Robos en Martutene: «Se han llevado la recaudación de tres días, nos da impotencia»
Martutene. · El barrio donostiarra denuncia «otra oleada de robos» en comercios y vehículos, que atribuyen a los asentamientos de okupas en edificios abandonados
Diario Vasco, , 29-04-2024Cuando Igone Illarramendi era una cría y ayudaba en la carnicería familiar repartiendo pedidos por el barrio donostiarra de Martutene, «la mayoría de las casas te las encontrabas abiertas. Nos conocoíamos todos y vivíamos muy tranquilos». Hoy, casi medio siglo después, la colonia de El Pilar no ha cambiado tanto, los vecinos saben quién vive en el portal de enfrente y la carnicería Illarramendi sigue en el mismo sitio. Pero hace un tiempo que la tranquilidad se mudó a otra zona, y en los últimos días se ha registrado una nueva oleada de robos. El último caso, precisamente, en la carnicería de Igone y su sobrina, Alaitz Lekuona, uno de los pocos comercios que aún no habían sido asaltados en el barrio. De hecho, el vecindario ya ha venido realizando diversas movilizaciones en el último año para dar visibilidad a la inseguridad que sufren. La atribuyen a la comunidad inmigrante que ha okupado dos edificios emblemáticos: el antiguo colegio Agustinos –propiedad del Gobierno Vasco– y la villa Oyón –de la que es titular un banco–. «Algún día nos tenía que tocar, pero te crea mucha impotencia, porque además la solución no es fácil», confiesan.
El suceso tuvo lugar pasadas las cuatro de la madrugada de la noche del miércoles al jueves. Lo saben porque a esa hora un vecino se acordó de que tenía varios táperes a la vista en su coche, y bajó de casa a recogerlos para que nadie tuviera la tentación de romper la ventanilla y llevárselos –como está pasando a varios propietarios– y vio a varios jóvenes apostados en el portal 11, desde donde se divisa el 4 de la carnicería. El hombre no alertó a la policía porque la presencia de extraños es el pan de cada día.
«Quitaron la silicona del escaparate, forzaron el cristal y entraron; algún día nos tenía que tocar porque hay robos diarios»
Igone Illaramendi/Alaitz Lekuona
Carnicería Illarramendi
El establecimiento fue abordado por uno de los dos escaparates. Los ladrones quitaron toda la silicona del marco y con una palanqueta forzaron el cristal hasta que cedió y dejó una pequeña abertura por la que se colaron. A las ocho de la mañana, una vecina tocó el timbre de Alaitz para alertarla del robo. Inmediatamente, la carnicera se acordó de la recaudación de los tres días anteriores. «Nunca se nos había acumulado tanto. Mi tía había estado unos días fuera y como me quedé sola en la carnicería, tuve trabajo y dejé el dinero en la caja. Es como si hubieran estado esperando a eso», lamenta Alaitz. Al comprobar que los quesos y huevos seguían intactos, en un inicio no repararon en que los asaltantes se habían llevado los sobres de jamón jabugo que habían preparado. «Vino la Ertzaintza y tomó huellas, pero nos dijeron que hay mucha rotación entre los okupas. Y no puedes asegurar que fueran ellos».
Pakistaní y peruano, ‘racistas’
En el grupo de WhatsApp de los vecinos se acumulan las fotos de vehículos con ventanillas rotas. «En esta furgoneta ya han entrado dos veces –relata Alaitz–, este otro es de una chica que lo tenía aparcado donde la tienda de Adela, delante estaba este coche azul, también robaron en este, en esta furgoneta cámper rompieron la ventanilla, luego el dueño la aparcó junto a la ikastola y entraron por el otro lado y la desvalijaron».
En la calle, los vecinos confiesan tener «mucha inseguridad». «Dos o tres veces» le han abierto el coche a Adolfo, un extremeño que lleva cuatro décadas en Martutene. «Los sábados mi hija entra temprano a trabajar, y a las 6 de la mañana la llevo yo a trabajar porque tiene miedo. Esta gente suele ir en grupos de tres o cuatro, y si te amenazan les tienes que dar lo que lleves», apunta.
«Por la noche anda gente rara, y cuando abro el bar miro a uno y otro lado; a la hora de cerrar, mi pareja viene a ayudarme»
Roy Silva
Bar Itxasne
Adolfo está en la frutería que regenta un pakistaní a veinte pasos de la carnicería, donde han robado varias veces, igual que en el Eroski. Lo cuenta su empleado, Darwin, un joven colombiano. «Suelen venir dos o tres, uno pide que le carguemos el móvil y mientras, los otros se llevan una caja de fruta –esta semana, fresas–. Mi jefe es un buenazo. Si me pasa a mí salgo tras ellos», dice el chico de Bogotá. «Todos tenemos derecho a ir a otro país, pero debes trabajar. No como estos que roban y te llaman racista». «Por mi trabajo –confiesa un cliente latinoamericano– necesito un cúter y siempre lo llevo encima por si acaso».
También latinoamericano es Roy Silva, un peruano con 19 años en Martutene. Desde hace trece meses regenta el bar Itxasne, donde esta semana tuvo un pequeño altercado con tres okupas. «Había gente en la terraza y niños jugando, y me dijeron de muy malos modales que les diera un café. Antes venía un grupo de estos magrebíes, eran majos, pagaban los cafés y no daban problema. Pero a estos me negué a darles café y me chillaron. Me llamaron ‘racista’. ¡A mí, que soy de fuera! Ahora la clientela me llama ‘racista’ en broma». Pese a que «hasta ahora» no le han robado y que ve «pasar a menudo patrullas de la Ertzaintza y la Guardia Municipal», se siente inseguro. «Cuando abro el bar miro a uno y otro lado porque por la noche anda gente rara en la calle. Y cuando cierro, siempre viene mi pareja con la hija –de 4 años– a acompañarme. Mira si hay inseguridad, que mis dos hijos mayores tienen 24 y 19 años, y antes venían más tarde pero ahora para las nueve están en casa».
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