A DIESTRA Y SINIESTRA

A DIESTRA Y SINIESTRA: 'La balsa de La Medusa'

El Mundo, 21-08-2006

DAVID TORRES

Las buenas noticias son difíciles de creer. Hay gente que cree que la detención de una célula terrorista que pretendía atentar en aviones con explosivos líquidos es una trola de los servicios secretos para exacerbar nuevamente el nivel de paranoia. Creímos lo increíble – Nueva York decapitada, Madrid despedazada, Londres hirviendo bajo tierra, Bombay partida en dos – y nos negamos a creer en la simple eficacia policial. Tal vez la noticia más increíble del verano sea el salvamento de tres pescadores mexicanos después de nueve meses de travesía oceánica. En una prodigiosa reedición de la Odisea, han cruzado todo el Pacífico alimentándose de pescado crudo, pájaros vivos y agua de lluvia, en una lancha de nueve metros de eslora sin más vela que una Biblia. Ni siquiera tuvieron que recurrir al macabro procedimiento de sortear la carne y la sangre de uno para que comieran los otros, como en aquel escalofriante relato de Jack London. La odisea de estos tres pobres pescadores, espoleados por una fe bíblica, es el contrapunto feliz de los cayucos y las pateras que siguen llegando a nuestras costas bajo gobiernos de derecha o de izquierda, que bajan a tierra desamparados y deshidratados, muchas veces con un niño muerto en brazos, sólo para regresar al punto de partida. Al fin y al cabo, siempre que una tabla de náufragos se echa al mar, sobre las olas vuelve a cabalgar el espectro de La balsa de La Medusa, el visionario lienzo pintado por Géricault. El cuadro narra la tragedia del naufragio de La Medusa, una fragata que chocó con un arrecife en 1816 y cuya historia conmocionó a Francia. Géricault se rapó la cabeza y trabajó en el lienzo sin descanso hasta conseguir una obra maestra estremecedora, un carnaval de víctimas que sugieren todas las estaciones del horror: luchas cuerpo a cuerpo, canibalismo, desesperación absoluta. Un anciano medita con el cadáver de un joven en su regazo, mientras un grupo de hombres vigorosos, de espaldas al espectador, hace señales hacia la incierta salvación. Sobre todos ellos, un esclavo negro agita un trapo hacia la vela que rompe el horizonte. Hay, al menos, dos maneras de mirar el cuadro: para los optimistas, el barco acude al rescate. Para los pesimistas, el barco pasará de largo. Hay también una tercera manera: pensar que, de algún modo, La Balsa de La Medusa es una metáfora de cualquier naufragio, de la barca mexicana; de las pateras y cayucos donde los esclavos negros también ondean trapos en busca de horizonte; de España, que mira hacia otro lado; de esta vieja Europa que se hunde rebosante de cuerpos vigorosos, con cadáveres a bordo y esclavos negros haciendo señales hacia la incierta salvación.

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