Dos ultraderechas convivirán en la Eurocámara pese a sus múltiples contradicciones

Una quincena de grupos minoritarios decidirán si el control es de ID, el bloque radical, o ECR, el sector más europeísta

Diario Vasco, María Rego, 11-06-2024

La ultraderecha europea apoya a Ucrania y tiene amistad con Vladímir Putin. Apuesta por una economía liberal y defiende el intervencionismo. Quiere ampliar la UE y se niega a sumar más estrellas a su bandera. Es Giorgia Meloni en el poder y también Marine Le Pen en la oposición. Detrás de la extrema derecha que el domingo se convirtió en la tercera fuerza de Europa, con unos resultados históricos y victorias contundentes en Austria, Bélgica, Francia, Hungría e Italia, no hay ni una única voz, ni un discurso unitario. Una veintena larga de siglas alineadas en esta tendencia política en ascenso se sentarán en la renovada Eurocámara, donde los ultras volverán a dividirse en dos grandes grupos. Por un lado, los Conservadores y Reformistas (ECR), con 73 escaños (sube 4), que se definen a sí mismos como centroderecha. Por otro, Identidad y Democracia (ID), con 58 (+9), en el ala más radical. Y alrededor una serie de satélites, como el gigante alemán AfD, con 15 eurodiputados, y el Fidesz del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, aún pendientes de situarse en el Parlamento tras una última agitada legislatura.

Hablar de la extrema derecha en Europa es hablar de una especie de gran familia en constante crecimiento al calor de una sucesión de crisis (económica, la pandemia, la invasión de Ucrania), cuyos miembros hacen frente común en lo básico, pero caminan por libre en infinidad de cuestiones. Lo esencial para estos partidos es poner por delante a su país. Para Agrupación Nacional (31,4% en las recientes elecciones) lo primero es Francia, para el PiS (36,2%) es Polonia, para Vlaams Belang (14,5%) es Bélgica, para Chega (9,8%) es Portugal… Algo así como el ‘America first’ de Donald Trump en Estados Unidos. Con este espíritu nacionalista no extraña que las diferentes versiones ultra coincidan en su política antiinmigración, con propuestas como el refuerzo de las fronteras y el retorno rápido de los solicitantes de asilo para, a su juicio, garantizar la seguridad en las calles. Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, alertaba antes de los comicios sobre los riesgos de este discurso xenófobo, a menudo con tintes islamófobos: «Podemos pasar a un modelo donde la extrema derecha ve en el emigrante el enemigo a batir».

Menos euroescépticos
Si la nación es lo primero para la ultraderecha el domingo ganó en cinco Estados miembros y fue segunda en otros seis no sorprende tampoco que todos sus partidos cuestionen de alguna manera la pertenencia a la UE, aunque hayan moderado su posición en este asunto en los últimos años. En ECR (con formaciones como Hermanos de Italia, Vox en España, Verdaderos Finlandeses, el belga Nueva Alianza Flamenca…) han matizado mucho su euroescepticismo desde su nacimiento en 2009 y hoy abogan ‘sólo’ por reducir al máximo la cesión de competencias a la Unión. En ID (Partido Popular danés, Libertad y Democracia Directa en Chequia, Partido Popular Conservador en Estonia…) son más rupturistas, pero desde que el grupo echó a andar en 2019, impulsado por Matteo Salvini y su Liga, la idea de abandonar el ‘club’ ha perdido asimismo fuerza. La experiencia del Brexit ha desanimado a muchos de quienes antes exigían un Dexit para Alemania o un Grexit en Grecia.

Otra batalla en la que los miembros de los dos grupos de extrema derecha de la Eurocámara pelean juntos es el medio ambiente: critican el Pacto Verde, cuestionan el cambio climático y no creen que el futuro pase por las energías renovables sino por más centrales nucleares. Pero pese a estos pilares compartidos, y a que ECR, ID y el Fidesz sellaron hace tres años una declaración conjunta que parecía el punto de arranque para una gran coalición, nada hace prever un acuerdo entre los dos bloques en un breve plazo. Hay demasiadas contradicciones, desde el modelo económico al derecho al aborto, la religión con ultracristianos y laicos o la OTAN. La mano tendida de Le Pen (Identidad y Democracia) a Meloni (Conservadores y Reformistas) para sumar fuerzas, por ahora, tampoco ha funcionado.

En cualquier caso, los ultraderechistas tendrán una enorme capacidad de influencia en la legislatura 2024-2029, cuando se tendrá que abordar proyectos de calado desde la ampliación de la UE por el este a la transición ‘eco’ y dar respuesta a Ucrania no se sabe por cuánto tiempo más. Tal vez esta guerra en suelo europeo haya abierto la mayor brecha hasta ahora entre los ultras de los 27. El húngaro Orbán, que el domingo cosechó el 45% de los votos para su partido, es amigo declarado del jefe del Kremlin. La primera ministra de Italia, cada vez en un rol más institucional, se ha mostrado siempre del lado de Kiev. A la AfD alemana la investigan por posibles pagos recibidos de Rusia. Y Ursula von der Leyen, presidenta en funciones de la Comisión Europea y jefa de los populares, no quiere ni oír hablar de «los amigos de Putin» para posibles pactos, lo que abriría la puerta a un acuerdo con la extrema derecha ‘blanda’, la de ECR y Meloni, convertida en una de las grandes referentes de esta tendencia en Europa.

El jefe ultra danés Rasmus Paludan quema una copia del Corán.
El jefe ultra danés Rasmus Paludan quema una copia del Corán. Reuters
Rivalidad entre líderes
La mandataria italiana, comentaban analistas de su país en plena resaca electoral, «es hoy tal vez la personalidad política más fuerte de Europa», donde cinco Estados miembros (Hungría, Polonia, República Checa y Finlandia además de Italia) tienen a ultraderechistas en el Gobierno. El poder de esta corriente política, que controlará el 18% de la Eurocámara, se mide asimismo en función de la fuerza de sus líderes. Y parte de sus debilidades, también. No sólo hay recelos entre jefes de los diferentes partidos ultra por intentar erigirse en el máximo representante de ese espacio en el Viejo Continente Le Pen se ha visto eclipsada por la propia Meloni sino que además se dan choques a nivel nacional por abanderar este movimiento, como ocurre entre Hermanos de Italia y la Liga.

Más discretos, pero con un papel decisivo a la hora de determinar qué bloque tendrá la hegemonía del Parlamento comunitario, son los múltiples pequeños partidos de extrema derecha que el 9 J lograron escaño y que en las próximas semanas serán cortejados por ECR e ID para sumarlos a sus filas. Hasta una quincena de grupos integran esta ensalada de nuevas siglas ultraderechistas: Niki en Grecia, Renacimiento en Bulgaria, el español Se acabó la fiesta, Juramento y Automovilistas en República Checa… El auge de este fenómeno ha disparado también la preocupación, y este lunes mismo, por ejemplo, cientos de franceses salieron a la calle en contra de estos partidos. El presidente alemán, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, agitó el miedo por el ascenso ultra: «Nunca olvidemos los daños causados en Europa por el nacionalismo y el odio».

De las manifestaciones contra los migrantes a las quemas del Corán
El apoyo a la ultraderecha en Europa y su discurso, sobre todo contrario a la inmigración, se vio antes en las calles que en las urnas. Alemania ha asistido a numerosas manifestaciones de este movimiento a raíz, por ejemplo, de incidentes con extranjeros. Hasta 6.000 personas recorrieron Chemnitz en agosto de 2018 después de que un solicitante de asilo matara a un hombre. En 2023, en Suecia, se vivió la llamada crisis de la quema del Corán después de que el político ultra Rasmus Paludan prendiera fuego a un ejemplar, un gesto que tuvo varias réplicas.

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