huyen de la guerra de Putin en Ucrania, entonces todo será infinitamente más fácil. Y muchísimo más hipócrita. Y, precisamente por ello, más cruel.

Agnieszka Holland cuenta la misma historia desde varios puntos de vista: desde los que sufren, desde el lado de los guardianes y desde la mirada de los pocos convencidos que se comprometen y ayudan. La película deja poco espacio para las dudas. La idea es conmocionar y hacerlo con todas las armas al alcance. Sí, la película es vocacionalmente melodramática, por momentos desmañada y, sin falsas excusas, hasta maniquea. ¿Podría ser acaso de otro modo? Son, si se quiere, defectos, por utilizar el lenguaje de la academia, tan conscientes y claros que, en verdad, son otra cosa: dinamita para los ojos.

‘Green Border’ describe con una precisión que asusta y con la misma destreza la brutalidad de unos, la insensibilidad de otros, la falta de escrúpulos de casi todos y, por un momento, la necesaria esperanza (que también la hay) común. Lo que cuenta la película pasó y ni siquiera pasó cerca de Europa, pasó en la misma Europa que acaba de votar. ¡Y cómo! Y Agnieszka Holland se limita, como nos enseñaron los hermanos Lumière, a poner la cámara donde debe y de la manera que debe. Cine frontal. Bien por ella, bien por nosotros.

Dirección: Agnieszka Holland. Intérpretes: Behi Djanati Atai, Agata Kulesza, Piotr Stramowski, Jalal Altawil, Maja Ostaszewska. Duración: 147 minutos. Nacionalidad: Polonia.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)