Sonya, la refugiada ucraniana que ameniza al piano las visitas al Prado

Sonya Zholobova huyó de la guerra con 17 años y ahora con apenas 20 ha sido invitada por el museo para deleitar con su música el recorrido por la pinacoteca

Diario Vasco, José Antonio Guerrero Madrid, 22-04-2024

Con ese encendido color pelirrojo de su larga cabellera Sonya Zholobova podría haber escapado de alguna pintura flamenca del Prado, el museo donde dos días por semana ofrece un recital como pianista invitada del programa Pinceladas sonoras, ideado para proporcionar una doble experiencia artística al visitante. Pero de donde realmente escapó Sonya fue de los misiles y los bombardeos que siguieron a la invasión rusa de su país, Ucrania, en febrero de 2022. Al mes siguiente huyó de su Kiev natal con sus padres y sus dos hermanas pequeñas. Tenía 17 años y dejó atrás a sus amigos, sus abuelos y el piano de cola con el que pasaba horas y horas ensayando partituras de Haydn, Beethoven y Liszt. Su familia encontró refugio en Suiza, pero ella pidió venir a España donde residía su maestro, el profesor Vadim Gladkov, con el que sigue perfeccionando su virtuosismo, el mismo con el que cada martes y jueves arranca los aplausos de los visitantes del Prado. La observan admirados como si se tratara de una obra de arte más. Que lo es.

Entre obras del Renacimiento firmadas por Rafael, Sonya, que acaba de estrenar los 20, cuenta que toda su vida ha querido ser pianista y que cuando desliza sus dedos por las notas del teclado siente que el tiempo se detiene. «Cierro los ojos, pongo todo mi amor y mi energía en cada nota y converso a solas con mi música», describe en un perfecto castellano.

Ese abrazo mágico de sonatas y óleos deja al público ‘a cuadros’, y como en el cuento de Hamelín la gente se empieza a arremolinar en torno a la pianista de melena rojiza. «Estaba en otra sala y la música me ha guiado hasta aquí. Poder contemplar pinturas de Rafael y escuchar un recital en directo es disfrutar doblemente del arte», valora Fernando, un turista mexicano de 28 años.

Miedo a volver
Embutida en una larga falda negra y una sencilla blusa de color blanco, Sonya acaricia las teclas del Yamaha mientras Shubert y Brahms brincan a través de las notas. «¡Cómo unas manos tan pequeñas pueden moverse tan rápido»!, se sorprende el neoyorquino Robert. Al finalizar la sesión de 20 minutos (y que repetirá a la una del mediodía y a las cuatro de la tarde), se levanta del asiento, saluda con timidez e inclinando la cabeza recibe una ovación generosa. El Prado es su mejor refugio. «Es un cumplido que me digan que les he emocionado».

La ucraniana, que empezó a tocar con cuatro años y que sigue estudiando la carrera en Madrid, se gana la vida dando clases de piano y ofreciendo conciertos en auditorios y centros culturales. Antes tenía alquilada una habitación, pero desde hace unos meses vive con su novio español en casa de la madre de éste. «Con lo que me ahorro del alquiler, me he podido comprar un pequeño piano para poder seguir practicando en casa». Y se la ve feliz. «Me han acogido como una hija y los vecinos no se quejan cuando toco», afirma con una sonrisa que irradia bondad e ingenuidad.

A Kiev no quiere volver; sólo lo haría para abrazar a su abuela («la echo muchísimo de menos») y comprobar que su piano de cola «sigue ahí». «Me da miedo regresar y encontrar mi casa destrozada». A Putin ni lo nombra y de la guerra es pesimista. «Va a terminar mal para todos». Y solo en ese instante su mirada de plata se pinta del color de la pena.

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