El 'santuario' de Elvira
El Mundo, 20-08-2006Numerosos hispanos apoyan en Chicago a una mexicana atrincherada con su hijo en una iglesia para evitar su deportación «Padre, le pido amparo porque me busca la migra y quieren mandarme de vuelta a México». Elvira Arellano se atrincheró el martes con su hijo Saúl en una iglesia de Chicago y ahí sigue, temiendo que en cualquier momento den la patada en el templo los agentes de inmigración.
Pero Elvira, 31 años, madre soltera, no cuenta sólo con la protección divina. Una riada de peregrinos hispanos acude todos los días al santuario de los inmigrantes en la iglesia metodista Adalberto para mostrar su apoyo a la madre coraje. «Mi hijo tiene siete años, es ciudadano estadounidense y no quiere que yo me vaya a ningún lado. Así que me voy a quedar aquí con él: no podrán separarnos».
Elvira, detenida hace cuatro años por trabajar sin papeles en el aeropuerto de O’Hare, tenía que haberse presentado el martes ante el Tribunal de Chicago que tramita su orden de deportación. En un acto de desafío público a las leyes de EEUU, la madre mexicana decidió enfilar hacia la iglesia de Humboldt Park ante un rosario de parabólicas y micrófonos.
En apenas cuatro días, Elvira se ha convertido en la Juana de Arco de la inmigración. Las vigilias de solidaridad se celebran no sólo en Chicago; también en Detroit, Phoenix, Tucson y Los Angeles. Las mujeres latinas, que habían permanecido en segundo plano durante las manifestaciones de la primavera pasada, han decidido dar la cara y escudarse en un viejo/nuevo lema: «Las familias latinas, unidas, jamás serán vencidas».
«Elvira es el rostro del nuevo movimiento», asegura Emma Lozano, directora del Centro Sin Fronteras de Chicago. «Su drama es el drama de millones de familias con hijos nacidos acá y que se ven obligados a separarse por unas leyes de inmigración inhumanas».
Activismo político
Elvira Arellano era ya conocida en los círculos de inmigrantes de Chicago, al frente del grupo United Latino Families, defendiendo los derechos de las familias separadas por las órdenes de deportación. Su experiencia personal, tres años luchando con los tribunales para evitar su expulsión a México y la separación de su hijo, Saúl, le hicieron pasar al campo del activismo político.
«Me siento rodeada por mi comunidad, que siempre ha estado ahí para apoyarme. Estamos unidos, y mientras sigamos unidos estamos contentos. No sabemos lo que pasará», comenta.
Elvira entró ilegalmente en EEUU en 1997 y fue deportada a las pocas semanas. Volvió a intentarlo, y esta vez tuvo más suerte: consiguió llegar hasta Oregón, donde pasó tres años, antes de dar el salto a Chicago en le año 2000, con Saúl ya bajo el brazo.
En 2002, en unas de la redadas de inmigrantes ilegales del Departamento de Seguridad Interior tras el 11 – S, fue detenida por trabajar ilegalmente como empleada de la limpieza en el aeropuerto de O’Hare. Ahí empezaron sus penurias: el tiempo y el dinero perdidos con los leguleyos de la inmigración, y el convencimiento de que la única defensa posible es alzar la voz.
Pese a la notoriedad de su caso y la peculiaridad del refugio elegido (emulando a los salvadoreños que buscaron amparo en las iglesias durante la guerra), el brazo de la ley amenaza con irrumpir en cualquier momento en el santuario de Elvira.
«La arrestaremos y la deportaremos, como requiere la ley, en el momento y en el lugar indicados», asegura Gail Montenegro, portavoz de Inmigración y Aduanas. Con la ley en la mano, nada impide que los agentes del Departamento de Seguridad Doméstica se presenten en cualquier momento en la iglesia de Adalberto y se lleven volandas a Elvira y a su hijo, como hicieron en su día con Elián. El pastor de la iglesia, Walter Coleman, ha dejado bien claro que Elvira seguirá contando con su protección y la de sus feligreses, amén de las plegarias por un final feliz a su tragedia personal.
«Elvira representa la voz de los indocumentados, y creo que es nuestra obligación y nuestra responsabilidad que su voz sea oída en estos momentos», asegura el pastor Coleman.
Hasta la iglesia se ha acercado el congresista demócrata Luis Gutiérrez, que le ha escrito una carta al presidente Bush pidiendo la clemencia para Elvira. El alcalde de Chicago, Richard Daley, ha hecho llegar un telegrama de solidaridad: «Chicago es una ciudad de inmigrantes: nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro pertenece a los inmigrantes».
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