os resultados de las elecciones locales en Inglaterra y Gales confirmaron los peores augurios para el Partido Conservador y sitúan al primer ministro británico, Rishi Sunak, bajo una presión que, en año de comicios generales, pronto se volverá insoportable. Más si a las perspectivas de debacle en Westminster se añade la amenaza de rebelión en sus propias filas a cargo de parlamentarios que todavía aspiran a conservar su escaño. Decida llamar a las urnas antes o después del verano, el jefe del Gobierno protagonizará el capítulo final de catorce años de poder ‘tory’. Al peor dato en las municipales en cuarenta años puede seguirle en breve una victoria laborista tan arrolladora como la de Blair en 1997. Iniciativas desesperadas, como el anuncio de un mayor gasto en defensa o la obstinación por combatir la inmigración ilegal con el cuestionado plan de deportaciones a Ruanda, ya no salvarán a los ‘tories’ de su trayectoria errática, ni a Sunak de convertirse en el último de una larga lista de dirigentes fundidos por el empeño divisivo y empobrecedor del Brexit y responsables de una gestión desastrosa evidenciada en la pandemia y que ha minado la relevancia mundial de Reino Unido.