Trump o el resentimiento

El candidato republicano se presenta como el ejecutor de una venganza contra las élites políticas que han aportado bienestar

Diario Vasco, Javier Otaola Abogado y escritor, 25-03-2024

onald J. Trump, cuando no era todavía un consumado demagogo sino simplemente un empresario conocido por sus marrullerías y bravuconadas, mostró sin circunloquios su manera de entender la política. Fue el año de la masacre de estudiantes en Pekín, en la plaza de Tiananmén (1989); las estimaciones de las muertes civiles varían entre 200 y 2.000 y todos los países democráticos reaccionaron con rechazo. Sin embargo, Trump elogió la brutal exhibición de fuerza: «(Los comunistas) fueron malvados, horribles, pero resolvieron su problema con la fuerza. Así demostraron la fuerza de su propio poder. Nuestro país en cambio es justamente visto como débil». Desde entonces Trump va progresando en su propósito de ser «malvado y horrible» para no ser visto como «débil».

Su retórica violenta y autoritaria en el camino hacia las elecciones del 5 de noviembre ha llamado la atención de los analistas, y algunos, con razón, han comparado sus discursos con las soflamas de los mítines fascistas de los años 20 del siglo pasado y de los ‘hombres fuertes’ contemporáneos. En las últimas semanas, Trump se ha dedicado a deshumanizar a sus adversarios denominándolos «alimañas», que deben ser «extirpadas»; y ha llegado a declarar que los inmigrantes están «envenenando la sangre de nuestro país»; o sugerido que el expresidente de la Junta de Estado Mayor, el general Mark Milley, merecería ser fusilado por traición, por haber condenado el asalto al Capitolio y recordado a todos los miembros del ejército su obligación de defender la Constitución y rechazar el extremismo. Increíble, pero cierto. El perfil vulgar, agresivo y despótico de Trump, lejos de enajenarle el voto de sus seguidores, parece que le refuerza en el que fue el gran y venerable Partido de Abraham Lincoln, hoy convertido en un albañal ideológico. Vivimos en estos años 20 del siglo XXI una especie de revival de los ‘hombres (y mujeres) fuertes’, de triste memoria, que proliferaron en los años 20 y 30 del siglo pasado, como si repitiéramos un ciclo.

Trump, como populista profundamente iliberal, no duda en impugnar como «lawfare» los procesos judiciales que tiene abiertos, y lo fía todo al acrítico apoyo de una parte importante del electorado republicano. No tiene empacho en manifestar sus verdaderos propósitos para el caso de que logre hacerse de nuevo con la presidencia: purgar el Gobierno federal de tantos funcionarios como sea posible, poner en su lugar a políticos, afines ideológicamente, cuya lealtad a los intereses de Trump esté por encima de sus compromisos con el Estado de Derecho o la Constitución. No ha ocultado que pondrá al Departamento de Justicia a la caza de sus oponentes políticos, y ha mencionado que hará amplio uso de los poderes extraordinarios de la presidencia para emplear al ejército en tareas de orden público, como luchar contra la inmigración en la frontera mexicana, o para el control civil contra manifestaciones violentas.

Trump va perfilando qué estilo de presidencia quiere llevar a cabo: «Extirparemos a los comunistas, marxistas y fascistas y matones de la izquierda radical que viven como alimañas dentro de los confines de nuestro país, mienten, roban y hacen trampa en las elecciones, y harán todo lo posible, ya sea legal o ilegalmente, para destruir a EE UU y el sueño americano». En esa tarea de cirugía social viene implícita la utilización de los poderes extraordinarios que le daría la Ley de Insurrección, que puede aplicarse solo «cuando el presidente considere que obstrucciones, combinaciones o reuniones ilegales, o rebelión contra la autoridad de EE UU, hacen impracticable el cumplimiento de las leyes».

Trump ha llegado a animar a su admirado Putin a atacar a aquellos países de la OTAN (socios de EE UU) que no cumplan con sus propuestas sobre gastos militares, dando a entender que él como presidente no se lo reprocharía. Increíble, ¿no? Con esos aliados, ¿quién necesita enemigos? Cuando en EE UU hay nubarrones, en el mundo hay tormenta y la tormenta es realmente amenazante cuando en Rusia hay un personaje como Putin con sueños imperiales, al que Trump ha elogiado públicamente por su «inteligencia política». Si llega a la presidencia se avecinan tiempos oscuros. Trump representa un resentimiento que, en el fondo, se dirige contra las élites políticas que nos han traído hasta los altos niveles de desarrollo y seguridad que hemos gozado en los últimos 70 años, pero que hoy a muchos les parecen políticos demasiado «tecnocráticos», «buenistas» y «humanitarios». Trump lo ha entendido a la perfección y por eso en sus mítines le gusta enardecer a sus fans con su eslogan preferido: «Soy vuestra venganza».

Muchos pensamos que un país de la grandeza de EE UU no se merece la bajeza de un presidente como Trump. ¿Por qué creen muchos votantes republicanos que sus ‘soluciones’ pueden ser realmente soluciones? Parecería que la sociedad estadounidense ha terminado convirtiéndose en una especie de gigantesco Springfield donde un Homer Simpson furioso es el candidato republicano.

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