El último museo colonial del planeta Ecos del mundo

· La reforma del Museo de África de Bruselas, que llegó a exhibir un 'zoo humano', refleja la evolución de la sociedad belga respecto al Congo

Diario Vasco, Olatz Hernández, 02-04-2024

Más de cuarenta millones de personas visitaron la exposición universal de Bruselas en 1958. La feria buscaba ser una ventana al futuro, con la presentación de innumerables avances científicos y un símbolo el Atomium que perdura hasta nuestros días. Sin embargo, en esa misma exposición hubo también una zona destinada al Congo belga, donde se recreaba la vida local con una especie de ‘zoo humano’ en el que se mostraban los «beneficios» de la colonización. Sesenta años después, Bélgica ha cambiado su concepción sobre el país africano, un giro que es especialmente evidente en la reforma del Museo de África de la capital belga, conocido hasta hace unos años como el último museo colonial del mundo.

El palacio que alberga el museo se encuentra a unos cuarenta minutos del centro de la ciudad, a las puertas del bosque de Tervuren y al final de una gran avenida y una línea de tranvía construidas expresamente para conectarlo con la capital belga en 1897. El rey Leopoldo II fue el gran impulsor del proyecto, que comenzó albergando su colección privada de piezas tribales y animales disecados, una gran muestra del expolio y el saqueo que sufrió el Congo en la época colonial.

El parque que rodea el edificio albergó en sus primeros años un ‘zoo humano’, una recreación de una aldea africana en la que habitaban unos doscientos congoleños. La aldea, vendida como «atracción» para la ciudadanía belga, estaba custodiada por soldados y policías para evitar que sus habitantes pudieran escapar. Vestidos con su vestimenta tradicional y con temperaturas entre los -7 y los 3 grados en invierno, siete de ellos murieron a causa del frío y de las enfermedades.

Una visión «crítica»
Esta imagen es muy diferente a la que ofrece hoy en día el museo, más desde su gran reforma de 2018. Tal y como explicaba su entonces director general, Guido Gryseels, las exposiciones se basaban en «una percepción belga de África, una visión colonialista». El nuevo museo trata en cambio temas contemporáneos como la migración, la biodiversidad, el cambio climático… También la vida diaria, la riqueza lingüística y la música del continente. «Desarrollamos una narrativa más crítica del pasado colonial, en comparación con la perspectiva unilateral que solíamos ofrecer», señala su director.

El centro albergaba una recreación de una aldea africana en la que vivían unos 200 congoleños bajo vigilancia para evitar que escaparan
Además de las exposiciones de carácter permanente, el museo dispone de una galería dinámica en la que migrantes africanos relatan sus historias. Se trata de un espacio de encuentro y a la vez un centro de documentación, que se puso en marcha con la colaboración de personas provenientes del África subsahariana.

El «rey genocida»
El patrimonio del museo es inmenso y se calcula que solo el 1% del total está expuesto. Los visitantes pueden admirar unas 40.000 piezas provenientes del Congo, todas ellas obtenidas antes de la Primera Guerra Mundial; es decir, en la era colonial y en un contexto de desigualdad o violencia. Hoy en día, muchas de estas piezas cuentan con una inscripción que detalla su origen y un equipo de investigadores trabaja para documentar su procedencia e historia. Uno de los collares que se pueden ver en el museo, por ejemplo, fue arrebatado al jefe de una tribu congoleña, ejecutado en 1936 tras ser acusado de asesinato en un proceso judicial que estuvo lleno de irregularidades.

La reforma del museo es una de las mayores muestras de los intentos de Bélgica de resarcirse de su pasado colonial. Su primer ministro, el liberal flamenco Alexander de Croo, ha asegurado en numerosas ocasiones que «el gobierno belga denuncia sin ambages la colonización, como sistema de gobernanza e ideológico». La concepción que se tiene de Leopoldo II también ha cambiado. Conocido como el ‘rey constructor’ o el ‘rey genocida’, se enriqueció gracias al expolio del Congo que en la práctica era de su propiedad privada.

Leopoldo II construyó el Palacio Real de Bruselas con el dinero ganado con el comercio de marfil, caucho y diamantes
Con el dinero que ganó a través del comercio de marfil, caucho y diamantes financió la construcción del Palacio de Justicia y del Palacio Real de Bruselas, entre otros. Mientras, se calcula que unos 10 millones de personas murieron en las masacres llevadas a cabo en el país, en el que se vivía bajo un régimen de semiesclavitud, con trabajos forzosos y castigos atroces. Hoy en día las estatuas dedicadas al monarca son atacadas con pintura y algunas de ellas han sido retiradas, como la que se situaba en la ciudad de Amberes, apartada en 2020.

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