"Me dijeron que aquí todo era fácil y bonito, pero la realidad es otra"
El País, 16-08-2006“Conozco muchas personas que se han ido porque no encontraron lo que les contaron”
Betsy Paredes, de 31 años, hace cuatro años y medio que vive en Cornellà (Baix Llobregat) y se repite a sí misma que “hay que tener paciencia” para tranquilizar sus ganas de volver a Ecuador y ver a su familia. En la ciudad de Manta – en la costa del Pacífico – tenía su propio negocio, un pequeño local en el que vendía teléfonos móviles. Sin embargo, amigos que vivían en Barcelona la animaron a venir a Cataluña. “Me dijeron que aquí todo era muy fácil y bonito, pero la realidad es otra, no es como te lo pintan”, explica. En 2002 hipotecó su casa de Manta para poder pagar el billete de avión. “Pensaba que podría regresar cuando quisiera, pero aún no he conseguido ni devolver la deuda”, comenta.
Cuando llegó, trabajó limpiando en una casa. Cobraba 360 euros al mes por una jornada de cuatro horas seis días a la semana. Permaneció así durante mucho tiempo porque los propietarios, que “eran muy amables”, le prometieron que le arreglarían los documentos, algo que finalmente no cumplieron. Paredes buscó otros trabajos, siempre como empleada doméstica, y al fin consiguió regularizar su situación. “Los catalanes consideran que las ecuatorianas somos muy trabajadoras”, por lo que nunca le ha faltado empleo, aunque siempre por horas. Se muestra satisfecha de la confianza que depositan en ella: “Tengo las llaves de todas las casas en las que limpio”, señala. Sin embargo, se lamenta de que su tarjeta de trabajo le permite sólo dedicarse a tareas domésticas.
Madre de una niña de nueve años que permanece en Ecuador con su abuela, estos días ha acudido a CC OO para informarse de cómo puede traerla consigo. “La niña no quiere venir sin su abuela, pero para que pueda venir tengo que facilitarle antes un contrato de trabajo, y es muy difícil que a alguien le interese dar empleo a una mujer de 59 años”. Betsy cree que la situación que vive un joven inmigrante ecuatoriano en España que no tiene que preocuparse por nadie es muy diferente de la de quienes acarrean el peso de responsabilidades familiares.
La joven opina que abrirse paso en Cataluña y “prosperar es cuestión de suerte”. “Mis primas, que vinieron antes, ya tienen piso de propiedad, a ellas les ha ido bien”. Aun así, se considera afortunada por haber conocido a un grupo de amigos catalanes que le permitieron entrar en contacto con la realidad y el conocimiento del país. Al principio se relacionaba sólo con ecuatorianos, con los que compartía piso. En una habitación juntaron dos camas para poder dormir tres mujeres. A cambio, pagaba 120 euros. Sin embargo, como explica, “daban noticias mías en Ecuador que nada se parecían a la realidad, y mi madre se asustaba”. Por ello Betsy decidió alejarse, aún más cuando a los seis meses de estar en Cataluña empezó a salir con sus nuevos amigos autóctonos. “Me decían que los catalanes eran raros, muy duros y agarrados, pero no es así”, afirma. Ahora vive en una habitación alquilada con su pareja, un joven de Cornellà, y ha estudiado catalán. “De no haberle conocido a él y a sus amigos no lo llevaría tan bien”, asegura.
Betsy lo tiene claro: “Cuando me llaman mis amigas de Ecuador, les digo que si vienen corren algunos riesgos. Que deben asegurarse una oferta de trabajo antes. Conozco muchas personas que se han ido porque no encontraron lo que se les contó”.
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