El racismo y la explotación laboral de EEUU caben dentro de una cocina que apunta al Oso de Oro
El Diario, , 16-02-2024
En 2016, La cocina abría sus puertas en el Teatro Valle Inclán. La adaptación de la obra de Arnold Wesker, dirigida por Sergio Peris – Mencheta, se convertía en un fenómeno de crítica y público. Lo hacía gracias a su puesta en escena de 360 grados, su ritmo vertiginoso, el trabajo de su increíble reparto, pero sobre todo porque conectaba con una sociedad cansada, explotada, que había dicho basta. Las consecuencias de la crisis económica se habían notado en la calle, en forma de manifestaciones y un movimiento fundamental como el 15M y en la irrupción de un partido político que había ascendido de forma meteórica hasta ser tercera fuerza en las elecciones meses antes del estreno de la obra.
Peris – Mencheta no había tenido ni siquiera que actualizar el texto original. Aquel retrato de cómo el trabajo engulle a las personas hasta hacerlas desaparecer se ambientaba en el Londres de los años 50, en plena posguerra, el mismo marco elegido por Wesker, que escribió el texto basándose en sus propias experiencias como cocinero en la época. En esta cocina ficticia, 35 trabajadores de distintos países; un alemán, un chipriota, un italiano, una francesa y un irlandés, además de los británicos, se movían por las tablas en una coreografía virtuosa que escenificaba los problemas laborales del siglo XXI, demasiado parecidos a los de los años post Segunda Guerra Mundial.
(Puede haber caducado)