«Hay cien mil africanos que esperan en Senegal para cruzar a Canarias»

ABC, 20-08-2006

DOMINGO MARTÍN GARCÍA

Director del Equipo de Respuesta Inmediata de Cruz Roja en Santa Cruz de Tenerife

«Mal asunto: no está la Salvamar». Es lo primero que le preocupa al bajar del coche en Los Cristianos – «el muelle más famoso de España» – a Domingo Martín, director de una sucursal del Banco Santander, pero que le quita «horas al sueño para responder a la llegada de los inmigrantes» como voluntario de la Cruz Roja. Si la Salvamar no está en el puerto, quiere decir que algo pasa mar adentro. Pero pronto se sabe, no es en este caso la llegada imprevista de un cayuco, sino el accidente de un helicóptero de la Guardia Civil, al que hay que ir a socorrer cuanto antes. Unas pocas horas en el sur de Tenerife viendo cómo trabaja la Cruz Roja bastan para cambiar el concepto que se tiene de la inmigración clandestina, porque los números y las estadísticas son enseguida dejados a un lado y sustituidos por las personas de carne y hueso que cada día llegan como pueden desde la costa africana.

- ¿Es muy duro trabajar en el salvamento de los inmigrantes?

- Es duro, y son muchas horas, pero compensa. Todo en la vida tiene su precio y tienes que renunciar a muchas cosas, pero también es satisfactorio poder ayudar a los demás.

- Lidian con situaciones que generan un alto grado de estrés.

- Sí, es cierto, y no se puede fallar, hay que saber reaccionar al segundo porque, si no, se paga carísimo, incluso con la vida de las personas que tienes que rescatar.

- ¿Cuál es la clave?

- En los quince años que llevo en la Cruz Roja me he dado cuenta de que la clave es la previsión. Es necesario anticiparse y que no te cojan nunca desprevenido. Yo siempre llevo el uniforme conmigo, tengo que estar localizado las 24 horas de los 365 días del año.

- ¿Cómo se organizan?

- Trabajamos con lo que llamamos Equipos de Respuesta Inmediata en Emergencia (ERIE), que actúan a pie de playa cuando llegan los cayucos. Primero la Armada, el Servicio Aéreo de Rescate, pesqueros o los radares detectan la embarcación clandestina; se le comunica a Salvamento, que envía al punto de localización un remolcador, en el que también hay agentes de la Guardia Civil; y en ese momento nosotros y la Policía Local ya estamos en el puerto esperando hasta que arriben los inmigrantes. También recibimos apoyo de Protección Civil y del Gobierno de Canarias a través del Centro Coordinador de Emergencias, por si hay que hacer algunas derivaciones a hospitales.

- ¿Cómo montan el dispositivo?

- Cuando sabemos que va a llegar un cayuco, mandamos «sms» a todos los participantes en el operativo, para que se pongan en funcionamiento. Al llegar al muelle, montamos la carpa del puesto médico, que suele estar lista en media hora o cuarenta y cinco minutos, y luego ya empezamos a preparar bebidas calientes, y a ordenar los «kits» que se les da a su llegada. Después, lo que queda es esperar.

- ¿Cuánto tiempo hace que se crearon los equipos en Tenerife?

- En Tenerife, como en Gran Canaria, los equipos de respuesta inmediata se pusieron en marcha más tarde que en islas como Lanzarote o Fuerteventura, que antes recibían el grueso de la inmigración ilegal que llegaba al Archipiélago. En Tenerife lo creamos en noviembre, pero hemos tenido que hacer ampliaciones este año, en mayo, con el incremento de las llegadas de cayucos. Ahora en lugar de uno somos dos equipos y trabajamos en turnos de 48 horas. A La Gomera también se la ha dotado con un equipo, y también hay personal en El Hierro, la isla más pequeña y occidental de Canarias.

- ¿Con cuántos efectivos cuenta cada equipo?

- Al menos con cinco personas, los contratados, entre los que hay un médico, un enfermero, un logista y dos sanitarios. Pero siempre son más, porque nos nutrimos también de los voluntarios, que son imprescindibles para dar ánimo al resto del grupo, son muy entusiastas. Ellos se dedican a dar los primeros auxilios a los inmigrantes, cambiarlos y vestirlos. El secreto es la combinación de contratados y voluntarios; además tenemos la suerte de contar con personas de distintas nacionalidades, hay senegaleses, mauritanos y argelinos, que se comunican más fácilmente con los inmigrantes. Tenemos incluso un voluntario que llegó hace años en patera.

- ¿No se sienten desbordados ante el flujo de embarcaciones que tienen que atender?

- No, estamos capacitados para atender la demanda, preparamos muy bien la emergencia y vamos creando los equipos según las dimensiones del fenómeno. Vamos moviendo piezas.

- ¿Y en cuanto a los medios?

- Tampoco, siempre tenemos una amplia dotación de «kits» de ropa, con mantas, chándales, ropa interior, camisetas y zapatos para hombre y mujer, de aseo – también tenemos específicos para bebés – , y el de alimentos. Nos los traen de la Península y tenemos siempre unos tres mil.

- Están bien organizados.

- Es imprescindible. Cuando llega el cayuco no hay tiempo que perder; pero tenemos experiencia, hay que tener en cuenta que nos estamos encontrando hasta con cinco o seis barquillas al día.

- La llegada al muelle ha de ser complicada.

- Sí, el Puerto de Los Cristianos tiene mucho tráfico de embarcaciones. De hecho, es el que registra un mayor flujo de llegadas y salidas de toda España, excepto en un mes del año. Ahora, con los cayucos, la Autoridad Portuaria tiene que afinar muy bien para que no se crucen con los ferrys, que han tenido que esperar muchas veces y retrasar su horario.

- También ustedes estarán finos.

- Se requiere una buena coordinación y mucho control.

- Habla de control, ¿qué medidas de protección emplean?

- Las que determina en cada momento el personal sanitario. Son los primeros en examinar a los inmigrantes y cuando conocen su estado de salud nos dicen qué medidas tenemos que emplear nosotros, que pueden ir desde trajes que son casi de astronauta a los filtros de aire, los guantes o las mascarillas.

- Se les suele ver sólo con mascarillas o a veces sin ellas, incluso.

- Es que los que llegan suelen estar sanos. El riesgo cero en las emergencias no existe, pero los inmigrantes que alcanzan el Archipiélago son jóvenes y fuertes. Vienen a trabajar, gastan en el viaje los ahorros de toda una familia. No se arriesgarían a mandar a gente que no pudiese soportar la travesía. Además, en todo el tiempo que llevamos trabajando con ellos no hemos tenido ningún tipo de contagio.

- Pero muchas veces se ha denunciado lo contrario.

- Normalmente, es por desconocimiento. Y el desconocimiento crea alarma social. Nosotros no somos suicidas, si usamos un nivel bajo de protección será por algo. La base de toda esta cuestión es la información. Cualquiera que esté en estos asuntos tiene que ser responsable y valorar la repercusión de sus palabras. En la Cruz Roja vivimos con la inmigración a diario y procuramos desdramatizar.

- Aunque procuren hacerlo, debe ser duro psicológicamente para ustedes.

- En ocasiones sí, sobre todo cuando lleganinmigrantes que han fallecido durante la travesía o cuando sabemos que están muy graves. Pero en inmigración trabajamos con personas que ya tienen mucha experiencia en emergencias y saben encajarlo bien, les formamos para ello. Para los que les cuesta más y necesitan desahogarse tenemos un servicio de apoyo psicológico.

- ¿Ellos, los inmigrantes, también llegan muy bloqueados?

- Muchísimo. Es lógico, soportan viajes duros, de muchos días, incluso de diez o doce jornadas de navegación en mar abierto. Hay veces que ven morir a compañeros, y hasta es posible que algunos de ellos pierdan la razón y el delirio les haga saltar de la embarcación antes de culminar el trayecto.

- A veces llegan exhaustos.

- Parece que cada vez son más largos los viajes. Van modificando las rutas según los controles con que puedan encontrarse. Con el incremento de la presión en la vigilancia, se van desplazando hacia el sur. Nuestros compañeros en África manejan datos de que unas cien mil personas podrían estar esperando en Senegal hasta que encuentren la oportunidad de salir en cayuco. Además de estas cuestiones, les afectan las condiciones meteorológicas y el oleaje, que puede llegar a ser muy bravo. Todo esto unido provoca desazón, hipotermias, deshidratación, y, en general, fallos en el organismo.

- ¿Encuentran muchos víveres en los cayucos?

- Lo que llega hasta aquí es más bien poco. Aunque depende del tiempo que lleve el cayuco en alta mar y de lo que se hubiesen dotado en un principio. Una vez, llegamos a encontrar una gallina viva.

- ¿Nada más llegar tratan de comunicarse con ellos?

- Un traductor les explica que les vamos a aplicar los primeros auxilios, que les daremos las ropas y los alimentos y que luego serán trasladados. Ahí termina la información que tenemos que aportarles nosotros. Hay veces que ellos sí que cuentan algunas cosas, pero no suelen hablar demasiado, sobre todo los más pequeños, que se quedan muy callados. También les instruyen para eso antes de que partan; vienen con la lección aprendida y suelen conocer los trámites por los que van a pasar y la legislación del país.

- ¿Han tenido alguna vez problemas?

- Nunca, con ninguno. Son personas muy educadas y disciplinadas, y agradecen todo lo que hacemos con ellos. Llegan muy cansados y hambrientos, y nosotros nos preocupamos porque esos síntomas desaparezcan en la medida de lo posible.

- Hay veces que son atendidos en un primer momento por bañistas o campistas, cuando llegan a zonas poco habituales.

- Sí, recientemente dos cayucos desembarcaron en la playa de La Tejita, que es de bañistas, y otro llegó a una zona de acampada. La verdad es que es una situación chocante para todos, para los que están en la playa pasando el día tranquilamente, y también para los inmigrantes. Sobre todo, en el caso de La Tejita, porque alcanzaron una zona de nudistas y debió causarles bastante sorpresa. No hay que perder de vista que por sus costumbres y prácticas religiosas no están muy familiarizados con este tipo de actividades.

- ¿La gente reacciona bien?

- Sí, son muy solidarios. Inmediatamente dan la voz de alarma, para que se desplacen hasta allí los equipos de emergencia y, mientras, tratan de ayudarles como buenamente pueden. Pero es importante que también ellos intenten organizarse y que ayuden hasta donde sepan. Nosotros siempre pedimos que sólo les den algo de calor facilitándoles alguna prenda o algo para taparse, pero no es recomendable que les den nada para ingerir, ni alimentos ni líquido, nada. Eso sí, nos echan una mano siempre que pueden, aunque sólo con el material, es conmovedor ver cómo todo el que puede aporta su pequeño granito de arena.

TEXTO: ERENA CALVO/BERNARDO SAGASTUME FOTO: JUAN GARCÍA CRUZ
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