SEGRIÀ / GIRONÈS
Temporeros de Oriente
El Periodico, 21-08-2006Chun Yong Ji lleva apenas mes y medio como trabajador temporal en la cooperativa de Montoliu de Lleida, pero ya parece el rey de la casa. Entra desde el almacén a la planta de envasado, empaqueta unas peras en unos recipentes de plástico, charla con las compañeras de mesa y las ayuda a colocar los envases en una cinta transportadora. Al rato, escurridizo, se escabulle de nuevo al almacén.
Chun Yong tiene poco más de veinte años y, en invierno, se dedica a la hostelería. “Trabajo en el restaurante de un pariente mío, pero, como estos meses hay menos clientela, he venido aquí”, explica. Forma parte de los 64 ciudadanos chinos que empezaron a trabajar el pasado julio en la cooperativa leridana, para reforzar la campaña de la fruta. Cada día pasan, solo por esta empresa, 120.000 kilos de pera, manzana o melocotón.
“Son gente meticulosa y pulida, pero, por lo que parece, este trabajo les resulta algo duro”, señala Antoni Mòdol, capataz de la planta. Este es el tercer año que la firma de Montoliu contrata a chinos. Otros 31 trabajadores polacos les aseguran el ritmo de trabajo.
Chinos y recién llegados residen en el albergue que la cooperativa pone a disposición de los temporeros. La convivencia, pese a las diferencias culturales, “es bastante buena, aunque solo comparten la sala de televisión y poco más”, dice Mòdol. Son parte de esas casi 6.000 personas que trabajarán hasta mediados de septiembre en la campaña frutera de las comarcas de Lleida que empezó el uno de julio. La mayoría son marroquís, argelinos, colombianos y rumanos.
La hora del rezo, en Girona
Una veintena de temporeros gambianos se quitan la gorra roja que les protege del sol, se reúnen en silencio y se arrodillan para rezar en un campo de manzanos, junto a la C – 31 hacia Torroella de Montgrí.
Es una imagen atípica en el medio rural, pero cada vez más habitual en plantaciones de fruta del Alt y Baix Empordà. “Les dejo 20 minutos para rezar dos veces al día y así trabajan más felices”, dice Lídia Farreras, dueña de la finca donde trabajan esos temporeros.
Más de 1.500 extranjeros se ocupan en la recogida de la fruta en la demarcación de Girona. Ganan 5,39 euros la hora. “Pagan casi, casi bien”, comenta el argelino Kadi Miloud, temporero desde hace 5 años en España. Tiene 35 años, es soltero y vive con tres amigos en una casa de alquiler en Torroella de Montgrí. Llegó a Alicante en el 2000 para trabajar como pescador, pero ganaba muy poco y decidió dedicarse “a pescar manzanas”, bromea.
Los agricultores aseguran que no encuentran personal. “La gente de aquí no quiere trabajar. Cada año pedíamos gente y no venía nadie”, asegura el amo de una finca, Pere Batlle. Para sortear estas dificultades, Unió de Pagesos (UP) empezó, hace 7 años, a contratar a temporeros directamente en su país de origen. Así, en 1999 llegaron a Girona 48 trabajadores y este año ya son 1.000 los colombianos, rumanos y marroquís que llegan ya contratados. “Solo así podemos asegurar que tendremos suficiente gente para recoger la fruta en el momento óptimo”, concluye el responsable de la fruta dulce de UP, Pere Pellicer.
Temporada corta
Uno de sus trabajadores, el rumano Constantin Soldant, tiene 32 años y lleva 3 veranos trabajando en Torroella. “En mi país soy carpintero, pero no gano suficiente. Por eso, mi mujer y yo tenemos que venir cada año a buscarnos la vida. Primero aquí y después, en Huelva, recogiendo fresas”, explica. El gambiano Bangali Dukuray lleva más de 20 años en el campo catalán. “Es una lástima que la temporada solo dure 4 meses. Luego tengo que buscar ofertas en la oficina de trabajo temporal”, se lamenta. Él vive en su casa en Girona, no como la mayoría de temporeros, que lo hacen en apartamentos en Empuriabrava y l’Estartit, o en casas particulares que les buscan los agricultores.
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