Del otro lado de Europa
ABC, 19-08-2006TEXTO: MARÍA J. PÉREZ FOTOS: MIGUEL BERROCAL / DANIEL G. LÓPEZ
MADRID. «Kek». «Seratele». «Halva». «Rahat». «Charpati». Son nombres anárquicamente colocados en las cercanías de cestas con pequeños bocados dulces. Cuernecillos rellenos de crema, pastas cubiertas de chocolate… según la receta rumana. En la tienda de delicatessen en la que trabaja Violeta, los ojos se van detrás de los pastelillos. En ellos, el caramelo, la nata y la crema caen sobre el bizcocho o la galleta tal y como lo hacen en el país que esta mujer, superado el borde de la treintena, dejó hace tan sólo un año y medio. Ella siguió, con su marido e hijos, el camino que emprendieron sus hermanos cinco años antes.
El mismo camino que han seguido los 381.955 residentes rumanos inscritos en los padrones municipales de toda España. Esta cifra les coloca como el tercer colectivo de inmigrantes más numeroso en nuestro país, sólo por detrás de marroquíes y ecuatorianos. Es un camino que no tiene muchos años. Comenzó a trazarse a finales de los noventa, y se ha acelerado en los últimos años. En 2003, los rumanos constituían un 3,3 por ciento de los extranjeros residentes. Según los datos del padrón, el 1 de enero de 2006, eran el 9,8 por ciento.
«Cuando un rumano que vive en España llega a su pueblo, va con coche nuevo, dinero… Cuando lo ven los de allí… uf. Todos quieren venir a España, y como todos tenemos amigos aquí…» Gabi tiene la sonrisa amplia y la tez curtida por las horas de sol en el tajo. Él llegó a Madrid con su familia hace tres años, harto de la vida en su país. Ahora trabaja como albañil nueve o diez horas al día y gana entre siete y ocho euros la hora.
Una Rumanía más avanzada
Trabajar es el principal objetivo. Lucía dejó su empleo como costurera en Rumanía por el trabajo en el servicio doméstico. «Los primeros días lo pasé muy mal. Sola, en casa, no sabía hablar, no sabía nada. Todo el día llorando. Pero con el tiempo, mejor, no me costó encontrar trabajo, a través de una amiga». El dinero que gana lo guarda para su hija de 13 años. Ella cree que su futuro, y el de su hija, que sigue allí, está en España.
En Rumanía, la distancia entre los precios y los salarios es enorme. «Allí, los precios son como los de aquí, en todo. Incluso la comida, la luz… valen igual, más o menos. Pero las condiciones son difíciles, los salarios son bajos y hay mucho paro», afirma Cristian Avrám, presidente de la Organización para Rumanos de España «Transilvania». El trabajo es el motivo por el que primero Italia y luego España han sustituido a Alemania y los países centroeuropeos como el destino preferido por los rumanos. Gabi lo tenía claro: «Aquí puedes trabajar sin papeles. En Alemania, no». Desde 2002, los rumanos no necesitan visado para entrar en los países de la Unión como turistas. Una vez dentro, se quedan y encuentran un trabajo en la economía sumergida.
Además están, según Cristian, los rasgos comunes a ambos países. «El idioma es bastante accesible, el clima, un poco el carácter latino que nos une. Se adapta uno rápido. Es como una Rumanía un poco más avanzada». Cuando Iacob, en 1999, llegó a España, sólo conocía unas pocas palabras de castellano. A sus 48 años, llevaba muchos países a rastras. El último fue Alemania. Allí trabajaba como soldador y carpintero. «Conocí a dos españoles y me animaron a venir. Me dijeronque aquí se estaba mejor porque no hay racismo». El primer día fue duro. En España no conocía a nadie. La persona que lo traía le dejó en Gerona. «Me dijo que preguntara». En un aparcamiento, conoció a un rumano que le trajo a Madrid. Durante una semana buscó trabajo, hasta que encontró un puesto de albañil. Luego, desde que regularizó su situación, sólo trabajó como gruista. Su mujer vive en Rumania con uno de sus hijos. Gana, en su puesto de enfermera, 300 euros al mes. Su otra hija estudia idiomas en Alemania. Iacob les manda dinero todos los meses. Y el consejo de que, cuando terminen de estudiar, vengan.
Ahorrar para invertir
Un destino muy común para los ahorros es la inversión inmobiliaria. «Casi todos los que reúnen dinero, lo invierten en pisos, casas allí. Ahora, con la Unión Europea, hay bastantes más oportunidades. Suben los precios de los pisos. En seis meses, el año pasado, su precio se dobló», explica Cristian Avrám, presidente de la Organización «Transilvania». Gabi está de acuerdo. «Aquí, trabajando dos o tres años, puedes ganar dinero para comprar un piso allí».
Gabi es el ejemplo de la regla general entre los inmigrantes rumanos. La mayoría de los que vienen son jóvenes. El grupo más numeroso es el de los que tienen entre 25 y 29 años. Son un 20 por ciento del total. En la horquilla que va entre los 20 y los 40 años, se concentra el 64 por ciento de los residentes rumanos en España, y eso se nota en Rumanía. «En nuestro país no queda gente joven. En mi pueblo, sólo tengo un amigo, porque el resto están aquí», comenta Gabi. Él pertenece a la religión mayoritaria entre los rumanos, la católica ortodoxa. Aunque también están representados aquí los adventistas como Violeta, y los judíos.
La cuota de hombres y mujeres en este colectivo está equilibrada: los varones son unos pocos más, un 53 por ciento. Es muy frecuente que se traslade toda la familia. «Ahora hay muchísima reagrupación familiar. Vienen cónyuges, niños también», asegura Laura, mediadora social de origen rumano. Aunque los padres no las tienen todas consigo. «El nivel de la educación allí es más alto», afirma Violeta. Iacob coincide: «Muchos españoles con Bachillerato no sabían calcular. No sabían qué significaba la fórmula de la superficie de la circunferencia».
Los rumanos que vienen a España no son los que tienen mejor nivel académico. «Hay países que solicitan profesionales diplomados, licenciados: Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda… Si la gente puede ir a esos paises y ejercer su profesión…», afirma Laura. En el mercado laboral español no hay espacio para mano de obra tan cualificada. La mayoría de los rumanos trabajan en la construcción o en la agricultura, en el caso de los hombres, o en el servicio doméstico, en el de las mujeres. Aunque, cada vez más, encuentran trabajo en el sector servicios, sobre todo, en hostelería.
Ciudades y campo
Madrid es la comunidad que más rumanos acoge (103.395, más de un 25 por ciento), seguida de Valencia, donde se concentran sobre todo en Castellón; Cataluña y Castilla – La Mancha. En esta última comunidad son el colectivo más numeroso de inmigrantes, doblando a marroquíes y ecuatorianos. Las redes sociales tienen su peso. La mayoría ya tiene un contacto, alguien de confianza que no le deja en la calle y que le puede aconsejar, afirma Cristian.
Ya aquí, la mayoría, no sabe si se quedará. «Si Rumanía entra en la Unión Europea, es más fácil que vuelva», predice Iacob. Volver a descansar, al final de una vida nómada.
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