“El mundo no lo vamos a cambiar, pero podemos ayudar a despegar a una familia”

Loturak, el programa de acogida a solicitantes de asilo y refugiados, busca gente como Arantxa, que “ha acogido a una mujer con tres hijos de Mongolia”l El objetivo es tejer una red voluntaria de acogida temporal y corta Mikel Mujika

Diario de noticias de Gipuzkoa, , 10-06-2024

En Gipuzkoa ha habido familias acogedoras en Bergara, Arrasate, Aduna, Lasarte-Oria, Irun, Hondarribia, Azpeitia, Pasaia, Zestoa y Donostia. También algunos grupos locales y voluntarios en otros municipios como Oiartzun o Hernani, por ejemplo. Su labor es “ayudar a despegar” a personas que han sido arrojadas de otros países y acaban de caer con lo puesto en nuestro territorio.

Inés Vicente, a la derecha de la imagen, junto a dos voluntarios de Loturak.
Inés Vicente, a la derecha de la imagen, junto a dos voluntarios de Loturak. SERGI CÁMARA

Arantxa es una de esas personas que “ha repetido” como familia acogedora dentro del programa Loturak, que no es nuevo, pero sí se ha rediseñado. Esta mujer ha acogido ahora a “una familia de Mongolia, que son una madre y tres hijos: un adolescente y dos niñas. Pero antes estuvo acogiendo a otra familia de Ucrania compuesta por madre, hijo y la abuela”.

664 personas acogidas
Como ella, 634 personas acogedoras han abierto ya las puertas de su casa a otras 664 personas hasta ahora en Euskadi, donde también se registraron 20 grupos locales de acogida durante 2023 y 106 personas voluntarias en estos grupos locales.

Nos lo explica Inés Vicente. Ella es la coordinadora de la línea de hospitalidad de Loiola Etxea, la organización que gestiona este programa del Gobierno Vasco (www.loturakgara.eus) para la acogida temporal e inicial de personas solicitantes de asilo o refugiadas.

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NTM / EP
El primer lazo
El llamamiento es claro: se necesitan familias o comunidades que ofrezcan ese primer lazo con nuestra sociedad, mientras se completa el proceso administrativo para dotarles de recursos y regularizar su situación.

Ahí es donde Inés y Asier Montes, técnico de Loturak, piden ayuda. Puede ser para “acogerles en casa” durante tres meses; que pueden llegar a ser sólo unas semanas; o simplemente “acompañarles a pasear, realizar actividades los fines de semana, tomar un café o hacer deporte”.

“Acompañarles a pasear, realizar actividades los fines de semana, tomar un café o hacer deporte”
Asier Montes – Técnico de Loturak

El objetivo es tejer una red de personas voluntarias que les introduzca en nuestra sociedad. El compromiso lo marca cada uno, y Loiola Etxea, que es la organización que gestiona el programa Loturak en Gipuzkoa, ofrece un “acompañamiento integral” durante todo el proceso, tanto a acogedores como a acogidos.

“Historias muy potentes”
Este modelo de familias acogedoras “es algo que nosotros planteamos que sea muy temporal, muy concreto en el tiempo, porque luego la convivencia no resulta sencilla cuando las dinámicas de acogedores y acogidos son tan dispares”, dice Inés Vicente.

“De entrada, son tres meses, que se pueden llegar a prorrogar otros tres, pero ya seis meses es mucho tiempo”, aclara la coordinadora. Porque “cada familia, la de acogida y la acogedora, tienen sus expectativas, sus formas de vida y, aunque antes de empezar a convivir también se habla de todo esto y se acuerdan ciertas cosas”, pueden surgir diferencias.

Situación transitoria
La situación en la que algunas de estas familias llegan a Euskadi es “muy compleja”, señala Asier Montes. “Incluso hay personas que han venido con mafias; o sea, vienen con historias potentes y lo que nosotros explicamos es: el sistema de acogida en el Estado está saturado”. Y Loturak ahí pretende ser una herramienta para descongestionarlo.

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Marta Martínez
El sistema de asilo a refugiados “funciona como una primera cita en la Policía Nacional, que en principio debería ser inminente, pero cuesta incluso siete u ocho meses. En Bilbao se han llegado hasta los nueve meses de dilatación”, explica Montes.

“Entonces, hasta que no tienen esa cita en la Policía, no tienen ninguna protección. Y los recursos que hay preparados para esa situación transitoria están pensados para personas individuales, sobre todo hombres”, precisa.

Pero la realidad es que “ahora están empezando a llegar familias con niños menores, y esos recursos no están preparados: son sitios donde esas personas son vulnerables. Entonces, lo que ofrecemos desde Loturak es ese periodo de tranquilidad, de seguridad, durante tres o seis meses, para que luego puedan arrancar, que entren al sistema que está establecido”, explica el técnico de programa de acogida.

Familias de todo tipo
Loturak surgió como iniciativa para dar respuesta a la crisis humanitaria que generó la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, pero dos años después el Gobierno Vasco la ha extendido a “otras realidades y países” y los gestores del programa en Gipuzkoa admiten que “aún no es muy conocida”.

“Nosotros ahora mismo en Gipuzkoa hemos trabajado con familias de Venezuela, Honduras, Mongolia, Ucrania y Georgia”, señala Inés Vicente.

Integrantes de la Asociación Katearen Loturak, de apoyo a familiares de personas con patología psiquiátrica y adicciones
Integrantes de la Asociación Katearen Loturak, de apoyo a familiares de personas con patología psiquiátrica y adicciones RUBEN PLAZA

El programa Loturak tiene “dos patas”: una es ser familia acogedora. “Pueden ser familias de todo tipo, de una o más personas; incluso ahora estamos con comunidades religiosas también que van a ser comunidades de acogida”, añade.

La clave es organizar grupos de voluntarios “alrededor de esas dos familias que van a convivir, grupos locales que favorecen la integración de esa familia”, dice Inés. Porque la red social y familiar que nosotros tenemos para echar un café, para ir al monte y otro tipo de actividades que nos parecen rutinarias, son un capital de gran valor en la labor de integración de estas personas. “El modelo comunitario es la base de todo esto”, añade.

Aprender con ellos
Ser el anfitrión de estas familias, aunque sea por periodos limitados de tiempo, es una tarea que requiere de apoyo y orientación, insisten Asier e Inés. Por eso se asiste a las personas en esta labor. Hasta un mes de preparación previa podemos llegar a necesitar para ser plenamente conscientes de lo que vamos y podemos representar en la vida de esas personas que, a menudo, llegan con “mochilas que no podemos ni imaginar”.

También se dan formaciones a las personas acogedoras y voluntarias para que “entiendan exactamente de lo que estamos hablando cuando hablamos sobre asilo o refugio”, porque en la medida de esa convivencia que elijamos, “nos va a tocar compartir con ellos el proceso administrativo de asilo y las gestiones a realizar”. Acompañarles a la Policía y saber qué hacen allí es otro aprendizaje para las familias acogedoras.

‘Loturak’, cuando una escultura se hace joya “ponible”
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Arantxa Lopetegi
“Es un tema complejo en muchos casos, porque no es lo mismo Ucrania, que tiene protección internacional, donde los derechos se reconocen básicamente al inicio, que por ejemplo, una familia que ha venido de Mongolia, o viene de Honduras o viene de otro sitio, donde el camino es un poco distinto”, asegura Inés Vicente.

Ayuda psicológica
También hay ayuda psicológica para las personas, tanto familiares que están acogiendo, como las personas que son acogidas y los voluntarios. “La persona técnica que acompaña el proyecto trabaja con la familia para poder seguir su proceso vital en esta nueva ciudad, población o territorio al que han llegado. Y también a la ciudadanía local para ir entendiendo este sistema, y las situaciones que se puedan dar”, explica Montes.

“A veces, con nuestras expectativas igual esperamos que la gente llegue y simplemente esté agradecida por lo que estamos aportando con este proyecto, pero hay que entender también que con dolor e historias duras, a veces pueden salir otro tipo de reacciones. Entender todo esto a nivel psicológico”, explica el orientador, ha “abierto mucho la mente de las personas acogedoras”. Montes cree que estos procesos conllevan también un “enriquecimiento personal”.

El caso de Aduna
Por ejemplo, en Aduna, “tenemos una familia de Ucrania, un pueblo tan pequeño como Aduna, es la primera vez que hay una familia de este perfil viviendo en Aduna. Y el impacto que tuvo en el pueblo al principio fue grande, pero ya están integrados y las niñas hablan perfectamente euskera”, dice Montes.

Asegura que el caso de Aduna ha sido muy “enriquecedor” y ha logrado que otras personas del entorno también se impliquen: “Tenemos un grupo local que está apoyando”. Lo ideal, resalta Montes, es que si esta familia un día tiene autonomía y se va, “otra familia pueda ser acogida en su lugar, porque ya hay una comunidad con una experiencia”.

Pero se pueden dar pasos más pequeños formando parte de un grupo, sin tener diariamente la responsabilidad de estar acogiendo a una familia en tu casa, sino participando en diferentes actividades y situaciones con otras personas. Es decir, formando parte de una especie de red de apoyo.

De paseo por La Zurriola
“Tengo un caso muy claro”, asegura Asier Montes, de cómo “algunas cosas que parecen pequeñas, luego valen mucho. Cuando yo vine, los ucranianos estaban aprendiendo español y yo era su profesor. Recuerdo que había una mujer que en poco tiempo adelantó un montón y pronto pudimos ver dónde estaba el secreto. Aparte de que ponía interés, había un grupo de mujeres que iban a pasear todos los días por la Zurriola y la invitaron a ir con ella”, recuerda.

Pero “esa pequeña cosa que estaba haciendo el grupo, que para ellas no era nada, o echar un café con ella, a nivel de idioma le ayudó. Y ya con eso pudo dar más pasos, hacer un curso de formación y acceder a un trabajo. Esto es una cadena con pequeños eslabones”, recalca Asier Montes.

Perfiles

No hay perfiles definidos de familias acogedoras. En Loiola Etxea han tenido ejemplos varios: desde mujeres de entre 50 y 60 años que viven solas, hasta “una pareja joven con dos niños pequeños de tres y cuatro que acogieron a una mujer de 60. Y otra familia con niños pequeños que ha acogido a una madre con dos niños pequeños también”.

Compatibilidad y preparación
“Lo que sí intentamos buscar, y eso hemos ido aprendiéndolo con el tiempo, son perfiles que sean compatibles. Y luego, antes de que esas personas sean acogidas en casa, se conocen las dos partes, tienen que estar de acuerdo y, si en cualquier momento una de ellas dice que no, se para el proceso”.

El idioma en sí ya es bastante barrera. Y “el translator” termina cansando, reconoce Montes, pero lo más importante es asumir que los choques culturales pueden ser fuertes, admite Montes: fiestas que celebran unos y otros no; sobremesas que carecen de sentido para unas familias y se lo dan a otras, ritmos de vida, hábitos, religión, etcétera. Pero esa primera red de apoyo es de un valor incalculable para rescatar esas vidas y ayudarles a encontrarse en el mundo.

“El mundo no vamos a poder cambiarlo, pero cambiamos la vida de una familia o una persona, y la ayudamos a despegar, ofreciéndole una oportunidad, un hogar, una forma de arrancar de nuevo, y eso sí que se puede hacer con pequeño gestos cada día”, añade Asier Montes.

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