TRIBUNA ABIERTA IOSU PERALES
La igualdad en el horizonte
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 30-04-2024El camino hacia la igualdad se puede ganar, pero la lucha que se requiere es incierta y los procesos sociales y políticos siempre están y estarán cuestionados. Pero dicho esto que es toda una declaración de intenciones hay que reconocer que los avances históricos en materias como la educación y la salud señalan que el progreso humano existe. Los datos son incompletos, pero las tendencias son claras. Un dato irrefutable: la esperanza de vida ha pasado de una media mundial en torno a los 26 años, a 72 años en 2020. Es este un dato espectacular. Otros muchos indicadores confirman la tendencia hacia una mayor igualdad. Pero es verdad que la marcha es lenta, demasiado lenta.
De hecho, la humanidad tiene hoy más acceso a la salud que nunca, lo que es una verdad difícil de negar. También es real el mayor acceso a la universidad. Thomas Piketty (investigador y economista francés) no se anda con rodeos y defiende esta tesis a favor del progreso, pero como es un intelectual informado e inteligente, denuncia que las diferencias de acceso a salud y educación son considerables y que al tiempo que derechos y bienes fundamentales se extienden entre la población, gradualmente, surgen nuevas desigualdades a niveles superiores que requieren nuevas propuestas. De manera que el camino hacia una mayor igualdad en todas sus formas es un proceso continuo, complejo y siempre inacabado.
Cuidar la vida, todas las vidas, con calidad, ese debe ser el fin de la economía, de la política, de la sociedad. Y es por consiguiente el motor que puede enfrentar el discurso neoliberal en sus diferentes versiones.
A diferencia de la igualdad el neoliberalismo lleva consigo la carga de la violencia. Sus políticas castigan a países, regiones y continentes, al hambre, a la enfermedad, a la muerte. Sus políticas impulsan la desigualdad en las sociedades más ricas, hasta el punto de que un gran Sur habita en el Norte, mendigando sobrevivir. Sus políticas convierten en mercancía y negocio todo cuanto toca, incluida la vida de los mayores que viven en residencias sin garantías sanitarias. Sus políticas favorecen la concentración de la propiedad de la tierra dejando en la intemperie económica a millones de campesinos y agricultores. Sus políticas imponen alimentos transgénicos que matan el hambre a la par que te matan a ti. Sus políticas desertizan la tierra, agreden bosques y selvas, roban materias primas, contaminan el agua. Sus políticas mantienen la esclavitud en muchos países africanos en la explotación de minas a cielo abierto o en el subsuelo, sus políticas procuran guerras, algunas infinitas. Las políticas neoliberales no tienen más límite que el negocio.
Por todo esto no es exagerado afirmar que el capitalismo ha fracasado y no es parte de la solución sino del problema. No quiero decir que está en las últimas, que inevitablemente se derrumba. Lo que digo es que no tiene capacidad de encontrar soluciones a los grandes retos de la sociedad mundial. En consecuencia, el liberalismo radical (neoliberalismo) no tiene respuestas en la línea de la igualdad y sí en el sentido contrario. Ya en el siglo XVIII, Jean-Jacques Rousseau argumentaba que la invención de la propiedad privada y su acumulación exagerada es la causa de la desigualdad, es la causa de la discordia entre los seres humanos.
Durante mucho tiempo se extendió la idea de que la desigualdad era producto de un orden natural e incluso divino, pero no. Es ante todo una construcción social, económica y política. De tal modo que existen diversas maneras de organizar un régimen de propiedad. Son elecciones de naturaleza política, dice Thomas Piketty. “Todo depende de la correlación de fuerzas entre grupos sociales y entre las distintas visiones del mundo”.
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