“Muchas reaccionamos ante el racismo que se desencadenó durante la pandemia”

Público, Isolda Morillo, 24-04-2024

Durante uno de mis recientes viajes a Madrid, tuve el placer de conocer a Susana Ye. Ella llegó a la cita con una maleta de ruedas. Quise ofrecerle un libro de poesía que había traducido hace poco, pero lo rechazó. Me dijo que aún le quedaba otro viaje por delante, que ya tenía mucho peso encima, y que la poesía china podía esperar.

Nuestro encuentro no fue del todo casual. Susana Ye acababa de sacar del horno un libro de poemas, su ópera prima, titulada de manera sugerente Trashumante en arenas movedizas (El Rey de Harlem, 2023).

“Trashumante por ser una desplazada en el plano físico y emocional”, reza la breve introducción al poemario en sus primeras páginas. Palabras que nos introducen de manera directa al contexto personal que da vida a este libro.

Susana Ye nació en España, en San Juan de Alicante, en 1991, de padres chinos procedentes de la provincia de Qingtian. Vivió con una familia española hasta los once años, mientras sus padres trabajaban durante largas jornadas. Además de dedicarse a la escritura, es también periodista y comunicadora.

El poemario de Susana Ye se divide en tres partes: Desierto, Ciudad y Océano, que abordan, en palabras suyas, “la condición de hija de migrantes chinos económicos y como hija de obreros de barrio entre el Mediterráneo alicantino y la capital, Madrid”.

Este es uno de los múltiples poemarios y libros producidos por descendientes de inmigrantes chinos que han llegado a mis manos en los últimos dos años. Hasta hace poco, la diáspora china en España no había dado lugar a un movimiento literario que captara la atención del público y reflejara su experiencia.

Con frecuencia, la poesía y narrativa producida por inmigrantes o sus descendientes se cataloga bajo la etiqueta de “literatura diaspórica”. Nadie denominó la literatura producida por Pessoa, Milan Kundera o Joseph Conrad como “literatura diaspórica”, a pesar de que este último no aprendió a escribir en inglés hasta los 17 años y es considerado uno de los escritores más importantes en lengua inglesa. Los otros produjeron algunas de sus obras más relevantes residiendo alejados de sus tierras natales y escribiendo en idiomas que no eran sus lenguas maternas.

Por ello, el fenómeno del multiculturalismo y el bilingüismo, lejos de ser reciente, es una constante que se remonta a los albores de la civilización.

De todo esto hablamos con Susana Ye durante una tarde de invierno, protegidas del frío por la intensa calefacción de un café en un centro comercial.

Decía en una entrevista que los chinos tienen un lado pragmático. Dentro de ese pragmatismo, ¿me puede explicar si es pragmático escribir poesía?

No, no. No, no lo es. Mis padres saben que estoy escribiendo poesía, pero… Yo me considero muy independiente y siempre he reclamado mi espacio propio. He educado a mis padres para que respeten mi libertad y mi tiempo. Pero noto que ellos no lo acaban de comprender del todo. Y eso tiene que ver con que somos una familia migrante.

Cuando mi madre supo que estaba escribiendo poesía, me dijo: bueno, hazlo; si es lo que quieres, prueba. Cuando le comuniqué que ya había acabado el libro y que había conseguido que se publicara, su primera pregunta fue: ¿y cuánto te pagan? ¿Cuánto vas a ganar con eso?

Tuve que decir la verdad: que todas las personas que nos movemos alrededor de temas editoriales, de la escritura y la poesía, no vivimos de eso. Yo le digo la verdad a mi madre, pero también intento que no le cause malestar o angustia.

A mí me gustaría que conozcan lo que escribo, aunque está en español. Sería duro para ellos, pero también liberador. Porque en mis textos expongo mi perspectiva como hija. De hecho, creo que les ayudaría a entender mejor mis experiencias, y también en qué consiste esta aventura de escribir. Mi madre escribía poesía. No sé por qué dejó de hacerlo. Yo creo que esa conexión la tenemos. Para mí sería bonito que pudiera leerme.

¿Cuándo tiene la primera sensación de toparse cara a cara con la poesía?

Me marcó mucho el hecho de volver a los once años a vivir con mi familia china, mi familia biológica. Pasé de ser una niña sensible, muy en mi mundo, muy autónoma, a recurrir mucho más a ese mundo interior, porque el cambio fue muy grande.

Siempre he sido una niña muy introspectiva, me dedicaba a dibujar y a escribir. En aquel entonces no lo sabía, pero de una manera muy natural e intuitiva yo ya escribía poesía, en realidad había empezado desde muy pequeña.

También leía, pero leía lo típico de la escuela, o alguna novela infantil de la colección del Barco de Vapor, no era una lectura consciente.

Me convertí en rata de biblioteca, iba a la biblioteca día sí día también. Siempre he sido muy indisciplinada, demasiado curiosa y todo me estimula. Veía un libro de papiroflexia y me lo llevaba. Además, ¿sabes qué? Como el libro lo tenía que devolver a la biblioteca, me copiaba el libro entero en mis cuadernos.

Con los años, me he dado cuenta de que es normal que el cambio en mi vida me afectara y que me refugiara más en la lectura, porque al final fue un hito vital. Leí muchas novelas, muchos clásicos, y como soy indisciplinada, iba leyendo según iba encontrando cosas. Por eso pensé que iba a ser novelista, porque esa era la literatura que me parecía más accesible. Y sin embargo, cuando escribía, escribía en prosa, escribía poesía y escribía prosa lírica.

No es algo que entienda. Si yo hubiera leído poesía, poesía, poesía, poesía…pero no fue así. Sin embargo, tenía una obsesión con escribir poesía y con escribir poesía lírica. Yo pensaba que estaba haciendo ejercicios creativos y que estaba aprendiendo a condensar un cierto sentir íntimo.

¿Siente que vivió un trauma? ¿Ha hecho alguna vez terapia? ¿Le ayudó en la escritura?

Terapia sí, lo tuve pendiente durante bastante tiempo y cuando tuve la oportunidad lo hice con una persona maravillosa. Me ha ayudado bastante a tener otra perspectiva. Yo diría que más que descubrirme cosas, me ayudó a reordenarme o reorganizar cosas que ya tenía detectadas.

Digamos que por esta disciplina que te inculca la familia china, yo hice lo que tenía que hacer, pero a los 18 tuve un golpe de realidad de lo que significaba ser adulta y de cómo iba a ser mi vida.

También tuve una especie de desilusión con la universidad. Me esperaba un templo de sabiduría. Creía que ser adulta iba a abrirme todas las puertas del universo y me estoy dando cuenta de que es más bien encarrilarme y que no me puedo salir de esas vías.

Además, para mí no era tan accesible moverme en ciertos espacios o ciertos círculos. Entonces me entró…uff. No opté por la rabia, opté por la pena.

¿Por qué dice que no tenía acceso a ciertos espacios? ¿A qué espacios se refiere? ¿A los espacios intelectuales?

Sí, creo que sí. Hubo parte de responsabilidad mía, porque yo no me sentía cómoda en determinados círculos y tampoco sentía que hubiera una conexión. Sentía que no importaba tanto lo que yo podía aportar como reflexión, sino lo que podía citar como referencias. De hecho, ahora me estoy dando cuenta con el poemario, y creo que inconscientemente por eso también incluyo tantas referencias.

También es verdad que soy una persona que socializa muy de tú a tú, que me gusta más lo íntimo, no entro en ciertas dinámicas de grupo. Y entre que yo no sentía ese feelingy que tampoco sentía que fuese mi medio… a eso me refiero con que ese medio no me era tan accesible.

Este es su primer poemario. Habla del mar, de arenas movedizas, del océano. ¿Cómo ha estructurado el poemario?

Lo primero que pensé fue en que tenía que leerme y releerme mucho para poder detectar qué había detrás de todos esos poemas, en los que yo había escrito no de manera automática, sino intuitiva, no intervenida. Buscar qué imágenes se repetían de manera insistente y me dejé guiar por eso. Una vez que tenía los poemas pulidos, revisados y editados, tuve que revisitar y releer y meterme en los poemas de nuevo.

El título llegó después. “Trashumante” vino porque me pregunté “¿qué me están contando los poemas? ¿qué me están transmitiendo? ¿a qué lugar me está llevando todo esto?”.

Me di cuenta de que estamos hablando de identidad, de pertenencia. Estamos hablando de lo que significa vivir en una ciudad, de la familia, de lo rural, de la relación con el yo, de madres. En realidad, tuve que escuchar a los poemas que me decían insistentemente: “Aquí hay algo, aquí hay algo, aquí hay algo”. Y cuando los poemas te amarran y te dicen aquí hay algo, tienes que obedecer. Y de ahí salió un poco también la estructura de Desierto, Ciudad y luego el Océano.

Primero fueron los poemas, luego la estructura, y por último las imágenes. Qué imágenes he tenido yo durante mi viaje con todos estos poemas. Y me surgió la idea de “movedizas”, por la constante búsqueda de un terreno que te pueda sostener. Y fue entonces el título Trashumante en Arenas Movedizas. Salió de un tirón.

Muchos poemas suyos tienen algo de crítica al capitalismo, a la sociedad de consumo. Pero también son muy personales.

Sí, lo mío es muy individual porque al final escribo desde un yo. Lo que quiero es abrir una grieta, abrir una interrogante y hacer que la persona piense y sienta; y después entra lo colectivo. La crítica llega en ese momento, de una manera aparentemente suave.

Como escritora y creadora, me parece más interesante el hecho de aproximarme y llegar a personas que no necesariamente se sienten cómodas con temas como el antirracismo, el feminismo, o el anticapitalismo. Creo que la literatura da esa flexibilidad, esa libertad de poder hablar de la condición humana.

Ha hecho un documental sobre la identidad, que es un asunto que también toca en su poemario. ¿Qué significa para usted ser racializada?

Yo considero que soy racializada por la sociedad, por la mirada de la sociedad. Yo no considero que mi etnia, o mis orígenes, sean lo único o incluso lo prioritario que me define o lo que me condiciona quien soy, o cómo percibo el mundo. Existe un machismo y un racismo interiorizado, precisamente porque tú asumes como propio algo que te llega desde fuera. Me gusta hablar de esto, y expresar cómo he sido racializada por la mirada de la sociedad.

¿Cómo se ve, como escritora migrante, o de origen chino, o multicultural, o escritora de la diáspora, o escritora feminista? ¿O simplemente escritora?

Es algo que he detectado con el tiempo, me considero escritora intimista. Y después de eso, todo lo demás. Porque yo no me puedo de repente arrancar de mí misma. Está el hecho de que soy hija de inmigrantes, por lo tanto, soy parte de la diáspora. Me considero multicultural. Siento que pertenezco al mundo. Soy multicultural porque creo que todo el mundo lo es. Lo único es que, por mi condición de estar racializada por la mirada de la sociedad, a mí se me pone esa etiqueta para nombrarme, como lo primero y a veces como lo único.

¿Cree que la pandemia y el racismo exacerbado hacia la comunidad china crearon la necesidad de que una comunidad generalmente vista como callada y pasiva alzara sus voces?

Durante la pandemia hubo mucho racismo. Entonces, pensé: ya no quiero callar. Claramente, veo una correlación entre la pandemia y estas ansias que tienen las autoras de condición racial de dejar de ser sujetos pasivos y convertirse en autoras. Existe un momento en el que las personas que ya escribían, que ya escribíamos, reaccionamos ante la oleada de racismo. También existe un momento en el que las editoriales y los entornos de la literatura se han dado cuenta de todo lo que nosotras podemos aportar.

También ha habido una reacción por parte de las creadoras que ya tenían una trayectoria. Y, además, ciertos espacios culturales, literarios, artísticos, se han dado cuenta de que quizás, de manera pasiva e inconsciente, también estaban contribuyendo a que solo hubiera una imagen única de nuestra comunidad, y que había que romper con ello.

Vivimos un momento muy interesante y creo que se van a sumar más voces. Porque, al final, cuando tú ves a una compañera, como yo he visto a Paloma Chen, o cuando otra compañera me ve a mí que ahora he publicado, eso genera un arropo, eso genera un: “Si ella puede, yo también”.

Siempre he defendido lo plural y lo colectivo, y siempre he pensado que lo interesante es aprender unas de otras e irnos nutriendo, irnos descubriendo también es muy bonito.

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