En camisa de once varas / Juan y Medio

EN CAMISA DE ONCE VARAS: «Es absurdo no expulsar al inmigrante que comete delitos»

El Mundo, 14-08-2006

Trabaja con niños y con ancianos, los extremos de la vida y de la audiencia. En proporción, es el hombre más visto de España en televisión, con sus dos programas punteros en Canal Sur. Humor absurdo, ‘showman’ kilométrico, ex gancho de cámara oculta y soltero inocente, inocente… Cuando aparecemos en Sevilla, Juan y Medio se acuerda de la entrevista, pero no del día que habíamos pactado para hacerla. O sea, de la mitad. «Perdonad. Bueno, vamos a mi casa». La grabadora empieza a girar, pero Juan tiene varias visitas y corta la charla dos veces. Entrevistus interruptus. A la tercera va la vencida. Suelta bromas muy en serio y habla de la vida sin bromear. Interesante. Luego vienen las prisas. «Por favor, termina ya, que tengo invitados en casa», le dice al fotógrafo. Eso sí, la cerveza estaba bien fresquita.


Pregunta. – ¿Qué nombre artístico le pondría a George Bush?


Respuesta. – Un juego de palabras: Bush Stop. Parada de Bush.


P. – ¿Qué tiene la televisión que no tenga la vida?


R. – Que debería ser más interesante cada minuto. Cada minuto debe ser mejor que el anterior para que la audiencia no pierda el hilo. La tele tiene algo que nadie valora: la puedes apagar. La vida, macho, le das al botón y sigue funcionando. Es jodido.


P. – ¿Se podría inventar un botón que apagara la vida un rato?


R. – Sería ideal para muchas cosas. Me gustaría apagar la fama a ratos, un interruptor on – off. Llego a un sitio y si me interesa soy público o anónimo. Imagínate para la enfermedad, hacer paréntesis… Una fobia al avión, la angustia de verte solo. Sería brutal.


P. – Usted trabaja con ancianos y con niños. ¿En qué categoría incluiría a Carmen Sevilla?


R. – Sería un niño rejuvenecido, un niño que no ha madurado. Va en contra de la lógica del tiempo. Va de mayor a menor. Llegará un momento en que desaparecerá en un orgasmo en vez de morir.


P. – ¿Por qué los reporteros graciosos no miran nunca a su entrevistado?


R. – La mala educación tiene un límite. Hasta ellos mismos están incómodos con el personaje que representan. Creo en la bondad de los compañeros y en la maldad de los personajes. Y ellos igual. Hay algunos que se avergüenzan del personaje. Debe ser terrible no poder mirar a quien entrevistas. Se puede hacer reír sin meterse con el gangoso, el borracho, el inválido, el gitano. Si tú haces reír sin eso tienes talento. Si tienes que arrastrar a alguien para hacer reír a otro…


P. – ¿Por qué los famosos citan virtudes cuando les perguntan por su principal defecto? Que si soy muy sincero o muy perfeccionista…


R. – A mí también me hace gracia. Conozco muy poca gente, por no decir ninguna, incluyéndote a ti, que reconozca sus defectos públicamente.


P. – Es que yo soy muy sincero.


R. – Eso es un defecto, sí. Yo soy impaciente, vehemente.


P. – Sevilla tiene un color especial, pero el humor, ¿cómo es, negro, amarillo, blanco, rosa?


R. – Andalucía es especial, lo dicen más de 500 millones de personas que han venido aquí en los últimos 15 años a pasar su tiempo de ocio. El humor negro, amarillo, verde o rosa son de otras latitudes. Aquí la gente corta jamón, se echa la siesta, se toma un pescaíto y se casa con una mujer muy guapa. Aquí están más orientados.


P. – ¿Se imagina una gala Inocente, Inocente en Marbella?


R. – Es terrible que la ciudad que más nombre nos da en el mundo se quiera convertir ahora, para mantener programas de televisión, en un nido de mafiosos. Me hace una gracia… Es tal la hipocresía, la doble moral; es sangrante. La mayoría de nuestras ciudades están dominadas por las mafias del ladrillo. ¿Marbella es la fístula por la que sale todo el pus del país? Me niego. Tiene gente fantástica, están establecidas las principales compañías del mundo porque han generado confianza, y eso no es gratis.


P. – España es el país con más reclusos de Europa. ¿Hacemos más cárceles o reinsertamos mejor?


R. – Tenemos una frontera con la diferencia de renta per cápita más grande del mundo. Por un dólar que tiene un africano, un melillense tiene 16. Es absurdo que por un delito un inmigrante no pueda ser expulsado. Delinquen porque viven mejor en nuestras cárceles que en sus casas. Saben que aquí un obrero es una persona y allí un ejecutivo es un animal destinado a tener sida, parir en el desierto a mujeres sometidas a ablación. Aumentarán los presos porque aquí la Justicia es patética y lenta.


P. – Pues conducir a 90 kilómetros por hora ya va a ser delito. Mejor hacemos más cárceles, ¿no?


R. – No, mejor lo añadimos a lo de no fumar en público.


P. – Como experto en bromas, ¿se rió mucho cuando vio la participación en el referéndum del Estatut?


R. – Se ha reído más Maragall. Nada más hacer el referéndum lo echaron. Los suyos. Qué éxito. Es triste que más de la mitad de la gente no votara.


P. – Usted donó unos zapatos a un museo. ¿Va a permitir que ocho de cada 10 donantes de semen sean rechazados por la baja calidad de su esperma? Del de ellos, digo.


R. – No. Me voy a acostar en la vía del AVE hasta que esto no cambie.


P. – ¿Por qué las madres nunca pronuncian la x de sexo?


R. – Hasta que no pasen dos o tres generaciones… Es una deformación linguopalatal que arrastran desde su niñez, las pobres.


P. – Como ex representante de Hombres G, sabrá dónde está el punto…


R. – Lo sé de oídas. Me hacía ilusión hablar contigo porque me habían dicho que eras un experto en ese tema.


P. – Sí, sí, luego, cuando haya menos luz. Pero mientras, postúlese para chica Almodóvar.


R. – Soy una persona obediente, con ganas de ser creativa y admiro mucho la capacidad de un señor de La Mancha que triunfa en Hollywood.


P. – ¿Para qué sirve un bigote?


R. – Para que una dama te diga: «Tengo curiosidad, no he besado nunca a un hombre con bigote».


P. – ¿Tiene precio el suyo?


R. – Sí. Soy una persona razonable. Podemos llegar a un acuerdo. Me lo afeitaría si eso ayudara a alguien, si llamara la atención sobre algo. Todo es tan secundario… La otra noche entraron en casa y me robaron el coche. Aquí se produjo una histeria colectiva, mi hermana y una amiga, la policía, los guardias de la urbanización… Yo me acosté. Yo no tengo tiempo para tener miedo, tío. Tengo que trabajar al día siguiente, tengo 500.000 personas de audiencia media y las 70 hipotecas de mis 70 compañeros.


P. – ¿Algún mensaje para el ladrón?


R. – Darle las gracias. No está mal tener un ladrón a domicilio. Y gratis.


P. – ¿A quién se le ocurre que podríamos meter en el corral de El Koala?


R. – El Koala es un ejemplo de superación. Es un tío que sin dedos toca la guitarra, un individuo que sin pronunciar bien, canta. Su canción es una referencia a opá, su padre. Le pide permiso, le dice que le va a ayudar en todo y habla de los animales y del campo con cariño. Ese tío es mi ídolo.


P. – ¿Cuándo veremos una canción protesta como canción del verano?


R. – La de opá es un buen comienzo. Es un poco canción protesta. Reivindica el respeto al campo y al padre y el espíritu de superación.


P. – ¿Por qué se gesticulan las comillas cuando se dice «entre comillas»?


R. – Por la propia ignacia.


P. – ¿Por qué siempre que estamos aparcando marcha atrás se está cruzando una señora llena de bolsas?


R. – No tenemos ni idea de aparcar. La señora se juega la vida. Hay gente que ha volcado aparcando, eso es muy bonito, sí.


P. – Revéleme un sueño y medio.


R. – Para dormir, sueño cosas muy dispares. Recuerdo tardes en las que bajaba las escaleras del colegio obsesionado por que mi madre estuviera en la puerta y no la muchacha. Ella trabajaba en otra ciudad. Sueño que dirijo La Pastoral de Bethoven. Sueño que hay ausencias definitivas que sólo han sido breves, que mi primo hermano o mi amigo que se mató con la moto aparecen y me cuentan que ha sido un error, que ellos hacen una vida pero que por favor no diga nada, que es un secreto, que están bien. Que se enamoraron y se pelearon con la novia, cosas banales que me provocan paz. Yo sueño que lo que yo hago no le quita el sueño a nadie.


P. – Le pedí uno y medio y me ha dado seis kilos de sueño.


R. – No pasa nada. Hay presupuesto.

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